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México destaca en propiedad intelectual, pero su economía no crece
El IMPI es un órgano gubernamental superavitario con un nivel de eficiencia de categoría mundial y que no extrae recursos de la Federación.
Un día como pero de 1970, inició sus funciones la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI). Para conmemorar este suceso, el 26 de abril de cada año se celebra el Día Mundial de la Propiedad Intelectual, fecha en la que muchas voces destacan la importancia de las leyes que protegen los intangibles creados por inventores, artistas y comerciantes.
La propiedad intelectual es un sistema de instituciones jurídicas que buscan generar un ambiente de competencia leal, garantizando la diseminación del conocimiento y fomentando la creatividad.
Para sorpresa de muchos, México ha destacado entre las economías emergentes por sus avances en este rubro. El Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial (IMPI), encabezado por Miguel Ángel Margáin, es uno de los pocos organismos gubernamentales superavitarios que no extraen recursos de la Federación y, aun así, se ha colocado a nivel mundial entre los primeros lugares de eficiencia. Por ejemplo, un trámite de registro de marca en México cuesta menos de la mitad que su correlativo en la Oficina de Marcas de Estados Unidos y puede resolverse hasta tres veces más rápido. Según cifras de la OMPI, en el 2014 México fue el noveno país del mundo que recibió más solicitudes de registro de marca.
La Procuraduría General de la República designó en el 2013 a Arturo Ancona García-López como titular de la Unidad Especializada en Investigación de Delitos contra los Derechos de Autor y la Propiedad Industrial (UEIDDAPI). Es el funcionario público que más tiempo ha durado en ese cargo. La estabilidad actual de la UEIDDAPI le ha permitido realizar investigaciones más profundas y concentrar sus operativos en las fuentes que producen objetos falsificados (productos piratas); prueba de ello es el aseguramiento de 8,321 quemadores de discos compactos en el 2014 o el reciente desmantelamiento de una red de falsificadores de obras del famoso escultor Jorge Marín.
Sin embargo, a nivel económico, no se ha logrado el progreso que podía esperarse. Hace más de 20 años, durante las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte y del Acuerdo sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio, los países más desarrollados nos pidieron armonizar los aspectos fundamentales de nuestro sistema de propiedad intelectual, a cambio de beneficios comerciales.
Hoy la historia se repite con el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, pero no se logrará el anhelado desarrollo económico hasta que los mexicanos aprendan a utilizar el sistema de propiedad intelectual para su beneficio.
Una función del Estado mexicano es garantizar que se respeten los derechos de propiedad intelectual, pero otra es incentivar que los nacionales produzcan y protejan sus creaciones, como sucede en economías más desarrolladas. Mientras que en Japón 77% de las patentes solicitadas en el 2014 eran presentadas por ciudadanos japoneses, en México sólo 8% de las solicitudes de patente pertenecían a mexicanos. En ese mismo año, los japoneses solicitaron 200,028 patentes en el extranjero; en contraste, solicitamos menos de 1,000.
El reto de México es aprovechar el ingenio nacional para dejar de ser simples consumidores y empezar a exportar nuestras propias ideas. Debemos educar a los sectores productivos para hacerlos conscientes de las leyes e instituciones que ya tenemos y permitirles entrar de lleno al lucrativo negocio de cobrar regalías en el extranjero.
El IMPI ha realizado en los últimos años un esfuerzo importante en este rubro mediante las Jornadas Expo Ingenio que han acercado las instituciones de esta materia a los estudiantes, pequeños y medianos empresarios, pero está claro que hace falta una estrategia de mayor escala a nivel federal para poder tomar el rumbo que nos corresponde. El mejor sistema de propiedad intelectual es el que provoca un ambiente más propicio para el comercio e incentiva en mayor grado la innovación. Hacia allá vamos, no lo olvidemos.