Las soporíferas corcholatas

Fue al presidente López Obrador al que se le ocurrió nombrar corcholatas a los aspirantes para ser el candidato o la candidata para la Presidencia del 2024 por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena). Esto lo traigo a la actualidad porque sucedió hace tanto tiempo que posiblemente algunas lectoras o algunos lectores ya no lo recuerdan.

Ah, y algo muy importante, el término corcholata es para uso externo y cotidiano, en realidad son aspirantes a la candidatura presidencial, pero esto es algo que nadie debe decir en público; la simulación que tan bien se nos da a los mexicanos —si hubiera un Campeonato Mundial de ésta especialidad, quedaríamos en primer lugar sin necesidad de vender calzones; obliga a designarlos como postulantes para ser “el coordinador o la coordinadora de los Comités de Defensa de la 4T”, figura que es un disfraz para darle la vuelta a la ley electoral. “En términos reales —dijo Aldo Muñoz Armenta, investigador de la Universidad Autónoma del Estado de México— esa figura los hace candidatos, en el corto plazo les da ventaja a los nominados porque empiezan a promoverse para que haya conocimiento de su figura de forma anticipada”.

El proceso de sucesión adelantado fue impulsado por el mismo presidente de la República, quien previamente eligió a Claudia Sheinbaum —la favorita sentimental de Palacio Nacional; Marcelo Ebrard —el político con más tablas y mayor trayectoria y, por ende, sospechoso de ser capaz de salirse del guión establecido y supervisado desde La Chingada; Adán Augusto López Hernández, amigo y paisano de AMLO, tercero en discordia y el idóneo, en la cabeza del de Macuspana, según mi opinión, para arrebatarle el segundo lugar a Marcelo y dejarlo en una indiscutible tercera posición, es decir, para que Ebrard no tenga ni para donde hacerse para protestar después de la encuesta. Posteriormente, lo pensó mejor y tras varias “respetuosas” amenazas del zacatecano también le dio el ansiado título de corcholata —palabra espantosa— al senador Ricardo Monreal.

Por último, por no dejar y en consideración a los partidos aliados de Morena, eligió dos figurantes: Gerardo Fernández Noroña, del Partido del Trabajo, el más  radical de la contienda; y Manuel Velasco, que hace honor a su partido y es el más verde de los seis. El Ken chiapaneco. Si los cuadros que luce en el abdomen los luciera en la pared de su despacho conteniendo certificados de maestrías, doctorados y otros estudios, el tiempo que le dedica al gimnasio le hubiera proporcionado mejores resultados para su carrera política.

La media docena de tapones de refresco, llevan en campaña, al día de hoy, exactamente la mitad de los días señalados para que uno o una de ellos sea destapado a través de una encuesta de la que prácticamente no se sabe aún nada. Los 45 días de campaña han sido más aburridos que una partida de ajedrez narrada por radio; más pesados que un matrimonio mal llevado. Y no tienen la culpa los precandidatos, perdón los aspirantes a coordinadores, etc., etc. La ley electoral les permite hacer giras proselitistas, les han permitido anunciarse en bardas y espectaculares (anuncia que algo queda) pero tienen estrictamente prohibido hacer propuestas, hablar de proyectos y, mucho menos, entablar debates.

Así las cosas nos conformaremos con saber que Marcelo no baila Payaso de Rodeo; que Claudia repite lo que un día antes dijo Andrés Manuel; que Monreal es devoto del Santo Niño de Atocha; que Noroña diariamente platica en YouTube lo fantástico de su evento; y que Manuel Velasco habla de la perforación de tímpano de Anahí.

Sólo, Marcelo se atrevió a hacer propuestas; se lo prohibieron; expresó que no eran propuestas sino sueños. Y así presentó su Plan Ángel, el uso de tecnología de punta para combatir a la delincuencia.

Al definir sus sugerencias como sueños, Ebrad consiguió calificar los 45 días de campaña de las corcholatas y los que les faltan: algo soporífero.