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Mercados financieros en los tiempos de la inteligencia artificial

Opinión
La libertad que se tiene para razonar, elegir —y equivocarse— es una de las características que separa a la humanidad del resto de los seres vivos. Los mercados no son otra cosa que la suma de las voluntades humanas: narrativas, temores, esperanzas y caprichos que, racionales o no, terminan fijando precios.
A lo largo de la historia, la gente ha sido capaz de convencerse de que un tulipán vale más que una casa, que una página web que vende croquetas y pierde dinero puede recaudar 300 millones de dólares en su Oferta Pública Inicial (OPI), o que el riesgo de no participar en “la inversión del momento” es mayor que cualquier métrica de valoración.
Benjamin Graham lo resumió con precisión en su libro ‘El inversionista inteligente: en el corto plazo el mercado es una máquina de votos’; esto significa que los movimientos diarios del mercado están impulsados por el sentimiento, las emociones, la especulación y la popularidad de las acciones. En cambio en el largo plazo; una báscula, que se refiere a que con el tiempo, el verdadero valor de una empresa se revela y el precio de la acción converge con sus fundamentos, como las ganancias, los activos y el potencial de crecimiento.
En los últimos dos años, las empresas asociadas a la Inteligencia Artificial (IA) han añadido más de 5.5 billones de dólares en valor. El Nasdaq ha duplicado su nivel desde 2022 y los múltiplos a futuro del sector tecnológico han regresado a niveles propios de la antesala de la burbuja del internet.
La comparación con los noventa es inevitable. Entonces, internet lo iba a cambiar todo; hoy, la IA al parecer lo cambiará todo más rápido. Tres datos recientes sugieren que la “máquina de votos” está corriendo demasiado rápido:
● Valuación récord contra el PIB: la capitalización del S&P 500 supera el 175% del PIB estadounidense, un récord absoluto y mucho más alto que el pico del año 2000 (135%).
● Concentración extrema: las 20 empresas más grandes del S&P 500 representan el 52% del índice, con la mayoría vinculada a la IA. Es una concentración que no se veía desde 1920.
● Exposición global del ahorro: los hogares estadounidenses y los inversionistas extranjeros tienen la mayor exposición accionaria en la historia de Estados Unidos.
Desde el lanzamiento de ChatGPT en 2022, las acciones estadounidenses han subido 71%. Este ascenso coincide con la tesis dominante: la IA multiplicará la productividad global, reducirá costos estructurales y generará nuevos oligopolios. Pero también revela la paradoja del cómputo infinito.
Las grandes empresas tecnológicas que operan centros de datos masivos y ofrecen servicios de computación en la nube, almacenamiento y redes a una escala enorme, están invirtiendo más en infraestructura que cualquier industria tecnológica previa. La pregunta es: ¿quién pagará realmente este ciclo de gasto?
Hasta ahora la adopción de IA empresarial es real, pero la monetización todavía es desigual. El salto a modelos más grandes no garantiza ingresos proporcionalmente mayores. Por otra parte, la demanda “infinita” de cómputo podría tropezar con límites físicos, energéticos o financieros.
“Hablar sin sentido es un privilegio único que los seres humanos poseen sobre otros organismos” Fyodor Dostoievski.
La reflexión de Dostoievski funciona como advertencia y justificación. La humanidad imagina futuros imposibles —y en el proceso, habla tonterías extraordinarias—, pero es precisamente ese exceso narrativo el que financia innovaciones que, sin exageración previa, jamás hubieran existido. La pregunta para los inversionistas no es si la IA está sobrevaluada hoy —probablemente lo está—, sino si este periodo será recordado como una locura transitoria o como el inicio de una transformación que realmente justificaba la narrativa.
La máquina de votar ya habló, la báscula aún no.
*Director Banca Privada UHN Noreste