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Arte e Ideas

Lectura 3:00 min

El dios de las pequeñas cosas

La nueva película del imprescindible Jim Jarmusch es una celebración de lo sutil, lo leve.

Todo empieza por una interrupción, escribió famosamente Paul Valéry.

Pero la vida de Paterson (Adam Driver) parece más bien una concatenación de lo mismo. Paterson viaja en autobús. No le queda más remedio: él es el chofer. Debe haber sido un pequeño chiste para Jim Jarmusch, hacer una película con Driver en la que salga de driver , de conductor.

Paterson viaja por su ciudad tocaya: Paterson, Nueva Jersey. De algún modo él es el dueño de la ciudad, Paterson de Paterson, que la ha capturado en millas y también en palabras. Verán, Paterson es un poeta fino, un observador de los detalles sutiles de la vida; sea la luz de la mañana partiendo en dos los edificios, o la charla de dos niños sobre el Huracán Carter (boxeador al que Bob Dylan le compuso una canción), o la mirada suspicaz de una mujer sobre dos hombrecitos en plena conversación de machos. Una caja de cerillos o la línea de una canción que se repite incesante en su cabeza. Poesía también eres tú.

Paterson ha alcanzado algo parecido a la felicidad en su vida tan ensimismada. Y un pensaría que alguien así solo sería feliz solo, pero no. Paterson tiene a Laura (Golshifteh Farhani), la infatigable Laura, que persigue sueños como un sabueso a una liebre. Corre, Laura, hoy serás cocinera y mañana cantante country; no importa que siempre tendrás a Paterson de tu lado.

Todo empieza por una interrupción y la vida de Paterson también. A veces se despierta a las 6 menos cuarto, a veces a las 6 y media. Esta semana a Laura le ha dado por cocinar y por tocar la guitarra. Laura es una multicolor que prefiere el monocromo, el blanco y negro son su leitmotif.

La cinta está llena de ellos, de leitmotifs. Los gemelos, por ejemplo, o la cascadas de Paterson, los poemas de William Carlos Williams o la pareja cómica Abbott y Costello, Allen Ginsberg y los pares de Paterson que se ven infelices frente a él, rey de su dominio precisamente porque no busca dominar nada. Una hoja en blanco es un mundo de posibilidades. Paterson knows.

Adam Driver cada vez se vuelve un actor más interesante. Después de trabajar con Scorsese en Silencio estelariza esta hermosa fábula de Jarmusch en la que tiene que actuar-sin-actuar. Esa naturalidad es lo más difícil de capturar en la narrativa. La poesía es lo más cercano y es por eso que Paterson es un breve poema narrativo impecable.

Como Paterson hay pocas cintas. Es un sueño, un cuento de Carver, un instante poético del Williams temprano. Como suele pasar en la cartelera de verano, pronto vendrán estrenos monstruo que dejarán fuera a esta pequeña odisea de lo infraleve.

Vayan a rendirle pleitesía a Paterson, dios de las pequeñas cosas, antes del infame semanazo. Todo honor y gloria, una respiración, tres palabras y poemas que no riman. Paterson les resultará adorable.

concepcion.moren@eleconomista.mx

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