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Crecer o no crecer
El crecimiento promedio anual de 2.3% ha significado estabilizar el estancamiento económico con graves consecuencias sociales.
Esta es la pregunta que se hace el economista Francisco Suárez Dávila en un inteligente y propositivo artículo escrito recientemente a propósito de las próximas elecciones este año y el deseable debate de ideas y propuestas.
Para apoyar su análisis, Suárez Dávila nos recuerda que México tuvo un pasado de crecimiento económico y desarrollo social que tenemos que revalorar. Así, durante el periodo que va de 1935 a 1946, nuestra economía creció a un exitoso ritmo de 6% en forma anual, elevándose el ingreso nacional y el nivel per cápita. Después, durante el periodo 1958-1970 se volvió a este ritmo de crecimiento económico de 6% con estabilidad de precios, salarios reales y empleo en aumento. Fue el periodo denominado “Desarrollo estabilizador”.
Este pasado contrasta con el mediocre crecimiento económico de 2.3% como promedio anual de los últimos 36 años, mismo que ha significado estabilizar el estancamiento económico con graves consecuencias sociales. Es totalmente insuficiente para absorber el rezago del desempleo y ocupar a la población que anualmente se incorpora al mercado de trabajo, así como para modernizar al país.
Más recientemente, según cifras proporcionadas por el Banco Mundial, si comparamos la posición de México con todos los países de América Latina, durante el periodo de 20 años que va de 1996 al 2015, esto es, después de la crisis mexicana de 1995, nuestro país es el que registra el más bajo crecimiento económico. Esto es importante para ver hacia adelante, lejos de la posición mediocre de la resignación, de tomar el veneno de la irresponsabilidad y de permitir el peligro de que aumente más la pobreza y, con ello, la inestabilidad y el autoritarismo.
Francisco Suárez hace una propuesta de apostar por un crecimiento económico de entre 5 y 7% anual, mismo que significaría duplicar el ingreso per cápita y ubicarnos como la séptima economía mayor.
Esto nos llevaría a un dinámico proceso de reactivación nacional. Lo han logrado con imaginación y esfuerzo países en desarrollo que transformaron sus economías con una política económica eficaz.
No hay felicidad con costo cero. Asociados a la propuesta de Francisco Suárez están los medios que formula para alcanzarla. Menciono textualmente algunos de ellos:
1. “Aumentar la inversión pública, particularmente en infraestructura, que se ha venido reduciendo dramáticamente; disminuir el gasto corriente dispendioso, compactando la estructura del Estado, y eliminar ciertos programas clientelares inútiles”.
2. “Establecer una política industrial y de innovación moderna que estimule el mercado doméstico, complementada por una política de comercio exterior que sea un ‘medio’ y no un ‘fin dogmático’ para que ambas promuevan cadenas productivas ‘hacia adentro y hacia afuera’ y no modernas ‘economías’ de enclave desarticulado”.
3. “Una política regional y urbana que reduzca las brechas de ingreso entre estados pobres y ricos y no las amplíe. ¡Todo lo que no hizo el TLCAN!
4. “Una reforma fiscal integral que genere suficientes recursos para la inversión y las reformas sociales de segunda generación, no una miscelánea fiscal recaudatoria”.
5. “Un sistema bancario que no privilegie el consumo y sus utilidades, sino la producción, creando lo que en Oriente se ha llamado ‘financiamiento basado en políticas’ (policy based finance) destinado a financiar la producción, con la banca de desarrollo como sustento de políticas sectoriales; un banco central no monotemático de la estabilidad, sino que apoye también el empleo y el crecimiento”.
Las anteriores propuestas son valiosas para enfrentar retos internos y del exterior, cada vez mayores. Y evitar que el destino gris nos alcance.