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Tipo de cambio y balanza de pagos
En los últimos seis meses un escenario sombrío se ha cernido sobre la economía mexicana. Se pasó del catarrito a la certidumbre del desplome del PIB; del pequeño ajuste del mercado de cambios a una depreciación considerable; del conocimiento de que la creación de empleos formales era insuficiente a la generación de políticas de auxilio para que no se pierdan los que se han generado.
En este contexto conviene revisar una especie de radiografía de la salud estructural de un país, llamada balanza de pagos (BoP). Es un registro que se lleva de todas las transacciones que realizan las empresas, familias y gobierno de un país con el resto del mundo y se divide en cuatro rubros. La cuenta corriente, exportaciones e importaciones de bienes y servicios, y el turismo.
La cuenta de capital: registra las operaciones financieras derivadas de la compra y venta de activos internacionales: endeudamiento de empresas y gobierno, Inversión Extranjera Directa y de cartera.
Cualquier transacción internacional en BoP da lugar a dos entradas que se compensan, así la consolidación de la balanza por cuenta corriente y por cuenta de capital debe llegar a cero y si existe alguna diferencia que no sea por concepto de errores u omisiones o porque haya cambiado la cotización de las tenencias de oro y plata, implicará que se acumulen o pierdan reservas internacionales. El papel de éstas es proteger el entorno de ataques especulativos y rumores de depreciación.
Los flujos de entrada y salida de capital afectan simultáneamente los mercados cambiario, de dinero y accionario. Las exportaciones o entradas de capital ofertan dólares y las importaciones o cualquier salida de capital demandan dólares.
Desde el período de apertura (1987), la economía mexicana ha presentado déficit en cuenta corriente.
En 1994-1995, un enorme déficit en cuenta corriente (23,000 millones de dólares) se financiaba con (30,000 millones de dólares) del saldo en cuenta de capital, principalmente inversión de cartera.
El cambio de riesgo-país por la inestabilidad política (Colosio, Chiapas, Ruiz Massieu, etcétera) propició una enorme fuga de capitales y dada la fragilidad derivada del tipo de financiamiento hizo insostenible la posición deficitaria. Se usaron 18,000 millones de dólares de reservas y fue imposible sostener la paridad cambiaria, el tipo de cambio pasó de 3 a más de 8 pesos por dólar.
Para explicar la depreciación del tipo de cambio actual habría que ubicar distintos componentes: 1) Un creciente déficit en cuenta corriente que alcanzará 16,000 millones de dólares en el 2008.
2) La reducción de exportaciones en mercados clave por la crisis de EU. 3) Las fallidas declaraciones de funcionarios y empresarios en un ambiente de temor. 4) La demanda de dólares vía precaución, protección o deuda por parte de empresarios, y 5) La menor entrada de flujos de capital, particularmente IED, caída del precio y exportaciones petroleras y baja en las remesas.
El Banco de México opera en la actualidad en un mecanismo de bandas cambiarias, deja flotar libremente la moneda dentro de ellas, pero una vez que la paridad se escapa de ahí interviene, por eso la inyección de dólares. El problema es que si esto persiste y refleja un cambio en la percepción del mercado respecto del nivel que debe tener el tipo de cambio, las intervenciones dejan de ser eficaces, volviéndose predecibles, por lo que la banda se vuelve insostenible, por eso una pregunta que ronda en un año de elecciones es: ¿lo seguirá haciendo el Banco de México?...
*Fernando Samperio Sánchez es profesor de Economía en la Universidad Anáhuac México Sur y su correo electrónico es dofsamp@hotmail.com