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Las buenas prácticas
En materia de crecimiento y desarrollo, hay que pensar en otra manera de hacer las cosas.
Una de las consecuencias de los cambios de funcionarios que se presentan en los cambios de administración, en los tres niveles de gobierno, es que se pierde la experiencia y el conocimiento acumulado en diversas áreas. Esto es equivalente a una destrucción sistemática de capital humano, lo que de alguna manera frena el crecimiento económico, ya que el tiempo de aprendizaje de los nuevos funcionarios es variable y con frecuencia arriban a los puestos con ideas temerarias, lo que unido a su falta de experiencia, tiene resultados desastrosos. Visto desde el punto de vista de los inversionistas, a nadie le gusta que los nuevos funcionarios interrumpan proyectos, en el mejor de los casos, o que los cambien, o decidan hacer algo completamente nuevo y diferente. Cuando nos referimos a los funcionarios, estamos incluyendo personajes en los tres poderes, no solamente nos referimos al Ejecutivo, que es el que con mayor frecuencia sale a relucir.
No se necesita ser un experto en nada para tomar algunos ejemplos que ayudarían a ilustrar el punto que estamos mencionando. Empezando por los cambios en la reglamentación de la actividad económica, cada legislatura llega con su propia idea de lo que es bueno y conveniente para sus leales electores y como resultado tenemos un andamiaje institucional medio parchado, que poco ayuda a corregir malas prácticas, no evita que se cometan errores y mayormente da pie a actos de corrupción o incentiva actividades de consumidores y empresarios diseñadas para capturar al agente regulador, para que no interceda en su feudo.
Luego vienen los ejemplos de proyectos de obras pensadas para ser multianuales, pero que cada quien le pone la velocidad que su propia necesidad le dicta. Los funcionarios federales y estatales tienen hasta seis años en el puesto, si es que no cometen algún acto atroz, para planear, iniciar y terminar algún proyecto y quizá por eso veamos que las verdaderas grandes obras brillas por su ausencia. Ni qué decir del caso de los presidentes municipales, quienes independientemente de su nivel educativo, experiencia, o capital humano, saben a la perfección que sólo tienen tres años y eso los frena para no hacer nada que pueda pasar este lapso y lo que es peor, que quede sin ser pagado y concluido, porque corre el riesgo de quedar inconcluso en varios sentidos; que no sea pagado por los nuevos funcionarios y, lo que sería catastrófico, que sea auditado por las instancias fiscalizadoras.
Una de las conclusiones que no debemos derivar de aquí es que estamos condenados al subdesarrollo, o a ser siempre emergentes, con un nivel de bienestar lamentable, sino que quizá habría que pensar en otra manera de hacer las cosas. En las grandes empresas privadas, uno de los recursos que se tiene para compensar esta falla es el de recurrir a los consultores especializados. Una muy mala idea es, como hacen las empresas sin visión de futuro y sin ganas de triunfar, contratar personal y desarrollar su área de diseño, desarrollo y evaluación de proyectos, dejando, en el mejor de los casos, sólo el aspecto de construcción a verdaderos especialistas externos. Sucede casi lo mismo en el caso del gobierno; los funcionarios no recurren a consultoría, o lo hacen para cosas realmente absurdas, sino que prefieren desarrollar sus propias áreas de planeación, diseño y ejecución de proyectos, con el resultado de que nuestro país tristemente no avanza. De no cambiar nuestra manera de ver y hacer las cosas, seguiremos pagando las consecuencias de un sistema que sólo se ajusta para cerrase más y dar privilegios sólo a los mismos de siempre.