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T-MEC 2026: Entre el pragmatismo y el abismo

Enrique Campos Suárez | La gran depresión
Si el enfoque de este fin de semana se concentra en las fiestas es seguro que estos últimos días del 2025 serán dedicados al descanso y al festejo. Pero si miramos hacia las fechas determinantes, hay un día marcado en el calendario que será definitivo.
El 1 de julio del 2026 es una fecha clave, es el “Día D” de las relaciones comerciales de México, pero también de Canadá y de Estados Unidos, cuando la Comisión de Libre Comercio, el órgano máximo del T-MEC, inicie la revisión sobre el futuro de ese pacto comercial.
Esa revisión tripartita, que estaba inicialmente contemplada como de rutina, se ha convertido en una negociación de alto riesgo, porque la pregunta ya no gira en torno al nivel de ajuste del pacto comercial, sino a su supervivencia en medio de las presiones proteccionistas.
Y no hay que esperar seis meses para perfilar el futuro de la región norteamericana. En apenas unas cuantas semanas la Oficina del Representante Comercial de Estados Unidos (USTR) presentará al Congreso de su país el mandato legal, la guía real de todo lo que ese país pondrá sobre la mesa de negociaciones en julio.
Será la depuración de la retórica de campaña de Donald Trump para dar paso a la agenda de Estado, donde quedarán claras las carencias de los tres países, más allá de la estridencia.
Está cerca el momento de entender que nuestro país no es la blanca palomita, víctima de los arranques de Donald Trump quien no valora a su perfecto socio del sur.
No, en Estados Unidos hay presiones importantes para que no termine el T-MEC y con él se pierdan mercados de exportación cruciales.
Pero en México se han cometido excesos que sí han afectado los intereses económicos de los socios comerciales y todo eso se tiene que realinear si es que se busca la continuidad de algún tipo de pacto comercial.
Jamieson Greer, titular del USTR, empieza ya en este cierre de año a delimitar muchos comportamientos mexicanos que sí pueden lastrar la continuidad del T-MEC.
Un asunto básico es la apertura que México generó desde hace muchas décadas, pero en especial en este régimen, a los bienes intermedios de origen básicamente chino.
Está entre las preocupaciones legítimas de Estados Unidos el renovado estatismo monopólico del sector energético que discrimina y margina a los competidores particulares, en especial a los extranjeros.
Los incumplimientos en materia laboral, ambiental y biotecnológico, pactados en el T-MEC, son también asuntos que el USTR llevará al Congreso en enero para delinear su postura con respecto al futuro del pacto comercial.
Pero hay más, la eliminación de los organismos autónomos, la desaparición de la independencia judicial, la limitación de los mecanismos legales de defensa, todo eso está en el ánimo de los socios de México. Y son temas que trascienden los arranques arancelarios de Donald Trump.
Por supuesto que hay un peligro real de que el proteccionismo que impulsa el Presidente de Estados Unidos provoque que el pacto comercial de América del Norte se termine y de forma abrupta y hasta ilegal, pero hay hechos concretos de las políticas mexicanas que aun en un ambiente de negociación regular no ayudan a su continuidad.

