Buscar
Arte e Ideas

Lectura 3:00 min

“Tronada”, la nueva obra de la CNT

El trueno dorado es un desperdicio, tanto de los actores, como del teatro en que se ha montado y del, poco pero persistente, público mexicano que jubiloso paga su boleto.

No se entiende por qué si se tiene el talento, los recursos, la imaginación, las relaciones y el tiempo, la Compañía Nacional de Teatro (CNT) opte por montar una obra que la aparta de su gran misión como difusora del teatro en México: "propiciar el surgimiento del espectador nacional", como ha dicho su director Luis de Tavira.

La más reciente obra de la CNT, El trueno dorado, dirigida por el destacado director español Juan Antonio Hormigón, se sitúa históricamente en el reinado de Isabel II de España, a mediados del siglo XIX, y hace alusión a las pugnas entre liberales y moderados de la época. La obra critica la ignorancia y fe religiosa de la reina, la frivolidad de la corte y sus intrigas palaciegas y la impunidad de los crímenes de los señoritos protegidos por los poderosos. En suma: la obra refleja la morbosidad supina de una corte obcecada en su pureza y que enferma por la consecusión del placer ignora a sus gobernados, quienes, a su vez, se deslumbran por la falsa luz de la promesa.

El trueno dorado se cae escandalosamente por el exacerbado peso de su chocante afán de erudición. El respeto intocado por la lengua madre, que dominaba como un as el escritor Ramón del Valle Inclán, su autor; la ociosidad neobarroca se refleja en la proliferación de detalles que sólo desvían de la trama; la falta de un estilo que aglutine la diversidad de discursos que van apareciendo limita la conexión de la anécdota con el contexto actual.

Todos estos son elementos que distorsionan el mensaje que se quiere transmitir: presentar una obra de teatro de calidad que hace un homenaje a la lengua de Cervantes, que cuestiona los resultados de las revoluciones en pleno Centenario de la revolución mexicana y que se mofa de la solidez del nombre y de la sangre, valores que desde Marx se han disuelto en el aire. Pero justamente es ahí, en el aire, donde se queda esta obra de teatro, también es allí el lugar al que lleva al espectador.

Ahora bien, éste no es un mero jucio de valor, sino un juicio de hecho: después del intermedio (que ocurre cuando la obra ha durado ya dos horas), la mitad de las butacas que habían sido ocupadas al principio se encuentran vacías. ¿Qué pasó? Deserción in situ. ¿Esta es la manera de formar al espectador nacional, de llevar al público al teatro y de interesarlo en las obras no comerciales?

Es una lástima escribir esto, porque quien firma se declara promotor de las obras que se hacen en México, admirador de la calidad de los actores que conforman esta Compañía y suscriptor de la necesidad de promover el teatro de México, el cual cuenta con todo lo necesario para producir obras que puedan considerarse entre lo mejor del mundo.

Tristemente El trueno dorado es un desperdicio, tanto de los actores, como del teatro en que se ha montado (el teatro Julio Castillo, del Centro Cultural del Bosque), de la reflexión sobre las revoluciones, del formidable vestuario, la estupenda escenografía y del, poco pero persistente, público mexicano que jubiloso paga su boleto para ver a algunos de sus grandes actores conmoverlo ya no sólo con la palabra sino con el gesto, la mueca, la danza, y el cuerpo entero.

Únete infórmate descubre

Suscríbete a nuestros
Newsletters

Ve a nuestros Newslettersregístrate aquí

Últimas noticias

Noticias Recomendadas