Lectura 5:00 min
Venga, Rajoy... A pedir su Halloween
En España, el gobierno de Mariano Rajoy se resiste ?a tener que aceptar que la economía de ese país requiere ayuda externa.
Hoy, España tiene un tratamiento similar al que recibe Grecia y no una distinción como la que merece Alemania, y se dedica a defender su soberanía.
Decían los presidentes mexicanos de la vieja guardia priísta que Presidente que devalúa, se devalúa. La realidad es que ninguno de los presidentes del viejo régimen se salvó de pagar con una devaluación sus excesos financieros.
En España, el gobierno de Mariano Rajoy se resiste a tener que aceptar que la economía de ese país requiere ayuda externa. Quizá entre sus consideraciones está la del impacto político para él y su partido, el Popular, pero lo que este país se resiste a perder es su autonomía en la toma de decisiones financieras.
Por muchos años, España fue marginada de la Europa del primer mundo por razones bien fundamentadas en la dictadura franquista. La afortunada etapa democrática de ese país se ha acompañado de un crecimiento y un deseo de destacar como una gran nación.
Hoy, España tiene un tratamiento similar al que recibe Grecia y no una distinción como la que merece Alemania. Y eso es lo que hoy pesa más.
El Presidente del gobierno español y el primer ministro italiano, Mario Draghi, han hecho una buena mancuerna en la defensa de su soberanía financiera. Tanto Rajoy como el Premier italiano defienden su capacidad autónoma de salir de esta crisis sin tener que recurrir a la ayuda condicionada del resto de sus socios.
Pero el tiempo se acaba, las metas no se cumplen, la economía cae cada día más, los mercados se desesperan y el mundo desarrollado está perdiendo la paciencia.
La batalla política es con Alemania y su aliado francés. Son, al final, los que más han pagado las consecuencias de la crisis financiera del bloque de la moneda única europea. Pero también Estados Unidos y China tienen una opinión al respecto.
En el caso chino, como uno de los grandes tenedores de papeles de deuda de la región, se quiere garantizar que su dinero está seguro. Sólo que los asiáticos no son los campeones de la transparencia financiera y los buenos manejos de la economía, así que son discretos.
En el caso de Estados Unidos, el tema español se ha metido en las campañas electorales. El primero en disparar fue el chivo en cristalería Romney, que pisoteó a España para quedar bien durante el primer debate.
Pero Barack Obama, presidente, dijo algo importante: no hay que dejar que España se derrumbe, en un mensaje que bien pudo haber dicho en alemán. El guiño es para el bloque que presiona a Madrid para que ya acepte el plan de rescate.
¿A qué parece que le tiene más miedo el gobierno de España? No al dinero prestado vía la compra de bonos de su deuda desde el Banco Central Europeo. Ni siquiera al plan de pagos que le diseñen para hacer frente a estos recursos frescos.
Lo que más espantaría al gobierno del Partido Popular es tener que aceptar una serie de condiciones de manejo financiero futuro que le quitarían poder de decisión.
Parece que es una necesidad que en la Unión Europea, en especial entre los países que comparten el euro, sea creada la figura de un supercomisario que verifique el diseño y aplicación de los presupuestos nacionales.
Si algún país propone un presupuesto fuera de los márgenes permitidos, lo corrigen. Si otro país propuso lo correcto pero lo incumple, lo castigan. ¿Quién sería la máxima autoridad de facto en esta instancia? ¿Grecia, Portugal, España? Evidentemente, no. Sería, sin duda, Alemania.
España está en recesión, no parece que vaya a lograr sus metas de reducción fiscal, tiene a la cuarta parte de su fuerza laboral parada y, al mismo tiempo, no quiere que nadie la ayude imponiendo condiciones.
Sin embargo, no parece que le quede otro remedio a España que solicitar un rescate, aceptar las condiciones y tomarse un tiempo, largo tiempo, para recomponer la economía de ese gran país.
Quizá no debería hacerlo hoy que pudiera pedir su Halloween, ya que se metieron en el tema los estadounidenses.
Lo que parece claro es que no puede terminar el año antes de que España solicite el rescate de su economía a través de los mecanismos propios de la unidad europea. Tardar más tiempo puede resultar muy negativo para todos.
ecampos@eleconomista.com.mx