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La teoría del vaso medio lleno
Es difícil encontrar un equilibrio único con oferentes y demandantes que se rigen por la ética y la moral a medias.
Hace algunos años inició en el país la modalidad de que la ley se puede no cumplir si va en contra de los intereses de algunos, que por lo general se autoconsideran mayoría. Si algunos se pasan el alto no hay ninguna razón por la que otros juzguen que no se lo pueden pasar, hasta que llega otro que va teléfono en mano y se impacta contra el infractor. Por lo general no pasa nada; el seguro paga, todos siguen pagando su misma prima, como si nada hubiera pasado, y cada quien para su casa. Algo similar sucede con los impuestos, o con las tarjetas de crédito; basta que el profesionista de la oficina de junto no pague impuestos, o que declare menos, para que se le unan otros solidarios, con argumentos de que si a fulanito le descubrieron una propiedad que pagó con el fruto de un soborno, yo para qué pago impuestos si estos desgraciados del gobierno se lo van a robar. En el salón de clase, si alguien copia en un examen y no pasa nada, nadie va a estudiar para el próximo, al fin se puede copiar y no pasa nada.
Este fenómeno de la moral, o la ética a medias, está proliferando en todo el país a pasos agigantados. Hasta ahora hemos hablado de un lado de la mesa, pero del otro lado, a un funcionario que no haga lo que debe hacer y no cumpla sus metas no le pasa nada, lo cual es suficiente razón para que otros traten de imitar el ejemplo y se ocupen en otras cosas, menos aquellas que su puesto les demanda. No hay rendición de cuentas y al final, si la auditoría superior descubre algo, no va a pasar nada fuera de una observación y si acaso una amonestación que nadie entiende y a nadie preocupa. Algunos fraudes bancarios han quedado al descubierto en años recientes gracias a que algún organismo internacional lo descubrió y lo denuncia, pero de ahí a que los banqueros actúen con ética y moral a toda prueba hay mucho trecho. Hace poco también se supo la noticia de que más de 1,500 títulos profesionales apócrifos habían sido detectados, ¿y qué pasó? Nada. No hay nadie en la cárcel, ni siquiera denunciado, y es muy probable que quien ordenó su título a algún falsificador siga ejerciendo su profesión y el falsificador mantenga el negocio funcionando. Aquí no pasa nada, y cuando pasa es porque tenía que pasar.
Dicen los neoclásicos que los precios se fijan cuando de un lado un productor ofrece su mercancía y del otro algún comprador hace una oferta; como habrá más de uno de un lado y del otro, la negociación puede durar un rato hasta que ya no hay productos disponibles para vender ni demandantes insatisfechos. El precio que rige se le llama de equilibrio; no hay ni exceso de oferta ni de demanda. Imaginen esta situación con oferentes y demandantes, aunque sea unos cuantos, que se rigen por la ética y la moral a medias, como ahora. El lío que se armaría sería mayúsculo y cualquier solución extrema podría tomar lugar; desde un grupo de compradores furiosos hasta huestes de oferentes que se irían a casa con su producto. ¿Quién pierde? La probabilidad es muy alta de que pierdan los compradores que no pueden ejercer algún poder para manipular el precio, así como los productores pequeños, que es lo que hoy pasa.