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¿Qué pasa en Brasil?

El domingo vimos en Brasil una elección mucho más cerrada de lo imaginada y hoy vemos a hordas de personas pidiendo intervención militar afuera de los cuarteles, para revertir el resultado. El triunfo de Lula fue un alivio para todo el mundo, y parece que el proceso de transición de poderes va a concluir con tranquilidad, pero son enormes las dudas sobre las posibilidades de avanzar en una agenda progresista de gobierno e incluso en garantizar una gestión estable. Bolsonaro ganó enormes apoyos entre sectores como las iglesias evangélicas, o en toda la organización social brasileña ligada al futbol, pero también de poderosos intereses económicos, como el sector agropecuario, interesado en que continúen las políticas que permiten el abuso del Amazonas y de las zonas ahora en control de las poblaciones nativas, para extender sin control sus cultivos. Después de los procesos de apertura comercial, Brasil sufrió la desindustrialización de varios sectores, no así el agropecuario, que se fortaleció y formó un entorno que pretende conservar los valores que entiende como originales de su sociedad.
De acuerdo con la académica Camila Villard, 33 de los 50 principales donantes de la campaña de Bolsonaro pertenecen al sector agropecuario, el cual genera una cuarta parte del PIB y casi el 50% de las exportaciones. Se trata de un sector que también se encuentra representado en las cámaras y que ha construido una poderosa maquinaria política. Tereza Cristina, expresidenta del poderoso Frente Parlamentario Agrícola, que domina poco menos del 50% de los escaños, exministra de Bolsonaro, conocida como Señora Deforestación, fue electa senadora por más del 60% de los votos. En el congreso también se encuentra Ricardo Salles, exministro del medio ambiente de Bolsonaro, acusado de tráfico de madera y de tolerar severos daños a la naturaleza. En ese frente, el agrícola, Lula tendrá una oposición enorme, legislativa y social. Eso además de la impresiónate red de propaganda digital, basada en noticas falsas, que construyó Bolsonaro y que se prepara ya para regresar al poder al todavía presidente en funciones.
Por otro lado, la candidatura de Lula, después de dejar la cárcel, se forjó en tejer alianzas con actores, antes contrarios, pero opositores a Bolsonaro, como el ahora vicepresidente, Geraldo Alckmin, un político liberal, que alguna vez le disputó a Lula la presidencia, o el expresidente de centro izquierda Fernando Cardoso, e incluso con partidos que participaron en la destitución de Dilma Rousseff. También sumó a otros políticos con los que había roto en algún momento, o que estaban fuera del espectro de la izquierda, como André Janones, el político brasileño más influyente en redes sociales.
Lo que Lula hizo en estos años fue construir una oposición real y efectiva a un presidente respaldado por los evangélicos, los empresarios agrícolas, el ejército y muy efectivo en la arena digital. La victoria de Lula fue en realidad una hazaña, como señala el profesor Roberto Andrés, por la habilidad política de Lula y porque en esta ocasión los demócratas brasileños estuvieron a la altura de las circunstancias y no dudaron en construir un frente contra Bolsonaro.
El tema es que ahora el gobierno es una coalición heterodoxa, diferente a la puramente de izquierda que ganó hace casi 20 años. Lula tiene que continuar la tarea de volver a construir un estado de bienestar, con políticas sociales amplias, pero también ahora con nuevas demandas, como movilidad, espacio urbano, inclusión. Al mismo tiempo, debe responder a sus aliados de centro y desmantelar las alianzas que sostienen al fuerza del polo de ultra derecha de Bolsonaro, pero además llevar a cabo una reforma fiscal, ya que, a diferencia de hace 20 años, no tendrá a su favor el incremento de las materias primas. El reto es enorme.
Twitter: @vidallerenas

