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Opinión

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El cambio de rumbo

Hemos sufrido las consecuencias de quienes llegan al poder y desean hacer que las cosas cambien, según su visión y perspectivas.

Con el inicio de las campañas políticas, se hace cada vez más frecuente y normal escuchar todo tipo de pláticas de café en muchos lugares públicos, sobre temas que los partidos dicen que les importan, pero que la verdad no van a tocar, porque no les conviene. Uno de estos temas es el ahora denominado cambio de rumbo, que han estado filtrando algunos, dando a entender que es lo que México necesita para salir adelante. Claro, todos desean que se le dé marcha atrás a la reforma fiscal, pero nadie plantea qué se va a hacer con los recursos que no alcanzan ni para pagar todo lo que por ley debe cubrir el gobierno. Cuando se menciona lo del déficit y el aumento en la deuda, parece que como nadie entiende, piensan que son exageraciones tecnocráticas y se van por la tangente. Sería bueno un recorte a la burocracia y un reajuste a la organización y el tamaño del gobierno, pero a ver quién se atreve y por dónde empieza.

Otro de los temas que implicaría un cambio importante sería la reducción del número de legisladores y de sus organismos y asesorías inútiles, que sólo son utilizadas para dar chamba a los cuates, pero nada resuelven. De pasada sería bueno eliminar el fuero y ser un poco más estricto con el castigo de quienes sean sorprendidos por la Función Pública o la Auditoría Superior malversando los recursos, utilizando sus influencias o inventando dependencias para no hacer nada y contar con más recursos.

Muchos ya se han olvidado del programa de mejora regulatoria y esta área, aparte de ocupar un espacio en el organigrama y emitir un dictamen de impacto regulatorio, no ha hecho nada más, a pesar de que está probado que una buena parte del andamiaje institucional y del marco legal del país está obsoleto y sólo sirve para frenar la iniciativa y la libertad económica. De esto se trataba en un principio la promoción de reformas estructurales y ahora que estamos celebrando con demasiado ruido que hemos avanzado, no nos hemos puesto a pensar en todo lo que hicimos mal y cómo hacer para que las cosas funcionen mejor.

Muchas de estas áreas no son tocadas porque obviamente enfrentan una gran oposición de los grupos que reciben beneficios de ellas; no obstante, hay que ver que el país no puede seguir así. No podemos seguir legislando sólo por ocurrencias de los partidos o de algún líder que quiere poner su nombre en alto. Desde hace mucho tiempo hemos sufrido las consecuencias de quienes llegan al poder y desean hacer que las cosas cambien, según su visión y perspectivas, pero sin tener en cuenta a todo el país, ni mucho menos considerar el bienestar de las mayorías.

Uno de los aspectos menos mencionados en el de los derechos de propiedad; sin derechos de propiedad y un estado fuerte que los proteja, no es posible pensar en que haya más inversión y empleo. Co este solo tema de fondo quienes se dedican a diseñar e instrumentar la política económica podrían hacer planteamientos de la mayor importancia, los cuales, si se explican a la gente y se defienden sus bondades, recibirán el apoyo de las mayorías. En este sentido, tampoco tiene mucho caso sentarse en lo oscuro para hacer algo y luego salir con una brillante idea que será aprobada vía fast track, por una mayoría en las cámaras, ¿pero cuántas cosas así han pasado en los últimos 30 años?

mrodarte@eleconomista.com.mx

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