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Opinión

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Las diferencias culturales de la inflación en alimentos

El Inegi ha anunciado que la inflación se aceleró a 8.62%, en una tendencia que continúa al alza. El Índice Nacional de Precios al Consumidor incrementó 0.42%, y todo esto se refleja en el bolsillo y la capacidad de consumo de alimentos en los hogares mexicanos.

Es un hecho comprobado científicamente, que ante el aumento de precios, no es solamente que los hogares menos favorecidos quiénes ven el impacto más fuerte en su consumo alimentario. El científico social Maurice Halbwachs establecía cómo proporcionalmente, el gasto en alimentos era mayor en las familias con menos ingresos, puesto que en proporción, las familias con ingresos más altos pueden diversificar su gasto en otros rubros.

Sin embargo, más allá de los indicadores económicos, resulta interesante y necesario observar y documentar científicamente los cambios en los patrones de consumo alimentario en función de la inflación. A nivel mundial, se viven diferentes los índices de inflación, pero también se vive de manera diferente la forma en la que las personas adaptan sus consumos alimentarios a un presupuesto más restringido. Por ejemplo, en México es un lugar común el pensar que cuando las familias tienen menos dinero disponible para alimentos, recurren a lo conocido y no se arriesgan con productos que no conozcan. Esta afirmación tiene matices ya que ante el aumento de precios, la toma de decisión sobre adquirir un ingrediente puede responder también a pensamiento lateral o creativo para sustituir o reinventar nuevas formas de consumo que resulten más baratas. En Estados Unidos se observa que en ciertas categorías de producto las personas van a los centros de compra con mayor flexibilidad sobre el menú o producto que piensan adquirir para comer. Mientras que en Francia las personas sacrificaron el consumo de productos orgánicos, en México se sacrifica el consumo de productos frescos.

De la misma manera, se asume que ante esta crisis, las personas recurren a las comidas preparadas fuera de casa como una alternativa que en ocasiones resulta más barata. En México esta alternativa está representada en gran medida por las comidas callejeras. En Francia, se observa que las personas han recurrido a comprar comidas de inspiración asiática fuera de casa que les resultan más baratas. En Estados Unidos, las personas han sustituido ciertos ingredientes por otros, por ejemplo, han optado por hamburguesas con carne con mayor porcentaje de grasa, que por consumir pollo que es más caro.

De la misma manera, hay bebidas sobre las que no se observa gran impacto en el patrón de consumo, como es el caso del alcohol, que en Estados Unidos permaneció prácticamente igual y en Francia incluso aumentó, porque las personas empezaron a tomar el aperitivo (un tiempo de comida culturalmente anclado) en casa en lugar del bar de la esquina. Además aquí entran los patrones de adicción que sin duda influyen.

Todas estas variantes demuestran que cultural y socialmente, las estrategias de los consumidores son complejas, con razones detrás que están situadas regionalmente. Vale la pena estudiarlas de manera que los impactos sobre el bienestar que implica un cambio en el patrón de consumo de alimentos, se vean también atacados con estrategias que no presupongan sólo que las personas van a comprar lo que sea más barato. Hay toda una lógica detrás de cada consumo alimentario que se sustituye o restringe según la disponibilidad del bolsillo pero también, según patrones alimentarios anclados culturalmente.

Columnista de alimentación y sociedad. Gastronauta, observadora y aficionada a la comida. Es investigadora en sociología de la alimentación, nutricionista. Es presidenta y fundadora de Funalid: Fundación para la Alimentación y el Desarrollo.

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