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Razorlight, a la altura
Imposible determinar si fue el entusiasmo en el escenario el que se contagió al público, o viceversa. Un concierto que merecía mucho más público.
Me gustaría decir, lugar común en la crónica de conciertos, que el lugar (Salón Vive Cuervo 21) estaba abarrotado, que los revendedores veían sus ganancias multiplicarse injustamente, que apenas se podía respirar en el recinto, a pesar de la prohibición de fumar, que los asistentes desoían.
Pero lo cierto es que la pista del 21 apenas se llenó en un sesenta por ciento, que los revendedores ofrecían sus boletos más baratos que en la taquilla , ante la desconfianza de quien llegaba apurado. ¿Un concierto en medio de la crisis ? ¿o el lamentable retraso en el lanzamiento de Slipway fires por parte de la disquera (dos semanas antes del concierto)? Lo único verdadero fue el humo.
A las 21:45 no importó más, porque el cuarteto británico entró al escenario. Primero los músicos, después Borrell, saltando hasta el micrófono y Back to the start . El sonido estupendo, llenando los huecos en el fondo del salón, que pronto se vería cubierto por el entusiasmo del asistente.
Saltos, chicas gritando como tránsfugas de una gira de Los Beatles en los 60. Casi todas las canciones, coreadas, cantadas con desafinado entusiasmo por las dos o tres mil almas que, ahora sí, abarrotaban el tramo de pista frente al escenario.
Como hace dos años, Razorlight demostró ser una banda de profesionales de primer nivel, es claro porqué dicen que graban sus discos casi en vivo, en la escuela de The Who. Lo suyo es la música sobre el escenario, sin necesidad de que el productor se desvele puliendo aristas sonoras.
El set inicia con toda la intención de prender al público, una sucesión de sus éxitos más movidos: In the Morning , Who needs Love? , Before I fall to pieces Pop song 2006 y la formidable America . El nuevo disco asomando a medio concierto con una sentida Wire to wire , antes de la deliciosa Hostage of Love o el ritmo contagioso de Stinger .
En retrospectiva, un set un poco disparejo, uno de esos espectáculos de fuegos artificiales que queman lo más llamativo de sus luces en los primeros minutos. Como si la banda se propusiera dejar satisfechas las expectativas del público pronto, para después dedicarse al resto de su música, sin demeritar ésta en lo absoluto. Razorlight no tiene desperdicio.
Así, su primer disco (Up all night) recibió tanta atención como el nuevo, presente particularmente en el encore con Stumble and Fall , Dont go back to Dalston y el prendidísimo cierre Somewhere else .
Imposible determinar si fue el entusiasmo en el escenario el que se contagió al público, o viceversa. Borrell cantó a capella, tocó guitarra acústica, eléctrica y hasta dedicó un rato al pianito que esperaba pacientemente al fondo del escenario. Dalemo soltó el bajo unos segundos para sacar su cámara digital y retratar al público. Agren y Burrows en lo suyo.
Resulta claro que Razorlight ha madurado como banda, de los jovencitos inspirados que tocaron sobre el mismo escenario hace dos años a lo que se vio la noche del sábado, hay muchos kilómetros de gira (tablas, se dice en el argot teatral) de por medio. Una banda que se sabe brindar al público y que en ello, sin duda, encontrará su justa recompensa. Sólo queda esperar su próxima visita, los que asistimos, estamos amarrados, dispuestos a estar en cualquier parte, menos somewhere else .
ricardo@cineparallevar.net