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Cables de telecomunicaciones: mejores prácticas
El 3 de julio el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Martí Batres, la Cámara Nacional de la Industria Electrónica de Telecomunicaciones y Tecnologías de la Información (Canieti, presidida por Enrique Yamuni) y la Asociación Nacional de Telecomunicaciones (Anatel) que dirige Gabriel Székely, firmaron un convenio de colaboración para que, de septiembre a noviembre de cada año, inicie el retiro de los cables de telecomunicaciones en desuso instalados en la vía pública.
El objetivo es la revisión, el retiro anual y permanente de cables en desuso, ante el aumento de quejas por riesgos de seguridad, las marañas de cables que existen y una mejor estética urbana. El periodista José Soto ha dado un seguimiento puntual a esta problemática a través de Economicón.
El cableado de telecomunicaciones es parte esencial de la infraestructura urbana. Permite el transporte de voz, datos y video para comunicarnos y entretenernos. Es fundamental para el desarrollo económico y social de las ciudades. El retiro de cables en desuso tiene diversas implicaciones que involucran tanto a ciudadanos como a autoridades y a las empresas de telecomunicaciones.
Uno de los principales beneficios del retiro de cables viejos es la mejora del paisaje urbano y la estética de las ciudades. Los cables colgando o enredados en postes dan una apariencia desordenada y descuidada. Al retirar esas marañas, se logra una imagen más limpia y ordenada, lo que contribuye a la belleza de la ciudad, principalmente en zonas históricas.
Sin duda, los cables en desuso representan un peligro para la seguridad ciudadana. Pueden desprenderse, caer, colgar o enredarse con otros elementos, causar accidentes o daños materiales. Además, los cables pueden convertirse en un objetivo de vandalismo o robo para vender el cobre, lo cual compromete la seguridad de la infraestructura de telecomunicaciones y la continuidad del servicio público de Internet y telefonía.
Los cables en desuso ocupan espacio en la vía pública, en postes, fachadas de edificios o en el subsuelo. Al retirar estos cables, se libera espacio que puede ser utilizado para otros fines, como el despliegue de nuevas infraestructuras de fibra óptica, el arbolado urbano, la ampliación de aceras o el embellecimiento de plazas y parques en beneficio de la convivencia pública y el turismo.
La presencia de cables inservibles dificulta el mantenimiento de la infraestructura de telecomunicaciones realmente activa y la calidad de los servicios. La identificación y reparación de fallas o problemas en la red se complican cuando hay cables abandonados y desordenados.
Es indudable que la eliminación de cables en desuso conlleva costos y responsabilidades compartidas. Las autoridades locales, en colaboración con los operadores de telecomunicaciones, deben asumir los costos asociados con el retiro, transporte y tratamiento adecuado del cableado.
Por eso es importante eliminar las barreras al despliegue de nueva infraestructura de telecomunicaciones como fibra óptica y tener regulaciones claras sobre la responsabilidad de los diferentes actores involucrados en el mantenimiento y retirada de los cables.
También hay que reconocer que en la era digital la conectividad es clave para el desarrollo y la competitividad de las ciudades. Las infraestructuras crean redes de telecomunicaciones sólidas y confiables que permiten el tráfico de datos y la comunicación entre personas, empresas e instituciones. Existen algunas mejores prácticas internacionales en el cableado de telecomunicaciones en las ciudades que pueden implementarse.
Una de las claves es la planificación integral y colaborativa. Las ciudades exitosas en este aspecto han involucrado a diversos actores, desde proveedores de servicios de telecomunicaciones, autoridades locales, urbanistas y arquitectos. Esta colaboración permite identificar necesidades de conectividad y planificar una infraestructura que pueda adaptarse al crecimiento futuro y el entorno.
Para mejorar el aspecto estético de las ciudades y minimizar los riesgos asociados con el cableado aéreo, muchas urbes han optado por el diseño subterráneo de cables. Al soterrar los cables, se evitan los problemas causados por el clima, el vandalismo y los accidentes. Esta práctica resulta costosa, por lo que requiere planeación y colaboración de la industria.
El etiquetado de cables es otra práctica y ayuda a la organización, identificación y localización en caso de mantenimiento.
También lo es la utilización de canalizaciones compartidas de servicios como electricidad, agua y telecomunicaciones. Lo anterior reduce los costos de excavación y minimiza las interrupciones en el tráfico. En el caso de la compartición de infraestructura pasiva, se requiere una regulación que asegure la recuperación de los costos y un margen para que las inversiones no se detengan.
La fibra óptica es la tecnología de vanguardia en el cableado de telecomunicaciones, porque proporciona mayor capacidad y velocidad de transmisión de datos. Las ciudades líderes en conectividad han priorizado y facilitado la instalación de redes de fibra óptica con programas de coinversión público-privada.
Asimismo, han apostado por el despliegue de 5G para mejorar la experiencia de los usuarios y habilitar el desarrollo de aplicaciones y servicios innovadores. La regulación para la instalación de infraestructura debe ser flexible y escalable para adaptarse a tecnologías emergentes como la Internet de las Cosas y 5G, que requiere más fibra óptica y antenas que las generaciones anteriores.
Finalmente, las ciudades que han logrado una hiperconectividad han creado incentivos y regulaciones adecuadas para fomentar la inversión en infraestructura de telecomunicaciones. Incluye abatir las barreras, la simplificación de los procedimientos de permisos y la reducción de los costos asociados con el despliegue de redes.