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La incertidumbre en las elecciones de Estados Unidos y su impacto para México

Según The Economist en su artículo publicado en marzo de 2024, tres grandes riesgos que pueden alterar las elecciones en Estados Unidos: la economía, la frontera y el aborto. En la operación, tres ejes son fundamentales: participación y persuasión, donantes y voluntarios. Cualquier situación que altere estos factores puede inclinar las elecciones hacia el presidente Biden o hacia Donald Trump. Dentro de las grandes áreas de incertidumbre, además, están los terceros partidos –aquéllos que no son ni demócratas ni republicanos–, los litigios de Trump y la edad de los candidatos que añade riesgos importantes en el planteamiento de escenarios. Vayamos al detalle:
Respecto del papel de los terceros partidos, a muchos estadounidenses algunos de estos partidos les parecen un poco raros. La cosecha de candidatos presidenciales para este año incluye a Jill Stein, una ecologista cuya singular contribución a Estados Unidos puede haber sido facilitar la victoria de Trump en 2016 y su retirada del acuerdo climático de París. Incluye también a Cornel West, un profesor de izquierdas que piensa que no hay mucha diferencia entre Biden y Trump. Y también está Robert Kennedy junior, controvertido abogado y activista anticorporaciones.
Demócratas y republicanos guardan celosamente su duopolio. Desde el año 2000, cuando Ralph Nader obtuvo suficientes votos en Florida para inclinar la balanza a favor de George W. Bush, los partidos endurecieron las normas sobre quién puede presentarse a las elecciones presidenciales. Es improbable que Stein y West se clasifiquen en todos los estados (aunque podrían perjudicar a Biden). Kennedy es diferente. En las encuestas que incluyen a terceros partidos parece que obtiene el 12% de los votos. Eso sugiere que debería conseguir suficientes firmas para estar en la boleta en la mayoría de los estados. Y si esas encuestas se tradujeran en porcentaje de votos en noviembre, sería por mucho el mejor resultado de un tercer partido desde Ross Perot en 1992.
Una segunda gran incertidumbre propia de estas elecciones se refiere a los juicios de Trump. Esta semana, el Tribunal Supremo envió la clara señal, en su sentencia de 9-0 contra el estado de Colorado, de que prefería mantenerse al margen de estas elecciones. Por tanto, Trump estará en todas las boletas. Durante los dos últimos años se especuló con la posibilidad de que fuera encarcelado antes de las elecciones o de que, en caso de ser reelegido, incluso tuviera que gobernar desde una celda. Eso no ocurrirá. La mayoría de los juicios a los que Trump se enfrenta no habrán concluido, con las apelaciones, antes del 5 de noviembre. El único caso que tiene más probabilidades de decidirse a tiempo es el más trivial: el juicio a Trump por pagar con recursos de su campaña a Stormy Daniels para mantenerla callada en 2016 por sucesos inconvenientes para su reputación con el electorado conservador.
Por ello, en campaña, los juicios son, y no son irrelevantes. De acuerdo con encuestas de The Economist, un tercio de los votantes republicanos dicen que ser “un criminal” no es un rasgo deseable en un candidato. El partidismo negativo -la convicción de que, haga lo que haga un propio bando, el otro es peor- significa que, aún así, una gran mayoría de los que votaron a Trump antes, volverán a hacerlo. Pero, una vez que comience el juicio sobre su papel en los disturbios del 6 de enero de 2021, habrá recordatorios regulares de cómo terminó su primer mandato, justo cuando los votantes indecisos estén sopesando si darle el voto.
El tercer factor de incertidumbre es la edad de los candidatos. Biden y Trump serán los candidatos de mayor y segunda edad de la historia, por lo que las probabilidades de que se produzca lo que educadamente se denomina un “problema de salud” son mayores de lo habitual. En el bando republicano, Trump no tiene heredero político. Está instalando a su director de campaña como jefe de operaciones del partido y a su nuera como copresidenta. Es tan avasallante el dominio de Trump en el partido que, si se viera incapacitado, se desataría el caos. En cambio, entre los demócratas se debate si Biden es capaz de ganar una campaña debido a su edad. Sus números favorables en las encuestas siguen siendo extrañamente bajos, dada la fortaleza de la economía. La respuesta de la Casa Blanca es que las encuestas se equivocan y que la suerte del presidente cambiará cuando más votantes empiecen a prestarle atención, pero el 85% de los estadounidenses y el 70% de los demócratas piensan que es demasiado viejo para un nuevo mandato. Es poco probable que eso cambie.
La encuesta nacional de The New York Times/Siena College, coincide con una multitud de historias poco halagüeñas sobre la edad y la competencia política de Biden y una creciente especulación sobre sus perspectivas de reelección. La cuestión de si algún demócrata se atrevería a desafiarle en las primarias es un tema cada vez más candente, a pesar de los descartes de los principales candidatos potenciales. Sin embargo, Biden, con un índice de aprobación de solo el 33% en la encuesta, sigue en el juego contra Trump. La encuesta no muestra un líder claro, ya que Biden obtiene un 44% frente al 41% de Trump entre los votantes registrados, dentro del margen de error de muestreo del sondeo.
Un improbable impulso tardío para lograr algunas grandes victorias, como el gasto social y climático, antes de las elecciones de mitad de mandato, podría entusiasmar a los votantes demócratas y mejorar las perspectivas de Biden. Por eso, algunos estrategas siguen pensando que Biden acabará analizando sus perspectivas para 2024 y decidirá no volver a presentarse. Sería dolorosamente irónico que emulara a Johnson, no con el alcance de su programa de reformas internas, sino con la decisión de no presentarse a la reelección tras un primer mandato completo en medio de perspectivas políticas complicadas.
Sin embargo, Biden tiene una carta que jugar con los demócratas que podría cambiarlo todo. Un lanzamiento temprano de la campaña por parte de Trump permitiría al presidente empezar de nuevo a dibujar un contraste más nítido con una alternativa potencial, cuestión que asusta al status quo demócrata, y estadounidense. La encuesta de The New York Times, por ejemplo, revela que, si la elección en 2024 fuera entre Biden y Trump, el 92% de los demócratas elegiría al actual presidente.
Las últimas noticias macroeconómicas de Estados Unidos siguen sobrepasando las expectativas de los economistas. En principio, el balance general es muy positivo para las políticas de Bidenomics, pero hay indicios preocupantes que exigen precaución. De un lado, la economía de Estados Unidos creció a su mejor ritmo en dos años en el tercer trimestre del 2023. Y el más reciente informe de empleo estadounidense volvió a mostrar un mercado laboral vigoroso pese a las subidas de tipos de interés. Por otro lado, precisamente la fortaleza del mercado laboral preocupa a los inversionistas. Los economistas saben que la Reserva Federal reaccionará a los buenos resultados manteniendo los tipos de interés elevados como mejor forma de aplacar la inflación. Tipos de interés elevados se traducen en hipotecas y financiamiento más caro, así como en tasas de interés de tarjetas de crédito más altas, y eso es un problema político, primero, porque hipotecas más inasequibles provocan un mercado inmobiliario más inaccesible, por tanto, los compradores de casas primerizos consideran imposible empezar a pagar una hipoteca. Y segundo, porque los estadounidenses se endeudan a ritmos de récord. El número de hogares que está incumpliendo sus pagos de tarjetas de crédito ha alcanzado cifras que no se veían desde 2011. Una razón importante de ese endeudamiento se debe al aumento de precios que se ha producido en los años posteriores a la pandemia. En el agregado de los últimos cuatro años, los precios al consumidor han subido más de un 20%.
¿Cómo va a afectar el resultado de las elecciones a México? Según Ricardo Aguilar Abé, actualmente, se cuenta con elementos suficientes para pensar que Donald Trump será el candidato del Partido Republicano en las próximas elecciones presidenciales de Estados Unidos, y que derrotará a Joe Biden, aún con las denuncias legales que pesan en su contra.
La retórica utilizada por el todavía precandidato republicano se alinea al discurso nacionalista y un tanto polarizador que lo caracterizó durante su primer mandato. Independientemente de las políticas migratorias y climáticas de Trump (que claramente son relevantes y a la vez polémicas), su política económica, e incluso su política internacional, podrían generar un efecto importante sobre las principales variables económicas de México.
Bajo el supuesto de que el discurso económico nacionalista de Trump se mantiene (o incluso intensifica) hasta el caso de ser elegido presidente, preocupa la política arancelaria que busca implementar en favor de los productores norteamericanos, particularmente en el sector industrial. Hace un par de días, Trump declaró que establecería aranceles hasta de 60 por ciento en la importación de bienes provenientes de China. En cuanto a otros países, los aranceles podrían llegar a 10 por ciento, incluyendo (hasta ahora) las mercancías provenientes de México.
Y es ahí donde entra otro tema relevante: la revisión del Tratado México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC) que iniciará en 2025 y concluirá, con una resolución, en 2026. La llamada sunset clause se activará por primera vez para que representantes de las tres naciones involucradas tengan la oportunidad de llevar a cabo “una actualización constante que atienda nuevos retos políticos y económicos” a seis años de haberse firmado el acuerdo comercial. Una propuesta de modificación a las reglas de contenido regional que favorezca a Estados Unidos, un actuar más contundente respecto a las controversias que contravengan las cláusulas del Tratado (como lo fue hasta hace poco la reforma a la Ley de la Industria Eléctrica), una mayor tensión relacionada con temas laborales o migratorios, y sobre todo, el tema arancelario, podrían afectar el flujo de exportaciones mexicanas.
Aunado a lo anterior, la posibilidad de que Trump reduzca aún más el impuesto corporativo incentivaría a algunas de las grandes empresas a no desplazar inversión fuera de Estados Unidos, con efectos perjudiciales sobre un número importante de proyectos de nearshoring que beneficiarían a nuestro país. Adicionalmente, ante cierta afinidad que en su momento mostró con el presidente de Rusia, Trump anunció que buscaría eliminar el apoyo de Estados Unidos a Ucrania y posiblemente el tema de la participación (y contribución económica) a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
En otras palabras, mientras la elección presidencial interna de México, que se celebrará en junio, no ha impactado negativamente el comportamiento del tipo de cambio, los anuncios de inversiones relacionadas con estrategias de relocalización de la producción, la calificación de deuda soberana o incluso las principales medidas de riesgo país, la reelección de Donald Trump como presidente de Estados Unidos sí generaría riesgos para nuestra economía que no pueden hacerse a un lado. ¿Estamos preparados ante este escenario? Parece que no lo estamos dimensionando.
*La autora es Directora de Inteligencia Más y maestra en Gobierno y Políticas Públicas en la Universidad Panamericana.