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Mariano Rajoy fracasa en Cataluña
Un mal arreglo político se puede convertir en una pesadilla; el presidente de España lo sabe.
Lluís Companys fue el único mandatario de un gobierno democrático fusilado por el fascismo. Ocurrió el 15 de octubre de 1940 hacia las 6:30 de la mañana en el foso de Santa Eulalia del castillo de Montjuic, en Barcelona. Companys fue presidente de la Generalitat de Cataluña entre 1933 y 1940, y líder del partido Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), la misma formación política que votó en el Parlamento a favor de la ley con la que el actual presidente catalán Carles Puigdemont convoca al referéndum independentista para el 1 de octubre.
Tras una obsesiva persecución del franquismo, Companys tuvo que abandonar Cataluña. Sin embargo, gracias a la alianza de Francisco Franco con los nazis fue capturado por la policía militar alemana en su residencia de La Baule, en la Francia ocupada por Hitler el 13 de agosto de 1940. Después de pasar unos días recluido en la prisión de La Santé, en París, Companys fue trasladado a España el día 29 del mismo mes gracias a las gestiones diplomáticas de Serrano Suñer, ministro de Asuntos Exteriores del dictador Franco.
El 14 de octubre unos 150 asistentes, entre policías, falangistas y agentes de inteligencia, saludaban brazo en alto el inicio del consejo de guerra. Asunto, enjuiciar a Companys. A las 6:30 del día siguiente, 15 de octubre de 1949, Lluís Companys sería fusilado.
Han pasado 77 años y el Partido Popular no ha perdido perdón a las víctimas del franquismo. El lunes, millones de catalanes se reunirán en Barcelona para recordar a Lluís Companys como cada 11 de septiembre lo hacen durante la Diada, Día Nacional de Cataluña desde que la ciudad Condal cayó en manos de los Borbones.
En efecto, Puigdemont actúa al margen de la constitución española por no haber blindado legalmente la ley del referéndum. Sin embargo, en el 2006, agrupaciones políticas y el propio presidente Pasqual Maragall configuraron un estatuto que dotaba a Cataluña de una mayor autonomía respecto al gobierno central. El proceso político fue aprobado en las urnas a través de un referéndum; también lo aprobó el Parlamento catalán; y por si fuera poco, el Congreso español.
Fue en julio del 2006, cuando el entonces presidente del PP Mariano Rajoy, se encargó de colocar la semilla del referéndum que convocó Puigdemont: recurrió el estatuto ante el Tribunal Constitucional por considerarlo “una amenaza para la unidad de España”.
Rajoy, desde la presidencia, pregona que gobierna para todos los españoles; sin embargo, con Cataluña hace una excepción. Su diálogo con la comunidad autonómica no es político, es judicial. Un político que no es hacedor de política es un demagogo.
“Después de años de confrontación retórica entre la legitimidad de la ley y la legitimidad democrática llega el topetazo”, escribía en la edición catalana de El País Josep Ramoneda.
La Historia que no duerme de manera perenne, asusta. Decía Konrad Heiden, el primer biógrafo de Hitler, que “la gente sueña y un adivino les cuenta lo que están soñando”. Puigdemont es el adivino.
¿Qué va a pasar el 1 de octubre, día del referéndum independentista? Lo único cierto es que la Historia ha despertado. El lunes, Lluís Companys llegará a las Ramblas.