Lectura 5:00 min
La fragilidad del ser humano
La semana pasada una noticia alcanzó cierta notoriedad. Se trataba de una información publicada originalmente en Science, una prestigiada revista científica, que daba a conocer que un grupo de investigadores de China, Italia y Estados Unidos había encontrado evidencias de un cuello de botella demográfico humano hace aproximadamente 930 mil años, en el paleolítico inferior.
Según se explica en el texto, la catástrofe se debió a cambios climáticos que incluyeron glaciaciones, enfriamiento generalizado, baja en las temperaturas del mar combinadas con sequías y desaparición de animales que eran utilizados como fuente de alimento. Varias especies de homínidos, entre los que se encontraban neandertales y denisovanos, coexistían. Algunos de los artículos sugieren que la lucha por la adaptación pudo dar origen a subespecies que luego desembocaron en los sapiens. El desastre de unos es el origen de otros.
Como un lector aficionado (muy lego) a la paleoantropología el asunto llamó mi atención. La humanidad, es decir varias especies de humanos no sapiens, estuvieron a punto de extinguirse. Una serie de investigaciones y el hecho de que casi no se han encontrado fósiles humanos de la época parecen confirmar esta idea de los investigadores.
Entiendo que el cuello de botella demográfico ocurre cuando una especie es sometida a un estrés (sequía, caza, cambios en el hábitat, etc.) y su número se reduce drásticamente hasta considerarse una especie en peligro de extinción. Por ejemplo, los búfalos americanos fueron cazados masivamente durante el siglo XIX hasta casi su desaparición. Actualmente, su número se ha recuperado, pero su diversidad genética es muy baja.
Lo mismo pasó con los guepardos, aunque por causas naturales. Estos felinos llegaron a diseminarse por África, Asia y Europa, pero su número se redujo a siete. Todos los guepardos actuales descienden de estos, su diversidad genética es muy limitada, lo que los hace vulnerables a enfermedades que podrían acabar con la especie. Si a esto le sumamos la tendencia a la endogamia, la destrucción de su hábitat y la caza de estos animales tenemos un panorama poco halagüeño.
Regresando a lo encontrado por los investigadores. En el momento que se produjo la catástrofe tan sólo había alrededor de 100 mil humanos en la Tierra y se expandían poblando nuevos territorios. La población se redujo en un 98% aproximadamente. Durante más de cien mil años fue limitada la población con capacidad reproductiva, alrededor de mil 300 individuos fértiles. Pasado este periodo crítico la humanidad logró incrementar su número a 30 mil individuos fértiles hace 800 mil años.
Por supuesto, hay otros investigadores que toman con cautela las afirmaciones sobre el cuello de botella y plantean la necesidad de seguir investigando. Esto es lo que hace la ciencia. No obstante, existen más estudios que podrían indicar que otros cuellos de botella sucedieron en diversas ocasiones debido a los cambios climáticos o desastres naturales, como la erupción del Volcán Toba, ocurrida hace 74 mil años y que algunos científicos sostienen que causó un invierno global de varios años y la muerte de especies vegetales y animales al oscurecer los cielos.
El Toba se sitúa al norte de la Isla de Sumatra y su erupción fue tal vez la más violenta en los últimos dos millones de años. La teoría del Volcán y su afectación en las poblaciones humanas a nivel planetario también están sujetas a más indagaciones.
Lo que es un hecho es que estos cuellos de botella causaron una baja diversidad genética en los seres humanos. Si comparamos la diversidad en las poblaciones de chimpancés, estos son mucho más diferentes, genéticamente hablando, que los ocho mil millones de seres humanos de todo el planeta. Esto lo afirman científicos de las universidades de Oxford y Cambridge, entre otros.
¿Por qué es importante la diversidad genética? Porque una baja diversidad genética puede dar origen a poblaciones más vulnerables, menos saludables. Como ejemplo está la teoría de que esta situación contribuyó fuertemente a la desaparición de los neandertales. Esto de acuerdo con una investigación publicada en Journal of Anatomy.
La sociedad humana del siglo XXI parece creer que el peligro de catástrofes puede afectarnos, pero no poner en peligro la especie humana, pero la misma pandemia de la COVID 19 y el cambio climático nos recuerdan lo vulnerables que podemos ser. Por supuesto, nadie está tocando los tambores del juicio final, pero los peligros existen y no parece que haya suficientes medidas para disminuir los riesgos.
La evolución nos ha mostrado que es más fácil extinguirse que sobrevivir. Otras especies homínidas deambularon durante cientos de miles de años más que nosotros y ahora no existen más.