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Arte e Ideas

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La consagración de la Primavera, recuerdo?de un exitoso fracaso

La presentación, el 29 de mayo de 1913 en el Teatro de los Champs-Élysées, fue calificada como un espectáculo de?una laboriosa barbarie en lo que fue una catástrofe.

Aquel 31 de mayo de 1913, el crítico del diario Le Figaro de París, Henri Quittard, escribía haciendo eco del furor –digamos que de la furia– desatado en contra de La consagración de la Primavera, obra que estrenaba en la capital francesa el compositor ruso Ígor Stravinsky.

Lo más suave que expresó el crítico en cuestión es que se trataba de un espectáculo extraño , desconcertante aventura , pero subía el tono al proferir que era un espectáculo de una laboriosa barbarie , pestilente , obra que el público había acogido sin respeto .

En efecto, el estreno, aquel 29 de mayo de 1913, en el Teatro de los Champs-Élysées, había sido algo muy cercano a un pandemónium que ya se vislumbraba desde los primeros compases, cuando parte del público empezó a maullar como si se tratase de una manada de gatos.

Pero eso había sido lo menos: los insultos iban y venían en un teatro repleto; un espectador lanzó una silla; hubo golpes propinados incluso por damas elegantes que perdieron los modales; no cesaban los alaridos como de partido de futbol y se dice que hubo caballeros que se retaron a duelo.

La orquesta no se podía escuchar a causa de la gritería; las instrucciones a los bailarines que deambulaban azorados por el escenario, menos.

Una catástrofe redonda y total que resumiría 50 años más tarde el propio Ígor Stravinsky con estas sentidas palabras escritas en la partitura original: Ojalá que quien escuche esta música jamás experimente la burla a que fue sometida y de la cual fui testigo en el Théâtre des Champs Elysées, en París, la primavera de 1913 .

Esa vez se produjo en la sala exactamente la misma barbarie que se criticaba porque prevaleció la moral conservadora y los viejos esquemas que se manejaban para el ballet y la música.

Lo extraño es que incluso músicos de la talla de Camille Saint-Saëns no entendieron la propuesta y sólo una minoría entre el público aplaudió.

Sin embargo, se trataba de una obra revolucionaria en muchos aspectos que el público no supo aquilatar, siendo una de las más trascendentes en la historia de la música por sus innovaciones en los campos del ritmo, la armonía, melodía, orquestación y los recursos tímbricos empleados.

Por ejemplo, en cuanto al ritmo, Stravinsky no emplea el acompasamiento ni la sincronía, lo que produce en el público una impresión de primitivismo y desorden, cosa que afecta también a los bailarines (para entenderlo, Nijinsky solicitó 120 ensayos).

Todo empezó con una visión que Stravinsky tuvo en 1910, que de paso resume la trama de esta obra: En mi imaginación vi un rito pagano solemne: los ancianos sabios, sentados en un círculo, observan a una muchacha que baila hasta morir. La están sacrificando para propiciar al dios de la primavera .

El ballet en dos actos, La consagración de la Primavera (Le sacre du printemps), con el subtítulo Imágenes de la Rusia pagana, fue dirigido en su estreno en París por Pierre Monteux; se encargó de la coreografía Vaslav Nijinsky; del vestuario y escenografía, Nikolái Roerich, pieza creada por Stravinsky para los Ballets Rusos de Serguéi Diáguilev.

Como suele suceder con estas obras revolucionarias, el tiempo le dio la razón a Ígor Stravinsky y hoy, a 100 años de su estreno, las conmemoraciones se dan en el mundo.

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