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El poder empresarial y su capacidad de transformar el entorno
En el entorno global y económico actual, las grandes empresas han cobrado una relevancia nunca antes vista en la historia de la humanidad. El tamaño e influencia de estos grandes conglomerados de empresas hacen que muchas de ellas puedan ser consideradas verdaderos países y su importancia económica supera con creces la riqueza de naciones importantes.
Dos ejemplos; Apple tiene un valor de mercado actualmente de poco más de 3 trillones de dólares, poco más que las economías de México y Brasil juntas. Por otro lado, tenemos a grandes grupos financieros quienes tienen una participación relevante en el control accionario de múltiples empresas. Los ejemplos más visibles en la actualidad son BlackRock, Vanguard y State Street.
Es muy probable que el gran público nunca haya escuchado de estos titanes financieros. El portafolio de inversión que manejan estas tres grandes firmas integra poco más del total del valor de todo el mercado accionario del Standard and Poors 500. En un análisis publicado por la universidad de Boston en 2019, estimaban que estos 3 fondos de inversión podrían controlar hasta un 40% del voto accionario de las empresas que forman el S&P 500. Esto es mucha concentración de poder.
Es aquí donde la responsabilidad social de estas empresas juega un papel determinante por la influencia que tienen en el día a día de las personas quienes ni siquiera estamos conscientes de dicho poder y cómo puede ser usado para cambiar el rumbo de nuestra sociedad.
Esta supremacía podría modificar políticas internas de países, reorientar la opinión pública en caso de que hubiera una irresponsabilidad en el manejo corporativo de dichas empresas y que presionaran para imponer líneas de actuación en licitaciones, concesiones, beneficios fiscales, restricciones de mercado o incluso, cambiar cualquier otra situación que les permita tener una ventaja competitiva.
El tema de la responsabilidad social va más allá de apoyar programas de desarrollo de grupos vulnerables. Es una conciencia colectiva entre empresas y sociedad donde se debería actuar en el mejor interés de ambas partes. Estoy consciente que es una posición idealista la que estoy planteando, sin embargo, es una posición necesaria.
Los grandes grupos de lobistas contratados por intereses comerciales influyen en la determinación de la política pública y esto nos afecta a todos no solo en el corto plazo, sino también afecta a las generaciones futuras.
Un caso que fue muy controvertido en redes sociales fue el famoso tweet de Elon Musk cuando se dio el derrocamiento de Evo Morales en Bolivia (recordemos que Bolivia es uno de los países más ricos en reservas de Litio y que este mineral es esencial para elaborar las baterías de los autos eléctricos) donde dice “Daremos un golpe de estado a quien queramos”. El tweet es real, la intención del autor del mismo no se puede verificar. Sin embargo, ejemplifica una posible realidad de cómo grandes grupos empresariales interfieren en la vida de diversas sociedades no solo hoy, sino que es una historia que se repite.
Aquí podemos ingresar un nuevo jugador de la responsabilidad social. Este nuevo jugador es el estado como garante del bienestar público. Los gobiernos de los países deben vigilar el interés de la sociedad sobre los intereses particulares.
Un ejemplo de esto es el desmantelamiento de AT&T. Esta compañía fue fundada en 1880 por Alexander Graham Bell. En una demanda anti monopolio por parte del gobierno de los Estados Unidos se les obligó a vender partes de la empresa para generar competencia y quitarles poder, dando como resultado las denominadas “Baby Bells” entre las que podemos mencionar a Bell Atlantic, Bell South, y US West.
Una historia similar se aplicó a la Standard OilCompany, propiedad de John D. Rockefeller. El desmantelamiento de la Standard Oil dio origen a compañías como Exxon, Mobil, y Amoco las cuales algunas luego se fusionaron y cambiaron de nombre.
Debemos de encontrar los balances adecuados para la convivencia entre el poder público, económico y sociedad.
*El autor es director General de Creditaria México.