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Opinión

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¿Está sobrevalorado Zedillo?

¿De verdad Salinas fue tan malo y Zedillo tan bueno? Estamos ante un gran misterio.

Ernesto Zedillo fue un buen Presidente. Carlos Salinas, un villano. El veredicto popular cuelga en la pared desde hace tres lustros. Ernesto el Bueno se opone a Carlos el Malo, en el imaginario. Es la prudencia contra la desmesura. El final feliz del sexenio en el 2000 versus el Apocalipsis de 1994.

Sabemos que las cosas no son tan simples, pero no podemos evitarlo. Zedillo está casi en un pedestal y Salinas, muy cerca de los círculos del infierno. Es un retrato simplón, hecho con brocha gorda. La condena de Salinas deja un espacio mínimo para ponderar sus argumentos. La beatificación laica de Zedillo pasa por alto sus silencios en una constelación de grandes temas: Fobaproa, Aguas Blancas y Pemexgate, por citar sólo tres.

El asunto no está resuelto, en buena medida porque no tenemos toda la información que necesitamos para emitir un juicio con más fundamento. No hay una gran biografía de ninguno de estos dos expresidentes, ni tampoco estudios detallados que vinculen el estilo personal con los resultados de cada sexenio. ¿Era Zedillo el gran demócrata que emergió el 2 de julio del 2000? Si Salinas era tan obsesivo en el manejo de su agenda, ¿cómo es que se le salieron tantas cosas de control al final de su sexenio?

El periodo que va de 1988 al 2000 es uno de los momentos más importantes de la historia contemporánea de México, pero lo que sabemos de él es un rompecabezas incompleto. De vez en cuando aparece una nueva pieza.

Esta semana, Salinas volvió a la carga, en su afán por ofrecer su versión de los hechos. En un evento del Centro de Estudios Espinosa Yglesias habló del error de diciembre, por enésima ocasión y criticó la conducción del sistema financiero durante la gestión de Zedillo. El alza de las tasas de interés en 1995 fue lesiva, dijo. La apertura del sistema bancario al capital extranjero fue contraria a los intereses nacionales.

A Carlos Salinas le contestaron Roberto Hernández y Jaime Serra. Dieron respuesta puntual a algunos de sus argumentos: el capital extranjero no es malo en sí mismo, dijo el banquero. La teoría del error de diciembre es muy simplista, dijo el Secretario de Hacienda que duró 28 días en el cargo. La crisis no se incubó en un mes, explicó Jaime José Serra.

El debate fue bueno, pero se limitó a una pequeña parte del periodo en cuestión. La valoración de Salinas de Gortari debería ir más allá de lo que pasó en 1994. ¿Cómo ponderar en la balanza las reformas estructurales que impulsó y consiguió? ¿Qué valor otorgar a las acusaciones de corrupción que pesan sobre él?

Ernesto Zedillo y los seis años de su administración merecen un estudio profundo. Fue de menos a más, en términos de resultados y realizó la mejor entrega de final de sexenio de los últimos 40 años. Ha sido un expresidente, de excepción. El único que renunció a la pensión, pero ¿eso es suficiente para considerarlo un gran Presidente? Muchos piensan que sí, porque lo comparan con esa galería que incluye a Echeverría, López Portillo, De la Madrid, Salinas y Fox.

¿De verdad Salinas fue tan malo y Zedillo, tan bueno? Estamos ante un gran misterio y sólo podremos resolverlo si evitamos las sobresimplificaciones. Nos interesa el límite peligroso de las cosas: El ladrón honesto, el asesino sensible, el ateo supersticioso, dice el escritor Robert Browning. Sobre Salinas y Zedillo, abundan las anécdotas y las leyendas urbanas, pero escasean los trabajos de investigación. Este columnista aventura una hipótesis. Salinas está subestimado y Zedillo, sobrevalorado. Valdría la pena repensar nuestro juicio sobre estos personajes, aunque esto no quiere decir que lo que sigue es llamarles Carlos El Bueno y Ernesto El Malo.

lmgonzalez@eleconomista.com.mx

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