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Opinión

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Inversiones antiguas, ¿negocio redondo?

Antes de que termine el primer semestre del año, se espera que la Suprema Corte de Justicia de la Nación defina de una vez por todas los criterios que deben regir, al resolverse los asuntos conocidos como inversiones antiguas , que corresponden a aquellos juicios seguidos contra bancos por diversas inversiones efectuadas con montos de 200, 500 o 1,000 pesos, que datan de hace 20 años.

En estos casos, y explotando la ignorancia de algunos juzgadores o la ambición de algunos otros, se consiguieron condenas multimillonarias transitorias, mediante la recapitalización de intereses y bajo planteamientos de tasas fijas a tasas exorbitantes; rendimientos que sólo estuvieron vigentes tres o cuatro meses, hace dos décadas, cuando nos azotaba una galopante inflación.

Sin embargo, no obstante que la materia está ya muy explorada, considerando que las inversiones deben ceñirse a intereses variables conforme con normas del Banco de México, los bancos deben seguir atentos para no sufrir daños mediante estos aviesos ardides; ya que de llegar a concretarse una condena así, el fraude no sería contra las instituciones de crédito sino contra todos los ahorradores.

Quizá usted recuerde el sonado juicio de la señora Celia Reyes, que fue llevado bajo la tutela del señor Victor Blake contra el Banco del Atlántico, en donde las pretensiones de Blake, quien hoy funge como perito financiero del Poder Judicial, ascendían a 440,000 millones de pesos, cifra más allá de lo que valía el propio banco y superior, por ejemplo, a la fortuna que en esa época tenía el hombre más rico de México.

Esta delirante cifra pretendida por el hoy perito financiero del Poder Judicial, quien ufano se pavoneaba al declarar que irónicamente el Banco pierde el dinero al ganar el litigio , fue finalmente revocada por un Tribunal Colegiado en Materia Civil, modificando la sentencia a la discreta cantidad de 800,000 pesos.

Claro, si puede considerarse discreta una ganancia equivalente a 160 veces el capital original en un periodo de 20 años.

Finalmente, la batalla no fue perdida por la señora Celia Reyes, ni por el Banco del Atlántico, ni siquiera por el flamante representante legal, sino por un incauto que compró los derechos litigiosos, creyendo en la posibilidad de una condena de 12 cifras y que en la realidad terminó siendo menor a 1 millón de pesos.

¿Negocio redondo, no cree usted?

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