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Arte e Ideas

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Para Rojo, por sus trazos de todos los colores

Pasado mañana- todo sucede en sábado, bien lo dice Homero Aridjis en un poema- Vicente Rojo recibirá la medalla Bellas Artes por razones variopintas pero por todas ellas: desde reconocer a un creador trascen­dental para la cultura mexicana –porque aunque nació en España, en México hizo patria-.

Pasado mañana- todo sucede en sábado, bien lo dice Homero Aridjis en un poema- Vicente Rojo recibirá la medalla Bellas Artes por razones variopintas pero por todas ellas: desde reconocer a un creador trascen­dental para la cultura mexicana –porque aunque nació en España, en México hizo patria-, en homenaje a su trayectoria en la creación y la difusión del arte, por su labor como pintor, diseña­dor, reformador de la industria editorial, escultor, ilustrador, tipógrafo y, sin duda, por ser un referente absoluto de las cultura mexicana de la segunda mitad del siglo xx hasta la fecha.

Vicente Rojo nació en 1932 en Barcelona. Sobrino del General Rojo, el más acreditado jefe de las tropas de la Segunda República Española que se opusieron al golpe de Estado de Francisco Franco, a los 17 años llegó a México para reencontrarse con su padre que ya vivía su exilio en México. Aquí estudió pintura y tipografía, halló sus primeros trabajos, hizo sus primeros diseños y encontró amores definitivos. Comenzaba una larga y fructífera trayectoria. Nada más como ejemplo algunos diamantes – que no botones- de muestra: fue asistente de Miguel Prieto en la Oficina de Ediciones del Instituto Nacional de Bellas Artes; un par de años después fue nombrado Jefe de aquella oficina; hizo los diseños gráficos para las compañías cinematográficas Teleproducciones y Producciones Barbachano Ponce; fue cofundador y director artístico de Artes de México, diseñador gráfico de la Dirección de Difusión Cultural de la UNAM, donde siguió colaborando por muchos años, hizo trabajos de diseño para el Museo Universitario de Ciencias y Artes, la Casa del Lago y fue el diseñador de las portadas para los libros del Fondo de Cultura Económica.

A finales de los años 50, Rojo se convirtió en director artístico del suplemento México en la Cultura, dirigido por Fernando Benítez. Aquella publicación fue, por cierto, un hito tanto del periodismo cultural como de la vida artística de México. En su discurso de ingreso al Colegio Nacional, Rojo recuerda y hace una precisión sobre la generación a la que, muchos dicen, pertenece: Así me encontré formando parte de un grupo de artistas hoy llamados de ‘la ruptura’, nombre que no me parece afortunado. Creo que más que de ruptura se podría hablar de una apertura, de una búsqueda de nuevos cauces expresivos, de otros lenguajes visuales. Así lo hicieron, con sus obras tan personales, Alberto Gironella, Enrique Echeverría, José Luis Cuevas, Manuel Felguérez, Lilia Carrillo, Fernando García Ponce, Roger Von Gunten, junto con otras figuras destacadas de una generación que se cierra brillantemente con Francisco Toledo.

Todos, con caminos muy diferentes, con propuestas innovadoras pero, de una manera o de otra, todos somos deudores de las obras de nuestros mayores:

Rufino Tamayo, Carlos Mérida, Gunther Gerzso, Ricardo Martínez, Juan Soriano y Pedro Coronel.

La vida después de Benítez, llena de amigos y enseñanzas, no detuvo el tremendo impulso creador de Rojo. Se convirtió en cofundador, director artístico y miembro del Consejo Editorial de Ediciones Era, creador de portadas para Joaquín Mortiz, director artístico de la Imprenta Madero, autor de la gráfica del Homenaje Nacional a Rufino Tamayo, diseñador del logotipo del Museo José Luis Cuevas y responsable del diseño y la tipografía del periódico La Jornada.

Como si el arte fuera indivisible y nada fuera un todo y lo mismo, Vicente Rojo también ha llevado su arte a museos y galerías en numerosas exposiciones individuales y muestras colectivas en todo el mundo. Los especialistas en su obra dicen que su pintura se agrupa en cinco series principales: Señales, en la cual trabaja con formas geométricas básicas; Negaciones, surgida de su intención de que cada cuadro negara al anterior y al que le seguiría; Recuerdos, nacida de su intento de abandonar una infancia difícil; México bajo la lluvia, concebida un día que vio llover en Tonantzintla, y Escenarios, compuesta de un repaso de sus temas anteriores y a la vez una suma de los mismos. En mis obras más recientes -puede leerse en su página del Colegio de México-, quiero mostrar un conjunto de escenas íntimas, de instantes luminosos y de leves destellos con la intención de que mi obra pueda sentirse como un canto o un susurro...

Este sábado le darán merecido reconocimiento. Porque Vicente Rojo ha sido a lo largo de toda una vida, la suya, una parte muy importante de la nuestra. Y todo, a su respecto, siempre ha sido como eso.

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