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Opinión

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Durmiendo con el enemigo

El privilegio de opinar Por: Manuel Ajenjo

Decía Enrique Jardiel Poncela que el matrimonio es la única guerra en la que se duerme con el enemigo. La frase del humorista español podría aplicarse a las circunstancias por las que atraviesa el presidente Felipe Calderón: está durmiendo con el enemigo.

- Al afirmar lo anterior no existe referencia alguna a Margarita Zavala que, pese a su parentela incómoda, ha sabido ser una Primera Dama discreta y digna. Lástima que el frívolo protagonismo de su antecesora le haya impedido desarrollar de manera plena sus cualidades y conocimientos políticos. Su carisma hubiera sido un efectivo contrapeso, en determinados momentos, a la adustez de su marido.

- Al decir que Calderón duerme con el enemigo, metafóricamente nos referimos a su partido y a sus colaboradores. De estos últimos habrá que decir que son más inútiles que un cenicero en una motocicleta, trabajan menos que la manicurista de Freddy Kruger y son más peligrosos que Stevie Wonder y José Feliciano en una competencia de dardos.

- En cuanto a su partido Acción Nacional, tan parecido al PRI hasta antes de las pasadas elecciones, después de éstas se parece al PRD, tiene más problemas que un examen de Matemáticas y están más divididos que una pizza en la casa de una familia numerosa. Además, están más tristes que Bambi el Día de las Madres.

- Tras la renuncia de Germán Martínez Cázares -más pesado que un six pack de Electropura- existe en el PAN un cochinero que ni la niña Mariana, después de todo lo que aprendió al lado de Jesús Ortega, podría arreglar. Tienen una deuda financiera de 300 millones de pesos con una institución bancaria.

- Dos preguntas al margen: ¿no le bastó a la dirigencia panista los 1,059 millones de pesos que le entregó el IFE para financiar su campaña electoral? ¿Esto -emplear más dinero que el que el Instituto Federal Electoral otorga a los partidos para las campañas- es legal?

- Pero las vicisitudes del PAN no sólo son económicas, viven una crisis interna que sus publicistas, con la misma lógica con la que hicieron los anuncios de la pasada contienda electoral, bien podrían decir que vino de fuera, concretamente del PRI, que los apaleó el pasado 5 de julio.

- Manuel Espino -más peligroso que un barbero con hipo- comenzó a agitar el avispero al dar a conocer un comunicado en el que destacó que todo hace suponer que quien llegue a dirigir el partido será impuesto -una vez más- por el presidente Calderón. Además de criticar la gestión de su sucesor, alentó a la militancia a pronunciarse con respecto a favor de un dirigente que no sea impuesto desde el poder gubernamental; pedimos a nuestros consejeros nacionales que decidan con visión de país y no proyecto de poder . Al escribir lo anterior, Espino Barrientos debió morderse la pluma porque, paradójicamente, su manifiesto es en sí mismo un proyecto de poder.

- Otro que expresó una opinión similar fue Santiago Creel, que tiene menos futuro que el Capitán Garfio dando conciertos de piano. Creel dijo que el nuevo dirigente del panismo debe tener autonomía y criticó al gobierno de Calderón por haber hecho alianza con Elba Esther Gordillo. ¿Se le olvidó a Santiago que quien estableció la alianza con la Maestra fue su jefe Vicente Fox?

- Será el próximo 8 de agosto cuando se decida quién es el nuevo jefe nacional panista. Como usted pudo leer en El Economista de ayer, tres nombres son los que más suenan para la sucesión: César Nava, diputado electo, cercano al Presidente del que fue su Secretario Particular; Javier Corral, exsenador, abiertamente opositor del calderonismo; y Rodolfo Elizondo, secretario de Turismo, que en su persona encarna a las dos corrientes -las llamaremos tribus para con ello enfatizar el parecido que en las actuales circunstancias tienen el PRD y el PAN- el foxismo y el calderonismo.

- Pueden agregarse algunos candidatos más, de aquí al 8 de agosto -cinco días después de que los ministros de la Suprema Corte regresen de sus vacaciones cortas, las largas son el resto del año.

- Pero volviendo al tema que le dio origen al título de la columna de hoy. No quisiera estar en los zapatos del Presidente. En primera, porque ha de calzar del seis y yo calzo siete y medio.

En segunda, porque si con la crisis económica -haiga venido de donde haiga venido- nos está cargando el payaso; a la guerra contra la narcodelincuencia -hasta los que decían que la íbamos ganando ya hablan de un aguerrido empate- le agregamos la posible pérdida del control y el liderazgo sobre su partido y la presencia del enemigo en casa, el resultado es que Felipe Calderón Hinojosa tiene más problemas que Robocop pasando por un detector de metales.

COMIDA DE UNIDAD

- Mientras tanto, en la tienda de enfrente, convertida mediante el triunfo electoral en flamante supermercado, cordialmente se sentaron a la mesa -en la que de momento están prohibidas las patadas por debajo de la misma- Beatriz Paredes, los coordinadores de los diputados y de los senadores, y 17 de los 18 gobernadores priístas. A la comida no asistió el gobernador de Quintana Roo, Félix González Canto, pero su ausencia ni se notó.

- La cúpula del PRI cerró filas en torno de la unidad partidista y advirtieron: El triunfo en la contienda electoral pasada no les habrá de generar egolatría porque la voluntad popular no es eterna -sólo dura 70 años como ya se demostró.

- También acordaron no dormirse en sus laureles, aunque haya gobernadores emanados de ese partido que no solamente se duermen en sus laureles sino que, además, lo hacen como bebés.

- Por cierto, ya se supo lo que Eduardo Bours quiso decir cuando dijo que duerme como bebé: se despierta llorando cada tres horas y tienen que cambiarle el pañal.

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