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Opinión

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En Grecia les llamaban idiotés

En la Grecia antigua, se llamaba idiotés a la persona que no participaba en política; a quien se aislaba de la sociedad mostrando desinterés por los asuntos públicos; a aquellos que, obsesionados por las pequeñeces de la vida cotidiana, dejaban la toma de decisiones importantes para la comunidad en manos de otros.

En el México de inicios del siglo XXI, alrededor de la mitad de las personas con derecho a votar, obligación democrática elemental, deciden no hacerlo. Esa automarginación de la toma de posiciones respecto de lo público, en la que viven atrapados millones de personas, es probablemente reflejo de una actitud cotidiana de desinterés respecto del entorno y de escepticismo relativo a cualquier tipo de representación social. A esas personas, los antiguos griegos les llamarían idiotés.

Más grave resulta la creciente ola de justificadores del abstencionismo. En los últimos meses no han sido pocas las voces que, a través de medios electrónicos de comunicación principalmente, justifican actitudes abstencionistas como expresión válida de inconformidad. El descontento de concesionarios y permisionarios de radio y televisión, y su ansia de revancha, no podía encontrar mejores aliados que los idiotés para descalificar a partidos políticos, candidaturas y autoridades electorales por igual.

¿Qué hay detrás del idiotés? ¿Qué lo margina, desmotiva, aísla o aliena?

Una respuesta posible sería que la ausencia de valores y principios democráticos es lo que ha permitido la consolidación de un abstencionismo millonario que erosiona nuestro sistema de representación política. La incomprensión de las responsabilidades que implica asumir una ciudadanía plena en un sistema democrático es, muy probablemente, el problema más serio que enfrentamos.

En algunos países, destacadamente Uruguay, la obligación de votar es exigible por parte del Estado a través de sanciones. Es así que los niveles de participación en aquella nación no disminuye de 98%. En otros, con altos niveles de desarrollo democrático y de confianza en su sistema electoral y en las personas responsables de su administración, se alcanzan porcentajes cercanos a 80% debido sobre todo a que el sufragio se ha simplificado al grado de utilizar el servicio postal, el teléfono o el Internet para evitar pretextos y combatir con eficacia a los idiotés.

No soy partidario del Estado sancionador, me inclino por el desarrollo cultural de las personas y por la consolidación de una democracia liberal participativa. Para ello, no existe otra vía que formar nuevas generaciones de demócratas. Hombres y mujeres que entiendan el concepto ciudadanía : que comprendan la relación simbiótica que existe entre democracia-demócratas-ciudadanos-participación.

La aceptación del abstencionismo como elemento natural de una democracia es no entender la esencia misma del concepto. ¡Cuántas vidas le ha costado al país la lucha por la democracia! A la luz de los niveles de abstencionismo, ¿se justifican los costos que miles de personas han pagado?

Una reforma electoral inteligente, no puede ignorar a los idiotés y, mucho menos, la justificación mediática de su apatía. La construcción de ciudadanía, a través de la educación, formación y capacitación, es el mejor antídoto. El fortalecimiento de funciones y capacidad de acción de la Dirección Ejecutiva de Capacitación y Formación del IFE, así como sus referentes en los institutos electorales locales, es tarea insustituiblese inaplazable que si se asume hoy, dará frutos en el mediano y largo plazos.

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