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Ludwik Margules
Hoy se conmemoran diez años de su fallecimiento en el teatro Julio Castillo.
Hace 60 años llegó a México y, aunque en su natal Varsovia había cursado la carrera de Periodismo, aquí se hizo de un nombre; más todavía: luego de estudiar arte dramático se convirtió en un referente del teatro, del buen teatro, ya como director de escena, ya como maestro de varias escuelas y generaciones, del siglo XX mexicano.
A Ludwik Margules (1936-2006) lo conocí en la década de los 80. Primero, gracias a sus hijas, Anna y Lydia, pues íbamos en el mismo colegio; segundo, por su puesta en escena del Manuscrito encontrado en Zaragoza, del también polaco Jan Potocki, con los alumnos del Centro Universitario de Teatro (CUT); tercero, por una serie de entrevistas que, a la postre, salí reprobado para estudiar en el CUT; cuarto, por el escándalo que se armó en el Palacio de Bellas Artes cuando dirigió la parte actoral de la ópera Fausto, de Charles Gounod; quinto, por sus muchas obras de teatro que tuve la fortuna de ser público y, en las que Margules, exprimía las emociones sus actores de manera salvaje, todo en pos de darle un significado estético a la vida y dotarla de una experiencia cotidiana al vez que artística.
Con los anterior sólo quiero decir que Ludwik Margules influyó de manera decisiva en lo que entonces era mi futuro, aunque nuestro trato personal haya sido mínimo. Me explico: desde niño yo quería ser actor, así que participé en un buen número de obras tanto en el club como en la escuela, tanto en algunos teatros como en las calles del Festival Cervantino de Guanajuato. Así, cuando tuve que escoger una carrera universitaria, mi primera opción era estudiar Actuación en el CUT.
Si la memoria no me falla, los aspirantes a cursar dicha carrera debíamos hacer un examen de conocimientos generales (papita, lo pasé sin dificultad); otro examen, ahora en torno al quehacer actoral y la pregunta: ¿por qué queríamos ser actores? (también papita o como diría Lavolpe: lo pasé caminando), mientras que la tercera prueba era memorizar el monólogo Sobre el daño que hace el tabaco, de Antón Chejov, y el fragmento de otra obra que ahora no recuerdo, y representarlas en un salón de clases cuyo único juez era Margules.
Llegó el día de la prueba y la sola presencia de Margules me hizo olvidar fragmentos de la obra y, en lo que respecta al monólogo, que lo llevaba perfectamente trabajado, para mi asombro el profesor dijo con su peculiar acento que casi todos sus alumnos han tratado, al menos una vez, de imitar:
Ahora, por favor, represente el monólogo en silencio, sin palabras...
Y heme ahí, en medio del salón, haciendo el imbécil, moviendo las manos y haciendo gestos absurdos para, una vez concluido el examen, Margules me dijera:
Muchachito, usted no sirve para el teatro. Muchas gracias.
Y aunque la negativa me dolió, 30 años después agradezco aquella franqueza, pues me libró de convertirme en un actor sin talento y, posiblemente, frustrado y amargado. Pero, más allá de lo anecdótico que, por cierto, Margules detestaba hoy lunes se conmemora los 10 años del fallecimiento de Ludwik Margules, por los cual, Lydia, su hija, ha organizado una serie de exposiciones, charlas y mesas redondas en el teatro Julio Castillo, que se ubica en el Centro Cultural del Bosque.
17 horas.- Exposición Ludwik Margules, Procesos de creación, con material de varias instituciones.
17:40.- Proyección del documental La pasión según Margules, de José Luis García-Agraz.
18.- Mesa redonda La actuación como piedra central de la construcción escénica marguliana . Participan Laura Almela, Luisa Huertas, Emma Dib, Álvaro Guerrero, Rodrigo Vázquez y Miguel Flores. Modera: Hilda Valencia.
19.- Mesa Pensamiento plural . Presentan Angelina Muñiz, Juan Tovar y Juan Villoro.
20:30.- Conferencia magistral con el escenógrafo Alejandro Luna y la crítica Luz Emilia Aguilar.