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Arte e Ideas

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Contra la tortura, la literatura

A un escritor, la imaginación (y a veces la locura) le puede salvar la vida. Mauricio Rosencof lo sabe bien porque durante 13 años vivió privado de la libertad. El uruguayo ha registrado su experiencia en: "Las cartas que no llegaron", "El Bataraz" y "Memorias del calabozo".

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A un escritor, la imaginación (y a veces la locura) le puede salvar la vida. Mauricio Rosencof lo sabe bien porque durante 13 años vivió privado de la libertad, condenado al olvido y a la tortura mecánica y atroz de un régimen dictatorial indolente. Su experiencia la ha contado con muchos cojones, mucha valentía y muy poco (o nulo) resentimiento.

Fue en septiembre de 1973 (el mismo año que tanto duele a los chilenos) cuando 9 presos políticos tupamaros, entre ellos Rosencof y Pepe Mújica (actual presidente de Uruguay), fueron convertidos en rehenes, incomunicados y sujetos por más de 11 años y medio a múltiples torturas en calabozos de 1.80 x 60 cms., sin más alimentación que pequeños insectos ni más bebida que sus propios orines.

Esto por voluntad propia, por estrategia personal, no porque los milicos los hayan obligado. Aceptémoslo: hay que estar un poco loco (o muy desesperado) para tomarte tus propios meados.

En esas condiciones la realidad tangible no era vivible. Entonces, utilicé los recursos con los que cuenta un escritor: la imaginación, el recuerdo, la memoria y la fantasía , apunta el escritor uruguayo.

Sabemos que con esos recursos, un escritor puede hacer maravillas, incluso puede hacerse millonario. Pero en el caso de Rosencof esos recursos le sirvieron para seguir vivo: se prefiere vivir en los territorios de la imaginación, y quedarse ahí porque el regreso significaba volver a esa realidad invivible , dice el uruguayo, quien ha registrado su experiencia en libros de ficción y no ficción: "Las cartas que no llegaron", "El Bataraz" y "Memorias del calabozo" son algunos de ellos. Todos, libros de una vitalidad a prueba de balas, testimonios de gran calidad literaria.

Rosencof sonríe, en su rostro no hay tristeza ni amargura, no hay asomo de dolor. El hombre de casi 80 años pide leche para su expresso cortado y agua tibia para la garganta, y luego de carraspear y tocar con un gesto de cordialidad, casi de pares, la rodilla de su interlocutor, lanza:

Mientras el cuerpo aguante, voluntad no falta. Para escribir no hace más falta que poner una hoja en blanco sobre la máquina de escribir, gira el rodillo, y no levantarte hasta que la llenes , dice.

El escritor separa su literatura de su militancia: en política soy un político y en literatura trato de escribir bien. En "Memorias del calabozo", que es un testimonio, no hay un solo adjetivo, simplemente se cuenta el mundo y la vida tal cual fueron. Y hoy forma parte de nuestra memoria porque la historia de un país es la memoria de su pueblo , afirma.

Las cartas que no llegaron (que se adaptará próximamente al cine bajo la dirección del italiano Guissepe Ferrara) se presentó el día de ayer en esta ciudad con la presencia del autor. En la narrativa de Rosencof no hay falsa nostalgia ni odio. Su prosa es potente y fulguran la vitalidad y la ironía,

además hay mucho humor porque ese también es un recurso y Rosencof es el maestro en el uso de los recursos de la supervivencia, aquellos que sirven para mantenerse alegres de pie ante el abismo como un acróbata sobre un precipicio o como un temerario domador de leones.

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