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Arte e Ideas

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Simplona, La Tempestad desde el MET de NY

La Tempestad es la tercera ópera que se presenta en la temporada 2012-2013 del MET de Nueva York, se trata de un trabajo cuidadoso, técnicamente bien hecho, con escenografía espectacular, vestuario lujoso y efectos especiales bien logrados.

La Tempestad es la tercera ópera que se presenta en la temporada 2012-2013 del MET de Nueva York. Se trata de un trabajo cuidadoso, técnicamente bien hecho, con escenografía espectacular, vestuario lujoso y efectos especiales bien logrados. Sin embargo, es una obra sosa, simplona, a la que le falta mucho trabajo escénico y actoral para alcanzar mínimamente el dramatismo de la gran obra de Shakespeare en la que se basa.

Es una ópera en tres actos que fue estrenada en el Covent Garden de Londres en 2004, con libreto de Meredith Oakes, basado en la obra homónima de William Shakespeare. El productor es Robert Lepage y la música es de Thomas Adès.

La pieza abre con una escena en la que vemos un barco en miniatura y sobre de él un personaje fantástico que ejecuta movimientos mágicos, acrobacias de gran belleza plástica, hasta lograr su propósito que es hundir la nave. El geniecillo que causa esta tempestad es Ariel (Audrey Luna, soprano estadunidense). El efecto de cómo los tripulantes del barco van siendo tragados por el mar es impresionante.

El porqué de esta acción de sabotaje marino se entiende más adelante cuando se nos cuenta la historia de que Próspero (el barítono británico Simon Keenlyside) ha sido usurpado como duque de Milán por su hermano Antonio (Toby Spence, tenor británico).

Y no contento con esto, Antonio, ayudado por el rey de Nápoles, lanza a Próspero y a su hija Miranda (Isabel Leonard, mezzosoprano estadunidense) al mar, quienes navegan a su suerte en una pequeña embarcación. Esta familia de náufragos llega a una isla en la que pueden vivir y en donde transcurre posteriormente la venganza de Próspero, motivo de la obra. Aquí Próspero también avasalla a Calibán (Alan Oke, tenor británico), el auténtico heredero al trono de esa porción de tierra.

Pero aquí interviene el elemento sobrenatural: Próspero maneja las artes mágicas y utiliza para ello al geniecillo o espíritu llamado Ariel, quien como ya dijimos provoca el naufragio de un barco que transporta a la corte de Nápoles; es decir, a los enemigos de Próspero. Sin embargo, éste ordena a Ariel que reviva a los ahogados y los traiga a la isla.

El papel de Próspero es el mejor logrado de la obra. Su caracterización del rey de la isla quien casi se ha convertido en un salvaje es muy buena, su voz es potente, dura, pero agradable en su rudeza y resentimiento. Además el maquillaje es excelente: le pintan el tórax y el cuello con dibujos mágicos a la manera de un libro de hechizos . De hecho, Próspero es el que se llevó la ovación más larga y apasionada de la jornada.

En cambio Ariel, encarnado por la soprano Audrey Luna, es un personaje flojo, le falta filo, mucha más gracia y travesura. Aunque su vestuario es vistoso, el maquillaje es como de noche de Halloween. Hace el esfuerzo porque es una profesional, pero su canto deja qué desear, sobre todo por la naturaleza de la composición de Thomas Adès que no permite el lucimiento de las voces, sino que las mantiene al servicio de la narración.

Y así por el estilo el resto de los cantantes, sin mucha gracia (en una ópera que lo requiere), sin mucha brillantez. Algunos de plano caricaturescos. Por eso al final la respuesta del público es amable, con aplausos, con sonrisas, pero sin desbordamientos, como en el caso de otros cantantes y de otras obras que hemos visto desde el MET de NY en trasmisión HD.

ricardo.pacheco@eleconomista.mx

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