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Recuperar la ciudad, recuperar-nos
Diversas voces advirtieron ya contra el regreso a la normalidad anterior al 19S en la Ciudad de México.
A una semana del sismo que hirió a la Ciudad, se mezclan sentimientos encontrados: la sensación de pérdida ante muertes y derrumbes, calles acordonadas, olor a polvo y gas; la emoción de la solidaridad activa, la energía recuperada de una comunidad afanada en el rescate, en apoyo a los demás, la reconstitución de un nosotros y de un espacio público nuestro.
Hay quienes anhelan volver a la normalidad y tienen razón: volver al trabajo, a la escuela, a la vida social, restaura un sentido de estabilidad, aunque haya que procesar el trauma y el dolor. Hay quienes no pueden volver a ella porque han perdido casa, a seres queridos, puntos de referencia o siguen afanados en salvar vidas y cadáveres en edificios colapsados. Recuperar a las personas vivas o muertas es prioridad. En un país de desaparecidos, es intolerable uno más.
Diversas voces advirtieron ya contra el regreso a la normalidad anterior al 19S en la Ciudad, al 7S y 23S en Oaxaca y Chiapas. Estas advertencias no se contraponen a la necesidad psicológica de reencontrar nuestro centro individual. Apuntan, al contrario, a la urgencia de recuperar-nos con una nueva perspectiva: con sentido crítico ante los vicios y deficiencias que hemos aceptado como normalidad .
Tras esta semana de unión y trabajo en común, de dedicación solidaria ante el dolor ajeno, pese al propio; tras días y noches de entrega de miles al rescate y la acción colectiva, no podemos volver a la rutina anterior de una Ciudad depredada por gobierno y capital inmobiliario,
hostigada por el crimen organizado y la colusión de autoridades locales, deforestada en detrimento de la salud de todos, desorganizada por la ausencia de transporte público suficiente y digno; minada por la voracidad de un sistema de acumulación que desprecia la vida y la salud, que multiplica desigualdades y que normaliza la violencia.
No podemos querer una Ciudad donde mueren trabajadores y trabajadoras en un edificio ocupado por empresas donde no hay lista de nómina y salen a la luz irregularidades que se busca ocultar con una limpia inmediata del predio, como en Chimalpopoca y Bolívar; donde caen edificios y escuelas por la corrupción de dueños y autoridades.
No podemos volver a la inercia de un país en donde los estados más pobres, Oaxaca, Chiapas, Guerrero, quedan a merced de un aparato político que se desentiende de sus obligaciones, que carece de la mínima decencia para sacar de la miseria a millones de personas, porque esas vidas no les importan, porque están lejos y nadie, suponen, se va a enterar de su desgracia. Hoy el Istmo es el más apaleado, pero hace décadas que Oaxaca padece desigualdad infame y malos gobernantes.
En estos días hemos enfrentado rumores, falta de ética de medios que confunden información con entretenimiento y pasan por alto que un desastre no debe transmitir en vivo por horas y horas para evitar traumas colectivos. Hemos constatado egoísmos y vanidades de personajes públicos, falta de previsión y organización en una ciudad y un país con alto riesgo sísmico por corrupción, omisión o mera incapacidad para determinar prioridades. O ¿por qué la autoridad no ha podido proveer suficiente herramienta especializada para el rescate?
Pese a todo, junto al dolor y la frustración, hay esperanza ante el nuevo sentido de comunidad, el deseo de pertenencia a un barrio, una ciudad, un pueblo, un país, en donde la acción colectiva contribuya no sólo al rescate sino a la construcción de un nuevo horizonte.
Reconocer la importancia de lo común, el poder como acción colectiva, es esencial para seguir adelante. El reto es mantener y convertir esta energía en exigencia y acción constructiva para recuperar-nos y vivir de otro modo. Actuar juntos, con nuestras diferencias, contra la corrupción, la violencia, la negligencia de una clase política que derrocha nuestros recursos a costa de nuestras necesidades vitales.
Vivir en estado de emergencia, como millones desde hace años y hoy miles más, no es lo normal . Los sismos son imprevisibles. Actuar en conjunto depende de nosotros.