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Desempleo en EU, fetiche y trampa estadística
Las estadísticas son la mejor manera de mentir diciendo la verdad. Y las autoridades financieras las usan.
Barack Obama terminaba muy mal la semana pasada tras el debate donde su oponente republicano lo usó de tapete cuando el departamento del trabajo le regalaba una cifra que lo regresó al carril del optimismo.
Las estadísticas son la mejor manera de mentir diciendo la verdad. Por eso es que no hay autoridad financiera en este mundo que no se haga acompañar de algunas buenas gráficas que marquen lo genial que ha sido su desempeño.
Y, al mismo tiempo que la estadística es una disciplina propia de las matemáticas en donde los resultados deben estar sujetos a comprobación, las estadísticas pueden convertirse en fetiches que despiertan ese pensamiento mágico tan presente entre los economistas, los políticos y la población en general.
En Estados Unidos, un país que incluye sus talismanes hasta en el papel moneda, hay una cifra de tantas sobre la relación que existe entre la reelección y el desempleo.
Dice la tradición estadounidense que ningún Presidente de su país logra la reelección cuando la tasa de desempleo está por arriba de 8%, tal cual la tuvo Barack Obama desde el segundo mes de su mandato y hasta el mes pasado.
Esto es que 8.1% de la tasa de desempleo que mostraba la economía estadounidense hasta hace un par de días era totalmente incompatible con las ganas del demócrata de quedarse en la Casa Blanca.
Pero la magia existe y el milagro sucedió: la tasa bajó de 8.1% de agosto a 7.8% en septiembre, logrando dejar atrás la macumba de que no era posible la reelección por esa situación numérica.
Hoy estoy convencido que nos movemos hacia delante como nación, dijo un eufórico presidente Obama al conocer la noticia y reunirse con sus simpatizantes. Y no es para menos: la tasa de desempleo con la que inició su gestión como Presidente fue justamente de 7.8%, mismo nivel porcentual que ahora tiene a menos de un mes del día de las elecciones.
El tope en la tasa fue superior a 10% en los peores días de la Gran Recesión.
La crisis económica que inició antes de que Obama siquiera se postulara a la Presidencia implicó la pérdida, en números cerrados, de 8 millones de empleos. La recuperación a lo largo del mandato del demócrata ha sido de 4 millones.
Es la mitad del camino
El número mágico ahí está: el desempleo en Estados Unidos tiene una tasa de 7.8%, que es compatible con los deseos reeleccionistas de Barack Obama.
Pero es aquí donde entra la segunda mitad de la ecuación: los republicanos. Éstos que han preferido esconder un rato a sus Palins y demás extremistas del Tea Party para dar una cara de moderación, pero que no pueden esconder su desprecio al afroamericano que los gobierna.
El argumento central de ataque de Mitt Romney en contra del dato del desempleo dado a conocer el viernes y que tiene tan contento a Obama es que la medición parte de una base de trabajadores diferentes.
Hay menos personas buscando trabajo hoy, argumenta Romney y es cierto, que hace cuatro años. Muchas personas renunciaron a conseguir chamba porque no la hay y esto hace que la base de medición sea menor. O sea, menos gente buscando empleo resulta en una tasa menor de desocupación.
En un mitin de este fin de semana, a Romney le pasaron un papelito de ésos que parecen pañuelos, en el que le indicaban que, con la base que existía hace cuatro años de personas presionando por un puesto laboral, la tasa de desocupación sería hoy de 11 por ciento. Eso es falso, pero se llama política.
Pero hay un dato más de la medición del desempleo que, al menos a mí, preocupa. Este indicador se mide por encuestas en dos variedades. Un sondeo entre empresas y otro entre personas, el promedio da como resultado la tasa de desocupación.
Hoy en día, ha pesado mucho más la encuesta de personas que la de empresas.
La muestra de hogares arroja un resultado más optimista que el de las empresas.
Si en la mezcla del resultado se le agrega un poquito más del optimismo de los estadounidenses encuestados y se le quita un poco de los resultados de las compañías, lo que tenemos es una baja en el indicador final.
Y que quede claro que no es manipulación, no es mentira. No es que el Bureau of Labor Statistics esté bajo el mando demócrata. No es que la maldición hablara de una tasa inferior al ocho para la reelección y la última tasa de desempleo antes de las elecciones lo lograra.
Es, simplemente , estadística.
ecampos@eleconomista.com.mx