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Arte e Ideas

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Los muchos mundos de M.C. Escher

La exposición M.C. Escher y sus contemporáneos viene desde el Museo Rijks de Ámsterdam a nuestro país; incluye más de 80 dibujos del artista acompañados por obras de otros creadores con los que el holandés compartió.

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Repasar la obra del artista gráfico holandés Maurits Cornelis Escher, mejor conocido como M.C. Escher (1898-1972), es viajar por muchos mundos; muchos mundos que regularmente aparecen en el mismo cuadro. ¿Cómo logra Escher convencernos de las muchas verdades de su obra? He ahí su magia, su alquimia.

En el Museo Nacional de Arte se presenta M.C. Escher y sus contemporáneos, exposición que viene desde el Museo Rijks­ de Ámsterdam a nuestro país. Son más de 80 dibujos de Escher acompañados por obras de otros artistas con los que el holandés compartió, como Samuel Jessurun de Mesquita (su maestro) y Lou Strik (su discípulo

Como decíamos hace un párrafo, lo que hace (muy) particular la obra de Escher es que en cada uno de sus grabados crea muchos mundos. Usualmente, cuando un artista crea un universo, digamos literariamente, no ya gráficamente, lo que piensa es en cómo se llaman sus personajes, qué comen, cómo es su país, etcétera. No así Escher: él lo que plasma son mundos que retan las leyes de la física. Se imagina universos cuya geometría es imposible en el nuestro o cuya ley de gravedad tiene apenas como referencia a la nuestra.

Al crear sus propias reglas, la obra de Escher nos hace pensar a profundidad en lo que ya damos por dado. Tomemos por ejemplo su celebérrima Manos dibujando , quizá su pieza más famosa. En ella dos manos se dibujan la una a la otra. Un bucle de realidad, una gran paradoja que de inmediato nos pone a buscar los mismos ciclos sin resolver en nuestra realidad (los hay, los hay).

La museografía de M.C. Escher y sus contemporáneos es atinadísima, muy lúdica. Hay espejos en varios lugares, espejos esféricos que deforman la visión, como hace Escher en varias de sus obras, particularmente en Naturaleza muerta , que es al mismo tiempo un bodegón y un autorretrato en el que una botella refleja a Escher en el acto de dibujar Naturaleza muerta . Hay rompecabezas, caleidoscopios, en fin, varios instrumentos muy divertidos para examinar y apreciar la habilidad de Escher para engañar a nuestros ojos.

Sumergirse en los juegos visuales de Escher se antoja para perderse y pasarse horas pensando y hasta para ponerse uno mismo a dibujar. No hay mejor piropo que se pueda hacer a un artista.

cmoreno@eleconomista.com.mx

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