Bolt decide fichar de por vida con Puma

El romance entre Puma y Usain Bolt empezó cuando él apenas contaba con 17 años, hace exactamente una década. Entonces, el joven desconocido de 1.95 metros se convertía en el campeón mundial juvenil en los 200 metros y nadie auguraba el éxito que vendría después. Nadie entonces sabía de lo que era capaz y ellos creyeron en mí , expresó en alguna ocasión el jamaiquino. Hace cuatro años, cuando ya era una estrella y el velocista más rápido de todos los tiempos, Adidas se acercó, le hizo una propuesta y el chico la rechazó. Es fiel.

Nadie, excepto la marca alemana, aceptó apostar por un atleta sin gran renombre. Diez años han pasado desde entonces y hoy, el hombre más veloz del mundo ha renovado su contrato con la marca hasta el 2016 o quizá hasta el 2017, si es que Bolt decide participar en el campeonato del mundo de ese año en Londres.

Aunque Puma no dará cifras oficiales del acuerdo, se estima que éste fue por 10 millones de dólares al año y 4 millones anuales una vez que se retire, pues esperan que siga siendo portavoz oficial de la marca.

La razón del éxito de la relación entre Puma y Bolt es sencilla: ambos son y se dejan ser.

Y esto se traduce en un beneficio mutuo, el cual se estima que a Bolt le ha dejado ganancias, al menos en su último acuerdo del 2010-2013, de 9 millones de dólares por año, triplicándole así los 3 millones de dólares que recibía anualmente por el patrocinio hasta el 2009. Hoy aparece en el lugar 40 de la última lista de la revista Forbes sobre los deportistas mejor pagados del mundo, con ganancias anuales estimadas en 24.2 millones de dólares.

Mientras que a Puma, en el 2009 por ejemplo, la participación de Usain en el Mundial de Berlín, con sus tres oros en los 100, 200 y 4x100 metros, le dio unos 337 millones de dólares en valor publicitario, de acuerdo con una estimación de una agencia francesa de marketing deportivo.

Quizá por ello, a la marca no le pesa ser oneroso con el velocista, pues tras sus tres oros obtenidos en los Juegos Olímpicos de Beijing 2008, Puma le obsequió un BMWM3.

Y es que entonces la empresa consideraba que Bolt le ha dado un brillo global al atletismo. Su personalidad ganadora y su destreza física, que es fenomenal, son una combinación única , dijo Jochen Zeitz, presidente ejecutivo de la marca.

Incluso, su personalidad divertida y su tan personal estilo de vida llevaron a la compañía alemana a crear junto con Bolt una colección inspirada en el jamaiquino, la cual debía llevar forzosamente los colores favoritos de Usain; estar diseñada en relación con sus estilos preferidos de vestir, y también llevar su silueta con su característico festejo que el hombre récord llama To di world, situación muy parecida a lo que Puma hizo hace algunos años con la imagen del basquetbolista Michael Jordan.

Entonces, nacieron las líneas de productos Hooded Sweat Jacket, Bolt Yogo Run, Speed Shorts y LS Top, todas ellas diseñadas en colaboración con Bolt y las cuales, según han estimado, le dejan ganancias a la marca de entre 1.3 y 2 millones de dólares al año.

Sin embargo, en ese romance, como en cualquier otro, Bolt se ha visto con obligaciones que cumplir que no resultan tan agradables para él como estar en la pista. Su contrato estipula que Bolt debe cumplir dos sesiones de fotos obligatorias con Puma al año, además de realizar algunas firmas de autógrafos organizadas por la marca y estar disponible para eventos en algunas competencias.

No obstante, en todo lo demás, Usain es libre de ser quien es. Puma no critica nada en él. Por ejemplo, el día que se coronó como el hombre más veloz del planeta en los 100 metros con 9.58 segundos, Bolt comió al menos una docena de nuggets de pollo, de los que es fanático.

Como fanático es también de las fiestas y de las mujeres, ambos rubros en los que se le ha captado in fraganti, sin tener repercusiones en el contrato con la marca. Así, el éxito de Bolt-Puma amenaza con perpetuarse y seguir dando éxitos a la empresa y al hombre récord, que hoy brilla en el firmamento de los patrocinios tanto como lo hace en el tartán.

cristina.sanchez@eleconomista.mx

rgs