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Arte e Ideas

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Las odio y las quiero

A pesar de los casi tres años que llevamos sin él, Carlos Monsiváis vuelve y no sólo a las librerías: al discurso, al debate y a la crítica mordaz.

Imprescindible piedra en el zapato de la vida en México, como bien lo describió Elena Poniatowska en amoroso texto publicado en el 2001, Carlos Monsiváis vuelve. Por supuesto que no ha muerto. A pesar de los casi tres años que llevamos sin él, vuelve y no sólo a las librerías: al discurso; al debate y a la crítica mordaz; al tema siempre propicio en la mejor ocasión; a las librerías donde siempre lo encontrábamos como si se tratara de la sala de su casa. Y además de la mano de una mujer. Y con otras nueve en vivo celebrando el acontecimiento. Se trata de un nuevo libro. Que se llama ¿simplemente? Carlos Monsiváis, misógino feminista. Marta Lamas tiene la culpa.

Lo paradójico del título sí es responsabilidad directa de Carlos Monsiváis cuando aconsejó lo describieran al final de la revista donde colaboró por años, Debate Feminista, de la siguiente manera: Alterna su misoginia con una encendida defensa del feminismo . Y a pesar de las verdades que Elena Poniatowska sigue diciendo de él, Monsiváis amó a su país, amó a sus gatos, amó a sus escritos, pero no amó a las mujeres; ni una vez, ni un día, ni un ratito , ahora resulta que este nuevo libro es una reunión de ensayos, textos y artículos de nuestro cronista favorito que hablan sobre las mujeres y el feminismo, reflexionan sobre cómo se ha construido la sensibilidad femenina, hacen homenaje a las sufragistas del siglo XIX pero también a las maestras rurales del XX y regalan una colección de retratos de mujeres como Rosario Castellanos, Nancy Cárdenas, Simone de Beauvoir, Susan Sontag y Frida Kahlo.

Incluye hasta algunas notas de sexismo en la literatura mexicana y la figura de la mamacita en el cine nacional. Como muchas veces nos ha pasado con Monsiváis, destacó Marta Lamas en la presentación de antier, se trata de un libro muy divertido y, al mismo tiempo, muy profundo. (Beatriz Sánchez Monsiváis, Elena Poniatowska, Carmen Boullosa, Sara Sefchovich, Lilia Rossbach, Carmen y Magdalena Galindo y Gabriela Cano también estuvieron ahí, celebrando, como escribe Sefchovich en la contraportada: que todavía leer a Monsiváis es entrar al mundo de las ideas por la puerta grande).

Sin embargo, muy bien puede sospechar usted, querido lector o lectora, de un libro que presenta a Monsiváis como voz para dar voz al género femenino o se erige adalid del feminismo. No seamos como fueron sus detractores, porque es un hecho innegable la defensa que hizo siempre de ciertos valores que conforman, o deberían conformar a una sociedad sana, culta y progresista. (Como también bien le escribió Elena Poniatowska). Porque detrás del humor, la ironía y la burla presentes en muchos textos de Monsiváis, había un alegato profundo en favor de la tolerancia, la libertad y los derechos humanos. Estudioso, lo que le interesaba, antes que nada y después de todo, era que se terminara la discriminación y la opresión de todas las personas. Uno de los caminos era el feminismo. Pero no nada más para las mujeres , dijo Marta Lamas. Poniendo de evidencia el feminismo, también quitar la carga de masculinidad y de todos esos reclamos y exigencias que también tienen los hombres; Monsiváis siempre habló de causas más amplias .

En resumen, todo fuera como eso, otra vez Monsiváis se vuelve indispensable. Y esta nueva reunión de textos suyos, algo que, sin saberlo, nos faltaba.

COLOFÓN

Carlos Monsiváis, misógino feminista coedición de editorial Océano y Debate Feminista puede ser regalo para las madres mañana que es su día. Pero para hoy, otro regalo. Una carta que Monsiváis le mandó a Elena Poniatowska, con la pretendida misoginia superada:

Si muchísimas mujeres se convirtieron en las más feroces emisarias de la mentalidad patriarcal, muchas otras perseveraron en su decisión de guardar espacios de la intimidad que eran zonas de la voluntad libre. Pienso, por ejemplo, en las madres solteras, en la devoción con que formaron a sus hijos contra el prejuicio que habitaba incluso en ellas mismas. Al respecto no aludo por supuesto al esquema de La Mujer X, que se sacrifica en las sombras para que su hijo llegue a ser un abogado famoso. Aludo a los millones de hogares de madres solteras satanizados por la suficiencia clerical y la estupidez social, al concepto ‘las solteronas’, que designa a las mujeres que le entregan todo a los demás sólo para verse ridiculizadas por prejuicios; si nadie la quiso, ¿por qué hemos de quererla? . Pienso, con la obsesión filial del caso, en mi madre, y para recurrir a un ejemplo literario de tu autoría, a la Jesusa Palancares de Hasta no verte Jesús mío, el gran ejemplo del heroísmo cotidiano que construye la autonomía posible en una sociedad cerrada y homogénea como ha sido la nuestra .

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