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Opinión

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El T-MEC y el mundo que nos observa

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Juan Carlos Baker | Pistas de Aterrizaje

Juan Carlos Baker

A lo largo de este año, he insistido en mis contribuciones que aunque el país tiene una serie de retos importantísimos que es urgente atender, estamos lejos de las previsiones más radicales y desesperanzadoras que muchos analistas predecían para México a inicios de 2025. 

También he comentado que, sobre todas las decisiones que tenemos que afrontar este año como país, existen algunos que tienen mayores posibilidades de cambiar el curso de México, y dentro de esas pocas, la definición de los parámetros con los que refrendaremos nuestra relación comercial con Estados Unidos son particularmente importantes.

Por lo anterior, tengo que confesar que me hace sentir muy aliviado que, en todos los lugares a los que he viajado en estos meses – tanto dentro como fuera de México – el tema del futuro del T-MEC está más que presente. Tal vez de modo más sorprendente aún, es que en todos esos foros, que van desde reuniones de cámaras empresariales en alguna playa mexicana, foros sobre el futuro de la agroindustria en Toronto, o los lugares en Washington donde se discute la política monetaria, no hay lugar donde no haya visto curiosidad, expectación o de plano preocupación sobre el futuro del T-MEC.

El acuerdo - y lo que ocurrirá con su revisión o renegociación - se ha vuelto el punto de referencia inevitable de cualquier conversación económica. Más allá de las razones económicas y comerciales obvias para eso, me queda la impresión de que hay tanta gente siguiendo el tema porque el T-MEC no es solo un instrumento jurídico, sino un espejo del avance que tendrán las políticas proteccionistas y discriminatorias de EU Si México y Canadá aceptan sin cortapisas las demandas más radicales y destructivas de EU, las posibilidades para que otros países tengan una relación comercial más o menos “normal” con Washington prácticamente desaparecerán.

El riesgo de que esto suceda no es para nada teórico. En los últimos años hemos visto cómo el proteccionismo resurge bajo el disfraz de política industrial, cómo la seguridad económica se usa para justificar medidas unilaterales, y cómo el mercantilismo extractivo amenaza con fragmentar cadenas que tomaron décadas en construirse. La tentación de “Make America Great Again” a través del nativismo económico, ignora la lógica misma de la integración económica en América del Norte.

Porque, al menos en teoría, queda muy claro que América del Norte tiene una ventaja estructural: proximidad, mercado, complementariedad y un marco institucional que —si se mantiene— puede convertir a la región en el eje más dinámico del comercio global. Si Washington no tiene ninguna preocupación en tirar por la borda todo eso, ¿qué pueden esperar los demás países del mundo?

En este sentido, la revisión del T-MEC en 2026 debería verse como una oportunidad de apreciación estratégica sobre el rol de la apertura comercial. Los tres países deben actualizar compromisos, pero no cuestionar principios; modernizar disciplinas, no desmontarlas. El T-MEC puede fortalecerse incorporando temas como transición energética, digitalización y sostenibilidad agrícola, siempre que se mantenga un marco predecible que favorezca la inversión y la competencia.

Tampoco estoy sugiriendo que tengamos la responsabilidad de “salvar” al sistema comercial mundial. Antes que cualquier cosa, la responsabilidad de nuestro gobierno y de nuestros empresarios es con la propia sociedad mexicana. Pero me parece igualmente claro que si las reglas que sostienen la economía del mundo se destruyen, y pasamos a un sistema que más bien se parece al “Salvaje Oeste”, México lo resentirá en el largo plazo.

Por eso, el debate del T-MEC 2026 trascenderá lo técnico. En el fondo, es una discusión sobre qué tipo de economía queremos construir: una basada en cooperación y reglas compartidas, o una que retroceda hacia la fragmentación y el miedo.

Mi reflexión, después de tantos foros, reuniones y aeropuertos, es sencilla: el T-MEC no solo será revisado por los gobiernos, sino por la historia. Negar la interdependencia de América del Norte no nos volverá más libres: de hecho, nos hará más frágiles.

Y el mundo —que hoy nos observa, que no quepa duda— tomará nota de si México decidió avanzar con visión… o retroceder por comodidad.

*El autor es profesor investigador de la Universidad Panamericana; previamente, colaboró por veinte años en el gobierno federal en temas de negociaciones comerciales internacionales.

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Juan Carlos Baker

Juan Carlos Baker es académico de la Universidad Panamericana. Durante veinte años trabajó en la Secretaría de Economía, en la Subsecretaría de Negociaciones Comerciales Internacionales, de la que fue titular entre 2016 y 2018.

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