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Arte e Ideas

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El remolino de ?la narcocultura

Artistas han tratado de expresar los deterioros causados por el fenómeno; los hipócritas quieren hacernos creer que esos pintores, escritores o músicos son causantes de los males.

Un fantasma recorre México: la cultura del narco.

Los periódicos han tenido noticias de primera plana en torno a decapitados, ejecuciones múltiples, fosas repletas de cadáveres de quienes, de una u otra forma, tuvieron nexos con este negocio millonario.

La política está salpicada de sangre. Jefes policíacos honestos y corruptos, venganzas por traiciones, ajustes de cuentas brutales, ráfagas de ametralladoras que hacen añicos los cristales de automóviles y camionetas; casas de seguridad en donde las armas, los dólares y los sicarios son la única realidad de las cosas.

El país se marchita ante la inutilidad de un combate perdido antes de que se libre.

El asunto de esta condición miserable de la expresión pública ha llegado a la Suprema Corte de Justicia de la Nación, órgano que se ha resuelto en una cuestión que sonaría ridícula en otros momentos: el freno a los narcocorridos se desvanece y podrán cantarse sin que esto suponga una falta o un delito. Antes, el gobernador de Sinaloa, el inefable Mario López Valdez, Malova, en un afán moralizador, había puesto un veto a esas canciones gruperas que hablan de aquellos temas cotidianos en ésa y en otras geografías de México.

Se trataba de tapar el sol con un dedo. Los corridos expulsados de la radio, bares, cantinas y antros se conseguían en los puestos ambulantes a casi cualquier hora del día y circulaban sin el menor problema. Además, el asunto del narco va mucho más allá de una sucesión de canciones de calidad infame e interpretaciones ruines, aunque algunas tengan cierto sentido del humor. Sin que constituya ningún triunfo al conocimiento nacional, al menos se le ha restado un gesto hipócrita a un país sobrecargado con ellos.

Algo que nace al calor de semejante violencia es la narcocultura. Ahí están los que veneran al santo Malverde, presencia beatífica de los rumbos sinaloenses; también está la escritura de Élmer Mendoza, uno de los grandes escritores del país y consejero en jefe del español Pérez Reverte durante la creación de La reina del Sur.

Otra evidencia es la multiplicación de los narcocorridos que andaban regados hasta en libros para la educación primaria. Un convocado en esa asignatura es el pintor tamaulipeco Ricardo Delgado.

En sus cuadros está la figura de la ironía, de la caricatura que revela mucho de ese entorno lamentable. Tanto en Arte hueco: Ranger time o en De la A a los Zetas , Delgado emplea diamantina para completar sus obras, el brillo es parte de una cultura que gusta de los cuernos de chivo decorados con oro y piedras preciosas, de fiestas de enorme relumbrón, de automóviles blindados y de las mejores marcas del mercado.

Muchos de los narcos son hombres y mujeres que nacieron al margen de una educación formal, y que se hicieron millonarios sobre la marcha en ese terreno asfixiante y peligroso que significa el comercio de las drogas. Sus costumbres están a la vista y sus maneras, un tanto carentes de refinamiento, son parte del acontecer cotidiano.

Unos asesinan a otros, y éstos, a su vez, cobran venganza y matan a unos cuantos más. La lista es inacabable y lo que antes era un fenómeno del Norte, ahora ocurre en muchos estados del país. Nadie detiene una avalancha que tuvo un inicio, pero que carece, hasta ahora, de final.

Algunos artistas han tratado de expresar con sus obras los deterioros de lo que puede llamarse narcocultura, lo único que hacen es encontrar un medio para anotar algo que existe y de lo que es indudable su presencia. Los hipócritas invierten el proceso y creen que esos pintores, escritores o músicos son los causantes de los males al país, cuando, en realidad, la podredumbre está en otro lado y sus manifestaciones tienen la contundencia de la batalla homicida.

Delgado ha padecido la censura por el tratamiento de un tema duro. Mendoza maneja con virtuosismo las palabras y sus libros son un referente obligado para descifrar la narcocultura, sin que se le pueda acusar de proselitismo o culto a esas expresiones. Ellos son artistas, personajes exentos de culpa; el problema real está en esos vínculos sórdidos en el poder y los narcos; el nudo está cada vez más cerrado y sus consecuencias son visibles.

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