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El Colegio Nacional da la bienvenida a Cristina Rivera Garza, primera escritora en ingresar
En sus cuentos, poemas y ensayos, Rivera Garza se ha ocupado de temas críticos como la migración, la frontera, la identidad, la salud mental, los feminicidios, los estudios de género y la necropolítica. Por esta razón, considera que el acto de escribir es activismo, ya “que toda escritura tiene la capacidad de convocar, es decir, de crear comunidad”.

Foto EE: Hugo Salazar
“Cristina Rivera Garza trata a la tierra como una página inexplorada, no escribe para comunicar lo que ya sabe sino para saberlo. Su escritura es fronteriza en un sentido amplio, por los temas abordados, pero, sobre todo, por la mezcla de géneros y técnicas que crean un insólito campo de significados, un espacio híbrido que incorpora voces ajenas y renuncia a la tradicional hegemonía del autor. En sus páginas el ensayo y la ficción borran sus límites”, asegura Juan Villoro en contestación al discurso inaugural de Cristina Rivera Garza, escritora, historiadora y crítica, quien este viernes 21 de julio se convirtió en la primera escritora en ingresar a El Colegio Nacional.
No es casual que Rivera Garza haya combinado la práctica literaria con una notable carrera académica, nacida en Matamoros Tamaulipas en 1964, ha estudiado y enseñado en ambos lados de la frontera, licenciada en sociología por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y se doctoró en historia latinoamericana en la Universidad de Houston, donde también recibió el doctorado honoris causa y donde fundó el primer programa bilingüe de escritura creativa con nivel de posgrado. “River Garza abrió puertas de un sitio para escribir y pensar en los dos idiomas de la región y sus posibles mezclas”, confirma Villoro.
Contar la historia de Rivera Garza indudablemente obliga a voltear al norte del país “El horizonte de los desplazados”, como señala el escritor y periodista. Él asegura que Rivera Garza es la gran autora de los desplazamientos forzados y voluntarios físicos e intelectuales, producto de la necesidad o de los trabajos de la mente, “en tiempos digitales recupera realidades y escucha a los que van a pie, como historiadora, pero sobre todo como escritora, sabe que el pasado siempre está a punto de ocurrir, la nueva tira de la peregrinación tiene a su cronista”.

La nueva integrante ha decidido seguir huellas, rastros y signos que podían perderse en el olvido y el desierto, “nada estimula tanto su escritura como la ausencia. Lo que no está ahí, los movimientos de quienes buscan algo que no han visto ni conocen”.
En la ceremonia, Rivera Garza fue elogiada, por su entendimiento de la narrativa como una variante del pensamiento crítico, Villoro argumenta que “el inventario de sus temas es el mapa de nuestro tiempo, de los feminicidios, a la necropolítica; de las lenguas minorizadas, a la percepción social de la locura; de los nómadas, a los papeles ocultos en los archivos; de los estudios de género, a las condiciones de vida que rodean el trabajo literario”.
Luego del discurso de contestación, Rivera Garza fue ovacionada por sus compañeros y público invitado para después recibir un fistol de manos de Adolfo Martínez Palomo, presidente en turno de El Colegio Nacional, quien además dio la bienvenida formal a la nueva integrante de la institución. El Colegio Nacional tiene una nueva integrante entre sus filas.
De acuerdo con la Institución, la autora de la novela Nadie me verá llorar (1999) es un miembro con méritos por la originalidad de su voz, el aliento poético de su escritura y la sugerente mezcla de lo literario con las ciencias sociales; además de ser una de las escritoras más sobresalientes de México, con una trayectoria literaria que ha transcurrido y prosperado a la par de su labor académica.
Escribir es activismo
“Muchas gracias por esta bienvenida, por estas palabras, por las referencias que evidencian la relación tan estrecha que existe entre las artes, la literatura, el cuerpo y el lenguaje de las ciencias. Gracias a todos por estar aquí, esta noche como lo pueden imaginar, es una noche importante para mi y les agradezco esa compañía”, dijo Rivera Garza en su discurso inaugural “Escribir con el presente: archivos, fronteras, cuerpos”.
Ella considera que el acto de escribir es activismo, ya “que toda escritura tiene la capacidad de convocar, es decir, de crear comunidad”, a partir de ello la también historiadora trajo a la mesa referencias muy personales, como la vida de sus abuelos en el campo, y su caminata migrante, historias de ancestros para “vengar a los míos, traerlos a un medio que una y otra vez a tratado de relegarlos al olvido”, señala.
En un siguiente momento, toma como un gran refrente a José Revueltas y como buena historiadora, su discurso va lleno de fechas y referencias; no perdió oportunidad tampoco por hacer referencia a su tierra, Tamaulipas y por supuesto, una y otra vez referencias para voltear al norte del país y su dinámica, tampoco olvida a las escritoras que han marcado su existencia, pero también le da voz a aquellas que están por venir. “Le debo muchísimo a muchas escritoras, mi relación con la literatura escrita por mujeres es basta, entrañable y de gran gratitud, me habría encantado convocarlas a todas ellas”.

Por último y muy importante, su hermana. “No puedo irme sin mencionar otra forma de ancestralidad, la que surge entre los asesinos y sus víctimas. La muerte violenta y el duelo colectivo también trastocan otras líneas de ancestralidad. El 16 de julio de 1990, Liliana Rivera Garza, mi hermana menor, fue víctima de feminicidio cuando tenía 20 años, unos meses después del crimen una jueza de la Ciudad de México encontró que tenía en su haber evidencias para levantar una orden de arresto contra Ángel González Ramos, su exnovio, quien desde entonces se dio a la fuga (…) años después, cada que su nombre se alza en las pancartas de marchas feministas, cuando su rostro aparece, entiendo que Liliana se ha convertido en la ancestra de otras más jóvenes”.
La ceremonia puede consultarse a través de: https://colnal.mx/agenda/leccion-inaugural-de-cristina-rivera-garza/