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El diablo que nos guarda
Hace una década éramos más tristes pero menos bellos, mucho más jóvenes pero menos solos y con las mismas ilusas ilusiones...
El número de años siempre es icónico si se quiere. Pero si la cifra suma 10, por rotunda y comprensible, es harto significativa. Todo era muy claro hace una década (Éramos más tristes pero menos bellos, mucho más jóvenes pero menos solos y con las mismas ilusas ilusiones, por ejemplo). Afortunadamente hay también otras maneras, mucho más allá del ánimo y el alma, de bregar con el tiempo transcurrido. Un libro, lo mejor.
Justo en el 2003, la novela Diablo Guardián, de Xavier Velasco ganó el Premio Alfaguara. Además del hambre de victoria que nos caracteriza y el entusiasta patrioterismo que nos invade ¡un escritor mexicano le ganó el premio a todos! resultó que había una razón más profunda para ser felices y celebrar: la emoción que provocaba la novela en sí, la historia sorpresiva y seductora como su protagonista Violetta (con dos tes: la segunda la crucifica, como dijo Carlos Fuentes); un uso del lenguaje que no era corriente y sí muy emocionante; anglicismos irritantes para los puros, adecuadas impertinencias, que no malas palabras y un avistamiento al polvo blanco, más allá del escándalo y la nariz agujereada. Millones de aventuras y opiniones con las voces del cielo y el infierno. Era difícil no quedarse en un libro que nos introducía a sus páginas diciendo lo siguiente:
Ave María Purísima: me acuso de ser yo por todas partes. O sea de querer siempre ser otra. Y hasta peor: conseguirlo, ¿ajá? Me acuso de bitchear, witchear y rascuachear, de ser barata como vino en tetrapak, y al mismo tiempo cara, como cualquier coatlicue traicionera. Me acuso de haber robado, no una ni dos veces sino a toda hora y en todo lugar, como chingado pacman cocainómano.
Me acuso de acusar al confesor por mis pecados, y de haberlo nombrado Demonio de Mi Guarda sin siquiera explicarle la clase de alimaña que estaba contrayendo. Porque a mujeres como yo no las conoces; las contraes. Como los matrimonios y las enfermedades y las deudas. Ay, mi Diablo Guardián: Dios te lo pague.
La novela tuvo un éxito diabólico, por impactante. Aparecieron fanáticos a ultranza, lectores asomados a lo que creyeron imposible.
Muchos se reconocieron en sus páginas casi iguales a sí mismos. Hombres y mujeres, quisieron ser o dejar de ser Violetta. El libro lo leyeron o abandonaron casi todos, recibió reseñas de altísima factura, críticas de innegable mala leche y elogios que por tempranos fueron hasta desmedidos. Pero Diablo Guardián siguió su paso, independientemente de su autor y sus trabajos posteriores.
Hoy regresa. A celebrar aniversario con el regalo que ya se está haciendo una costumbre de la editorial Alfaguara: una reedición de Diablo Guardián, un libro hermoso y pesado, con todo y la pasta dura que siempre extrañamos tanto y un texto nuevo, casi para iniciados, que Velasco titula Mi Violetta .
El autor ha estado celebrando por su cuenta en algunas apariciones de promoción. Sigue estando feliz y afirmando que fue Diablo Guardián el proyecto al que le dedicó su tiempo entero durante un periodo largo a pesar de toda conveniencia, y apostándolo todo.
Que el Premio Alfaguara fue más bien un rescate, pues de no haberlo obtenido tendría que haber buscado otra manera de vivir. En una reciente entrevista, Velasco habló de su novela y contó que fue en un fin de fiesta cuando acabó contando la historia de Violetta.
El sol justo se asomaba todo siempre es como eso- y terminó la narración. Ahí supo que ya tenía novela.
He contado esta historia varias veces, pero nunca es igual. Cuento, pues, una historia que no puedo creer, y que sólo la creo porque me ha sucedido.. Y a lo mejor por eso nunca me queda igual, puesto que lo que narro es el transcurso (tardío, traicionero, artificioso) de mi incredulidad, con la vehemencia suficiente para que lo que es cierto también parezca cierto .
ckuhne@eleconomista.com.mx