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Lo que los adultos jóvenes deben saber sobre su corazón
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Durante décadas, las enfermedades cardiovasculares se asociaron casi exclusivamente con la edad avanzada. Sin embargo, esta percepción ha cambiado de manera significativa. Hoy, los cardiólogos atienden cada vez con mayor frecuencia a personas menores de 40 años que presentan factores de riesgo, alteraciones metabólicas o incluso eventos cardiovasculares tempranos.
El Dr. Manuel Ricaño Cal y Mayor, especialista en cardiología del Centro Médico ABC, explica por qué la salud del corazón debe ser una prioridad desde edades tempranas y cuáles son las señales, condiciones y hábitos que pueden marcar la diferencia a largo plazo.
Riesgo cardiovascular en adultos jóvenes: más allá de la edad
A nivel mundial, las enfermedades cardiovasculares continúan siendo la principal causa de mortalidad. Infarto agudo de miocardio, enfermedad cerebrovascular e insuficiencia cardíaca encabezan esta lista. Aunque estos eventos suelen presentarse en etapas más avanzadas de la vida, su origen muchas veces comienza décadas antes.
Los factores de riesgo tradicionales siguen siendo los mismos: hipertensión, diabetes, dislipidemia, obesidad, tabaquismo e inactividad física, indica el Dr. Ricaño. A estos se suman variables no modificables como el sexo masculino y la edad, pero lo relevante es que muchos de estos factores empiezan a acumularse desde la juventud.
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El aumento de casos en menores de 40 años responde a dos fenómenos paralelos. Por un lado, hoy existen más herramientas diagnósticas que permiten detectar alteraciones cardiovasculares de manera temprana. Por otro lado, el estilo de vida actual, marcado por sedentarismo, estrés crónico y malos hábitos alimenticios, están acelerando la aparición de enfermedades que antes se consideraban propias de etapas posteriores.
En México, este problema se ve amplificado por la alta prevalencia de obesidad infantil. La obesidad es una enfermedad inflamatoria, crónica y progresiva. Un niño con obesidad tiene una alta probabilidad de convertirse en un adulto joven con inflamación crónica sostenida, lo que incrementa de forma importante su riesgo cardiovascular, señala el especialista.
Factores de riesgo no tradicionales y el papel de la genética
Aunque los factores clásicos siguen siendo relevantes, en la población joven están cobrando importancia otros elementos que históricamente no se consideraban dentro del riesgo cardiovascular.
Uno de ellos es el consumo de sustancias. Algunas se asocian de manera directa con el desarrollo de arritmias, infarto agudo de miocardio e incluso muerte súbita, aun en personas jóvenes sin enfermedad previa.
En el caso de las mujeres, existen condiciones específicas que incrementan el riesgo a largo plazo. El síndrome de ovario poliquístico, frecuente en la adolescencia y adultez temprana, se asocia con resistencia a la insulina y alteraciones metabólicas que pueden favorecer el desarrollo temprano de enfermedad cardiovascular. A esto se suman los trastornos hipertensivos del embarazo, como la preeclampsia y la eclampsia, que afectan hasta al 10% de las gestaciones. Aunque estas condiciones suelen resolverse tras el parto, las mujeres que las presentan tienen mayor riesgo de desarrollar hipertensión crónica y enfermedad cardiovascular en el futuro.
La genética también juega un papel clave. Existen cardiopatías congénitas que, aunque corregidas quirúrgicamente en la infancia, requieren seguimiento a largo plazo. Además, hay enfermedades hereditarias como la miocardiopatía hipertrófica, una de las causas más frecuentes de insuficiencia cardíaca y muerte súbita en población joven.
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Otro punto relevante son las dislipidemias familiares. Hay personas con estilos de vida saludables que, aun así, presentan niveles elevados de colesterol debido a una carga genética, comenta el Dr. Ricaño. En este contexto, ha cobrado importancia la identificación de otras lipoproteínas, además del perfil de lípidos como es la Lp(a), cuyo nivel está determinado en un 90% por la genética. Esta partícula se ha asociado con mayor riesgo de infarto, estenosis aórtica e insuficiencia cardíaca, incluso en personas jóvenes aparentemente sanas.
Detección temprana, estilo de vida y prevención a largo plazo
Uno de los mayores retos en cardiología preventiva ha sido evaluar el riesgo cardiovascular en adultos jóvenes. Durante años, las escalas de riesgo solo aplicaban a personas mayores de 40 años, dejando un vacío importante en la prevención temprana.
Actualmente, esto ha comenzado a cambiar. La Asociación Americana del Corazón (AHA) desarrolló herramientas que permiten estimar el riesgo cardiovascular desde los 30 años, considerando variables clínicas como índice de masa corporal, presión arterial, perfil de lípidos, glucosa y marcadores renales como la relación albúmina-creatinina en orina.
Con esta información, podemos definir si una persona se beneficia sólo de cambios en el estilo de vida o si es necesario iniciar tratamiento farmacológico, señala el especialista.
Más allá de los números, es fundamental que las personas jóvenes aprendan a identificar señales de alerta. La hipertensión, el padecimiento cardiovascular más frecuente, muchas veces no da síntomas claros. Sin embargo, la presencia de cansancio persistente, palpitaciones, falta de aire, dolor torácico o una disminución progresiva del rendimiento físico deben motivar una evaluación médica.
En cuanto a prevención, el mensaje es claro: el estilo de vida es la herramienta más poderosa. La actividad física regular, tanto aeróbica como de fuerza, una alimentación adecuada, baja en alimentos ultraprocesados y sal, junto con un adecuado consumo de potasio, son pilares fundamentales.
Dormir entre 7 y 9 horas por noche, evitar el tabaquismo, moderar el consumo de alcohol y atender oportunamente trastornos del sueño, ansiedad o depresión también forman parte de una estrategia integral de salud cardiovascular.
El estrés crónico genera inflamación, altera hormonas como la adrenalina y daña progresivamente las arterias. La salud mental y la salud del corazón están profundamente conectadas, enfatiza el Dr. Ricaño.
La cardiología moderna ha dejado claro que la enfermedad cardiovascular no aparece de forma súbita en la edad adulta; se construye silenciosamente a lo largo de los años. En los adultos jóvenes, el objetivo principal no es solo tratar enfermedades, sino identificar riesgos, modificar hábitos y prevenir daños a largo plazo.
Para concluir, el Dr. Manuel Ricaño Cal y Mayor menciona que no todos los factores de riesgo tradicionales están presentes en la población joven, pero existen muchas otras condiciones inflamatorias, hormonales, metabólicas o incluso tratamientos médicos previos que pueden aumentar el riesgo cardiovascular. Por eso, la evaluación médica individualizada y el énfasis en el estilo de vida son fundamentales.
Cuidar el corazón antes de los 40 no es una medida exagerada; es una inversión en calidad y expectativa de vida. Y, en muchos casos, la diferencia entre prevenir una enfermedad o enfrentarla cuando ya ha avanzado.
En el área de Diagnóstico Cardiovascular del Centro Médico ABC se cuenta con profesionales de la salud y equipo especialmente enfocados en ayudarte a mantener una adecuada salud cardiovascular, desde la prevención, hasta la atención de las diversas complicaciones que se pueden desarrollar.