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¿Fuego amigo en el Senado?
José Narro Céspedes enfrentó al menos dos oleadas de ataques. Casi inmediatamente después de que anunciara su intención de presidir la Mesa Directiva del Senado de la República, el legislador morenista fue sujeto de críticas por añejas y recientes acciones radicales, pero también por supuestos negocios con estancias infantiles. A mediados de mayo, el senador por Zacatecas era un rival débil para su compañero Alejandro Armenta, primo del líder de la bancada morenista en la Cámara baja, Ignacio Mier, y cercano a Ricardo Monreal.
Pero un bloque de senadores rebeldes ha decidido desafiar la disciplina monrealista e impedir que el exgobernador zacatecano recupere el control de esa posición estratégica. Narro Céspedes ahora pagaría el costo de formar parte de esa rebelión… y tropezaría también con una conducta errática en las últimas semanas.
Narro Céspedes estudió una licenciatura en medicina y antes de incorporarse al PT en 1990 participó en la comisión política de OIR-Línea de Masas, la organización de corte maoísta encabezada por Adolfo Orive y Alberto Anaya. Desde entonces encabeza el Frente Popular de Lucha de Zacatecas. Entre 1992 y 2006 tuvo un primer ciclo de actividades legislativas, como representante de esa formación política. En ese periodo fue dos veces diputado federal, diputado al Congreso de Zacatecas y asambleísta en el DF. En el 2007 se incorporó a las filas del PRD, militó en la corriente UDN —de René Bejarano— y regresó por tercera vez a San Lázaro.
En el 2017 ingresó a Morena y al año siguiente llegó a su escaño con la intención de convertirse en el candidato de la izquierda para la gubernatura de Zacatecas en el 2021. El entonces coordinador de ganadería del gobierno federal, David Monreal, se quedó finalmente con la nominación. Por ese peculiar sistema de compensación habilitado por la Cuarta Transformación, Narro Céspedes llegó a la vicepresidencia de la Cámara Alta, hace un año, para acompañar a Olga Sánchez Cordero en la conducción de las sesiones parlamentarias.
En vísperas del segundo año de sesiones ordinarias de la LXVI Legislatura federal, Morena mantendrá la paridad sustantiva en la definición de la presidencia de la Mesa Directiva. Desde abril pasado, Alejandro Armenta y José Narro anticiparon su intención de obtener el cargo. El primero —originario de Puebla—, con el respaldo del líder de la Junta de Coordinación Política, Ricardo Monreal.
El legislador zacatecano aseguraba —a finales de la semana pasada— contar con 36 de los 65 votos posibles. Las preferencias, empero, son susceptibles de reacomodos si el mexiquense Higinio Martínez Miranda decide presentar su candidatura en la Plenaria del Grupo Parlamentario. ¿Sus apoyos? Vendrían directamente de Palacio Nacional. En esa misma lógica, Jaime Bonilla —quien regresará a su escaño por mandamiento del Tribunal Electoral— tendría las mismas expectativas.
A la campaña de desprestigio, Narro Céspedes ha respondido con la promesa de destrabar la “inducida” parálisis legislativa, mejorar las percepciones de los parlamentarios, “reconfigurar” al Senado para acabar con el amiguismo y una presidencia imparcial, de consensos y equilibrios.
Efectos secundarios
LEGADO. El Grand Hotel, en Cancún, cambiará de manos el próximo mes para ser gestionado por el grupo hotelero de lujo más antiguo de Europa. Para finales del año esa instalación se llamará Kempinski Hotel Cancún. Este movimiento coincidirá con el relevo de poderes en Quintana Roo, que se ha mantenido como un destino vacacional de primer orden, a nivel global. La seguridad y el desarrollo económico fueron las prioridades del mandatario saliente, Carlos Joaquín González, el principal reto que enfrentó su administración era estabilizar las finanzas estatales. Y es que el diagnóstico inicial era demoledor: la deuda heredada era impagable. Para recuperar la confianza de la banca, definió, se necesitaron acciones contundentes, más que palabras.