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Opinión

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Nostalgia del caviar: Las antorchas de AMLO y el Covid-19

Foto: ReutersFoto: Reuters

Pienso en antorchas y de inmediato vienen a mi mente las escenas de Frankstein (1931) y su monstruo, el gran Boris Karloff, revivido por la electricidad de un rayo. La muchedumbre cargando las teas y persiguiendo hasta el molino al ente, quien arroja a su creador al vacío para luego morir quemado por el fuego producido por las antorchas.  ¿Se relacionan las antorchas con la persecución y el odio?

Supongo que depende del contexto. ¿En qué está pensando el presidente López Obrador cuando convoca a la celebración del Grito con 500 personas que lleven antorchas? ¿Convocará a perseguir conservadores y fifís hasta un hipotético molino?  No sería extraño pues a diario convoca a sus seguidores a la persecución al señalar culpables de que las cosas le salgan tan mal. 

Es seguro que no piensa en la antorcha olímpica, un símbolo de la paz nacido en 1928, paradójicamente en el periodo de entreguerras mundiales. El fuego prometeico simboliza el conocimiento, la capacidad de hacer y construir. Con una economía derrumbada y con escasos apoyos de parte del gobierno no se puede decir que el fuego robado a Zeus está en su mente. De todos los recursos que anuncia para enfrentar la crisis económica dejada por el Covid-19 sólo hay de nuevo 3 millones de créditos de 25,000 pesos, todo lo demás son apoyos ya presupuestados (jóvenes construyendo el futuro, becas, tercera edad, etc.).

Han pasado tres meses (mayo) desde que se empezaron a dar estos 75,000 millones de pesos y hay indicios de que estos tres millones de créditos no han podido ser otorgados del todo por diversos motivos, ni siquiera a los trabajadores informales. De cualquier forma, organismos como CONEVAL, OCDE o CEPAL no están muy optimistas al respecto de que impacten de manera importante en los que menos tienen, así que Prometeo y su fuego no están inspirando a López Obrador.

También están las antorchas del Ku Klux Klan y de los supremacistas blancos que, al grito de ¡sangre y tierra!, desfilaron el pasado mayo por las calles de Charlottesville, Virginia, reclamando su derecho a tener sus monumentos relacionados con la esclavitud. La marcha estuvo lidereada por Richard Spencer, del movimiento "Alt-right", una organización de extrema derecha que defiende la supremacía de los blancos. Al otro día, Spencer dio una plática, por supuesto sin usar cubrebocas, y a guisa de saludo soltó un “heil, Trump”, en honor al amigo del presidente López Obrador.

A propósito de sangre y tierra, en el primer año y medio del gobierno actual fueron asesinadas 53,628 personas, entre ellas, más de 5,800 mujeres y 1,800 niños y adolescentes. Casi 100 personas asesinadas cada día. Haciendo un comparativo con los dos sexenios previos en el mismo periodo, la tasa actual de asesinatos duplica a la de Felipe Calderón y es 55% más alta que la de Enrique Peña Nieto.

Pero de seguro el presidente López Obrador no está pensando en este tipo de antorchas ni en los muertos, ya que cada vez que se lo mencionan contesta que así le heredaron el país. Tal vez está pensando en el mural de José Clemente Orozco que retrata a un Hidalgo con la antorcha de la libertad en la mano. Esta obra se encuentra en el Palacio de Gobierno en Guadalajara, Jalisco. Por cierto, fue el último mural que pintó Orozco. La cara del padre de la Patria aparece descompuesta, como quien ha sido obligado a escuchar de corrido todas las mañaneras. 

Así que, en el caso de las antorchas, todo depende del contexto y la intención, pero yo no puedo dejar de asociar los desfiles nocturnos de teas con persecuciones o cultos a la personalidad (o ambas). Pienso en la antorcha que en mayo de 1933 una mano juvenil de la “Liga de Estudiantes Alemanes” tiró sobre una pila de libros en la Opernplatz, por contener conocimientos contra la raza y la “ciencia” aria.

Hablando del tema, el 30 de enero de 1933, cuando el presidente von Hindenburg hizo canciller a Adolf Hitler, ¿adivinen como celebraron los partidarios de este último? Con una marcha de teas por Berlín. Cabe preguntarse, ¿a quién se le ocurrió el efecto nocturno de estas luces usadas por muchedumbres? Su efecto sicológico se conocía desde los romanos al menos, pero en los tiempos modernos tal vez Goebbels las recicló.

Para mí, las marchas de las antorchas suelen terminar como el 27 de febrero de 1933 cuando el fuego devoró el Reichstag y Hitler acusó a los comunistas, pidió a Hindenburg la suspensión de los derechos y comenzó a demoler las instituciones del pasado, el pasado culpable.

Mientras el gobierno planea su fiesta de antorchas, el fuego de la pandemia devora 336 mexicanes cada día. En cinco meses iguala a las víctimas de homicidio doloso de año y medio de gobierno. Dos cifras, dos fracasos y muchas víctimas.

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