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Pluralismo democrático
Subsisten fuerzas y modelos políticos que quieren restaurar el autoritarismo, destruir el contexto multilateral y nulificar los acuerdos globales.
El nacionalismo y el populismo pretenden terminar en muchos países con el pluralismo democrático, en buena medida por los problemas de gobernabilidad y el desprestigio de los partidos políticos.
No sólo los de izquierda y derecha, también los de centro que han sido identificados como fuente de indefiniciones.
Si bien triunfó la democracia liberal cuando cayó la Unión Soviética, subsisten fuerzas y modelos políticos que quieren restaurar el autoritarismo, destruir el contexto multilateral y nulificar los acuerdos globales.
Ante ello, los partidos políticos se apresuran a redefinirse e identificar a los adversarios. Es la tarea difícil de aparecer distintos para el objetivo de tener adherencias electorales. Este es principalmente el objetivo. Se definen principios aunque después se ignoren sus consecuencias.
La gobernabilidad se ve afectada por la vetocracia. Los partidos privilegian sus posiciones y sacrifican las alianzas.
En Alemania el Partido Socialdemócrata renunció a una nueva alianza con los dos partidos de centro derecha que apoyan a Angela Merkel.
Se ha visto impedida de establecer alianzas con otros partidos, particularmente con los liberales que prefieren esperar para hacer gobierno con otros partidos. Consecuentemente el Partido Socialdemócrata está considerando la posibilidad de una nueva alianza con Merkel.
Otro ejemplo es el rechazo en España del partido Podemos de un izquierdismo populista, de hacer alianza con el PSOE, el partido líder de la izquierda.
El resultado es que siga gobernando la derecha del PP con Rajoy como presidente.
En Estados Unidos (EU) ha sido evidente la decisión del actual presidente Trump de entorpecer las reformas del expresidente Obama. Se ha enterrado el reformismo gradualista. En su lugar, hay disrupciones en gran medida determinadas por el narcisismo.
Asociado a estos eventos de forcejeo y pérdida de identidad política, resulta evidente que se están debilitando las definiciones y lealtades vinculadas al progreso.
La socialdemocracia, que ha sido por mucho tiempo el baluarte de los avances sociales dentro de la democracia liberal y la economía de mercado, se está deteriorando porque cada vez es más difícil conectarse a la globalización económica y superar la crisis del Estado de bienestar.
Otro factor desestabilizador es la mano mefistofélica de Vladimir Putin, que se ha metido en las elecciones de Estados Unidos, de Alemania, en el Brexit, en Holanda, en Francia, y últimamente en Cataluña para independizarse de España.
Dice Manuel Valls, ex primer ministro francés: “Rusia intenta dividir a las sociedades aprovechando las nuevas tecnologías. Lo hicieron en EU y lo hacen en Europa a nivel económico y político. Esto es inadmisible.
Las instituciones europeas y los gobiernos tienen que decírselo muy claramente a Putin y a los rusos”.
También los rusos podrían intervenir en las próximas elecciones en México, favoreciendo a un candidato que realice acciones a tono con las intenciones rusas sobre EU, dada la importancia geopolítica de nuestro país.
Para las elecciones del 2018 ya están los candidatos y sus alianzas, en un escenario previsiblemente complicado.
La solución política de los problemas de nuestro país para el próximo presidente es una defensa de los intereses de las empresas y una orientación social para superar los saldos de pobreza y desigualdad. Mejorar los servicios de salud y educación, como prioridades para la inversión en capital humano y la estabilidad social.