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Opinión

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El imperio del automóvil

El crecimiento desmesurado y poco regulado del Distrito Federal sirvió durante mucho tiempo como modelo de lo que no debería hacerse en las ciudad del país. Lamentablemente poco se aprendió de esa experiencia de crecimiento desordenado en el Distrito Federal y ahora hay experiencias como Guadalajara que apuntan a un desastre urbano aún mayor que en la capital del país.

Quienes viven y quienes hemos viajado al Distrito Federal hemos padecido los efectos perversos del reinado del automóvil en esa ciudad: los congestionamientos, la prioridad para esa forma privada de desplazarse en detrimento del peatón o de otras movilidades no motorizadas. Esa realidad ya es compartida en Guadalajara. Para empezar, tiene una pobre infraestructura en sistema de transporte público masivo; apenas hay dos líneas de tren eléctrico con 29 estaciones repartidas en 24 kilómetros. En contraste, en la capital del país el Metro cuenta con 195 estaciones y tiene 225 kilómetros de longitud. El metro capitalino mueve al día a 7.6 millones de pasajeros; el tren eléctrico tapatío apenas a 220 mil pasajeros por día. El contraste es enorme.

El pésimo servicio de transporte público masivo en Guadalajara explica el explosivo boom del automóvil en las dos últimas décadas. En 1980 existían 274,059 autos, mientras que en 2011 el número ascendía a 1,870,874 vehículos motorizados, seis veces más que tres décadas atrás. En el mismo periodo la población de la zona metropolitana de Guadalajara (ZMG) apenas si se duplicó: en 1980 había 2,335,690 habitantes; en 2010 había 4,434,252 pobladores. El ritmo de crecimiento del número de automóviles en (ZMG) creció cinco veces más que la población.

En este momento, en la ZMG hay una relación de 2.3 personas por cada vehículo en circulación, una cifra muy semejante a la de la ciudad de México donde hay 8.8 millones de personas y un padrón de 4.5 millones de vehículos.

El imperio del automóvil particular sobre nuestras ciudades acarrea consecuencias no sólo en el ámbito de la movilidad (el tiempo de los traslados aumente significativamente), sino de calidad de vida y en la salud de la población.

La emisiones contaminantes del parque vehicular son responsables del aumento de cierto tipo de enfermedades. Según el Instituto Nacional de Salud Pública (INSP), al año mueren cuatro mil capitalinos por enfermedades ocasionadas por la contaminación atmosférica.

Para el caso de la capital tapatía, el Colectivo Ecologista Jalisco (CEJ) dio a conocer que en la zona metropolitana de Guadalajara, los vehículos automotores emiten anualmente 1´490,452 toneladas de contaminantes al aire, de las cuales 95 por ciento son generadas por los autos particulares . Esos contaminantes son causantes directos e indirectos de varias enfermedades, como asma, enfisemas, enfermedad pulmonar obstructiva crónica o EPOC, así como afecciones cardiacas.

Pero en lugar de combatir y revertir esa tendencia demencial del imperio del automóvil, los gobiernos han contribuido a acelerar dicha tendencia. El CEJ, reveló que en el sexenio del panista Emilio González Márquez en Jalisco, se invirtieron 38 mil millones de pesos en infraestructura para el automóvil, mientras que otros tipo de movilidad apenas se le destinaron unos cien millones de pesos.

Esta tendencia irracional del imperio automóvil debe detenerse, a menos que queramos ir al colapso y a un envenenamiento de la vida de quienes habitamos en las ciudades.

rubenmartinmartin@gmail.com

Twitter: @rmartinmar

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