AMLO desafía la realidad política

El ataque de López Obrador a las instituciones electorales se parece cada vez más a la lucha de Don Quijote contra los molinos de viento...

La semana pasada, el presidente López Obrador presentó la anunciada iniciativa de reforma político-electoral. Tras la estrepitosa derrota de la llamada Ley Bartlett –la propuesta de cambios constitucionales para reestablecer el poder monopólico de CFE en la industria eléctrica–, cualquiera pensaría que la 4T tomaría una pausa táctica. Finalmente, desde hace unos días, el Congreso de la Unión entró en el largo receso del verano.

Sin embargo, el presidente López Obrador parece llevar prisa. El tiempo se le acaba para realizar el cambio de régimen del que ha venido hablando desde el inicio de su gobierno. Por ello, no podía esperar más para presentar la iniciativa de cambios a 18 artículos constitucionales relacionados con la materia electoral.

La propuesta no se construyó a partir del diálogo con los partidos políticos y bajo la coordinación del secretario de Gobernación, como solía ocurrir en el pasado. Al parecer, salió directamente de las oficinas de Pablo Gómez y Horacio Duarte, veteranos operadores electorales del PRD, a quienes la 4T les “hizo justicia” poniéndolos a la cabeza de la Unidad de Inteligencia Financiera y de la Agencia Nacional de Aduanas respectivamente. Adán Augusto López, el inquilino de la casona de Bucarelli, fungió como un testigo más en la ceremonia.

Antes que el contenido de la iniciativa, llama la atención que el presidente de la República la presentara, sin tener ningún acuerdo previo con la oposición en el Congreso ni una estrategia política para hacerla avanzar en el Congreso. Una semana antes, el político tabasqueño había tildado de traidores a la patria a los legisladores de oposición y desatado una campaña de linchamiento en su contra. Ahora, pone el proyecto de reforma político-electoral de la 4T en sus manos, pues sin los votos del PRI o del PAN ninguna iniciativa de reforma constitucional puede pasar en el Congreso.

¿Por qué López Obrador expone la autoridad presidencial en una batalla política que tiene perdida? Sus críticos más agudos ven en la iniciativa, que incluye la desaparición del INE, una marrullería más del lagartón político de Macuspana, Tabasco. Advierten que la propuesta de reforma electoral de la 4T sólo busca distraer a la opinión pública y desviar la conversación nacional lejos de los graves problemas que azotan al país.

Puede que tengan razón y, si fuera el caso, sería simplemente más de lo mismo. A lo largo de su gobierno, López Obrador ha utilizado las mañaneras para desatar escándalos que atraen la atención de los medios. Su estilo de comunicación política se resume en una frase: para salir de una crisis hace falta otra crisis.

Hay, sin embargo, una lectura más preocupante de lo que ocurre en Palacio Nacional. El presidente López Obrador dilapidó el enorme capital político con el que llegó al poder. Conforme entra al ocaso de gobierno, le sobrecoge la desesperación por pasar a la historia; por ver su imagen impresa en un billete de cien pesos.

Del político tabasqueño se ha apoderado un apetito de gloria desmedido, que lo lleva cada vez más a perder contacto con la realidad. Repudia a las voces críticas y premia la lealtad ciega de los incompetentes y los oportunistas sicofantes que forman su círculo cercano. El ataque de López Obrador a las instituciones electorales se parece cada vez más a la lucha de Don Quijote contra los molinos de viento.

La oposición ha rechazado de manera unánime la iniciativa de reforma electoral anunciada por el presidente López Obrador. Ni siquiera los partidos políticos aliados de Morena, el PT y el Verde, han salido a defenderla. Incluso para ellos, aprobarla significaría firmar su propia sentencia de muerte.  

*Profesor del CIDE.

Twitter: @BenitoNacif