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Opinión

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Grupos de poder vs interés mayoritario

El poder se antepone al interés mayoritario.

Don Porfirio nacionalizó los ferrocarriles en 1908 y al renunciar a la Presidencia dejó 20,000 kilómetros de vías férreas que funcionaban con eficiencia, porque servían para el fin propio de su naturaleza: acarreo a bajo costo de bienes pesados y baratos, como carbón y minerales. Irracional sería moverlos con autotransporte y una locura con avión. No había carreteras. En 1938, después de vicisitudes y graves problemas, principalmente conflictos obrero-patronales, don Lázaro entrega a los ferrocarrileros la administración de la red, 23,000 kilómetros, mientras que la de carreteras de todo tipo era de apenas 5,000. Algunos puntos del discurso de los flamantes dueños: los trenes ya no son de los explotadores capitalistas sino de la nación, resultado de la lucha de los trabajadores encaminada a construir una nueva sociedad, se lee en el libro que sobre el tema escribió Gustavo López Pardo, UNAM, 1997. A pesar de los buenos propósitos, la administración obrera llevó a la empresa a un retraso insalvable en todos los órdenes, activos físicos, finanzas y administración. O sea, vénganos tu reino y que el negocio se arruine. La inutilidad de los ferrocarriles obligó a construir carreteras para el transporte de cualquier clase de artículo, encareciendo los costos. El gobierno benefició a los ferrocarrileros, al sacrificar el interés general. La red ferroviaria hoy, 17,000 kilómetros, está concesionada a siete empresas privadas. La carretera de todo tipo pasó de 10,000 kilómetros, en 1940, a casi 400,000, en la actualidad. En nuestra ciudad, hay 25,000 calles, 2,500 estacionamientos, miles de anuncios espectaculares, quién sabe cuántos talleres mecánicos, centros de verificación y 10,200 kilómetros de calles. Agréguense municipios conurbados. La red vial de la megalópolis es mayor que la existente en la mayoría de las entidades. En tal zona, los gobiernos han sido propensos a: i) Adoptar la línea del menor esfuerzo y mayor gratificación personal, es más fácil hacer calles que mejorar el transporte público, y ii) Favorecer a los grupos de poder que se benefician con la existencia de un parque de vehículos abultado y creciente, grupos ya mencionados, a los cuales hay que añadir operadores de parquímetros y gasolineras, constructoras, funcionarios y burócratas mordelones y, sobre todo, fabricantes y vendedores de automóviles. Éstos últimos, intocables: más sencillo sería nacionalizar las televisoras que limitar la venta de automotores.

Por todo ello los problemas de contaminación general que sufrimos: prevalecen tales grupos de poder frente al interés mayoritario.

paveleyra@eleconomista.com.mx

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