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Opinión

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Su 5 de febrero

Para diversos autores, pero claramente para Sartori, las constituciones son una herramienta del pueblo. En ellas se plasman los derechos de las personas y la organización del gobierno y sus facultades, pero centralmente son las herramientas con las que cuenta la sociedad para defenderse de los abusos del poder o de aplastantes mayorías, que se imponen como la única razón válida e incuestionable en sus objetivos y deseos.

Desde el siglo XVIII se sabe que la única manera de lograr tal defensa del individuo es con un poder judicial libre, imparcial y autónomo, que no esté sometido al poder y a sus veleidades.

Por eso es tan significativo la celebración que organizó Claudia Sheinbaum Pardo en Querétaro la semana pasada. Con ella dejó claro sus aspiraciones y sus debilidades. Una fiesta que apela al pueblo todo, una celebración por ser el texto guía y de orden de todos los mexicanos, acabó siendo la fiesta de la 4t sus líderes y sus adeptos. Al poder judicial no se le invita, “porque le ha faltado el respeto al poder legislativo y al ejecutivo”, dijo ella.

Resulta, además paradójico, que mientras pide cerrar filas con ella (ojo, no cerrar filas con la nación o el país) al mismo tiempo excluye a uno de los tres poderes (iguales ante la ley) salvo a sus tres ministras leales y en abierta campaña para ser, alguna de ellas, la nueva presidenta de la corte.

El mensaje no puede ser más claro. Los que estén conmigo y la 4t tienen un lugar reservado en la república y en la historia, los que no, no. En ese contexto, además, acusa a los rijosos contra la 4t, de no respetar la constitución y de defender sus privilegios. Ya sea porque miente abiertamente o peca de una supina ignorancia, no se da cuenta que ir muchas veces en contra del gobierno es parte de la defensa de la constitución y de los derechos de las personas.

Eso sí, aprovecha la celebración del estado mexicano, el 5 de febrero, para llenarse la boca con un discurso patriotero, simplón y envalentonado en contra de su homólogo Trump. Lo hace sin la descripción de una estrategia, sin la manifestación de las alternativas y sin la capacidad real de hacer cumplir el “mas si osare” de nuestro himno nacional. El triunfo (si es que así se le puede llamar) de principios de febrero con nuestros socios comerciales le duró poco. Tan solo el fin de semana volvieron las amenazas de aranceles al acero y el aluminio de nuestro país. En los tiempos trumpeños es obvio que el presidente de Estados Unidos no ve, salvo por el envío de los 10 mil elementos de la guardia nacional, ninguna señal ni de cooperación, ni de acción de nuestro gobierno contra los carteles de la droga. Peor aún, el gobierno de Trump se ha arrogado el derecho de atacar a cualquier organización delictiva que se dedique al narcotráfico, en cualquier parte del mundo, para acabar con ellos.

El asunto no es menor. Significa que cualquier empresa o persona que se descubra que tuvo, tiene o ha sido cómplice (incluso involuntario) de alguna de estas organizaciones será vetado del comercio con Estados Unidos y serán confiscadas sus cuentas (si las tuviera) en bancos americanos. No se pueden ver las consecuencias de todo esto, porque no alcanza la imaginación de nadie para ver la imbricación tan enorme que hay con la economía de aquel país.

Este 5 de febrero será muy recordado en el futuro. Será la primera celebración de la nación, a la que unos asisten al teatro de la república en Querétaro y otros lo hicimos en la modestia de nuestras casas y nuestra solitaria vida cotidiana, sin la esperanza de que haya en el horizonte, nadie que nos defienda frente a ellos, los del teatro. Nada más, pero nada menos, también.

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Ensayista e interesado en temas legales y de justicia. actualmente profesor de la facultad de derecho de la UNAM.

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