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Cuando la supervivencia es conocimiento suficiente
Este ameno pero impactante texto fue escrito por el premio Nobel de Literatura 1986 para el Lindau Nobel Laureate Meeting de julio pasado.
Me pidieron que hablara sobre la educación en África y eso es precisamente lo que pretendo hacer, así que déjenme llevarles por algunos ambientes educativos, comenzando quizá por el más exótico.
Los invito a seguirme por algún espacio agreste, el cual es el más próximo suelo con bosque. Estamos siguiendo a algunos animales. Pronto, para nuestra sorpresa, los rastros nos llevan a una habitación abandonada. Está completamente habitada por la maleza, adentro y afuera. El techo ha colapsado sobre las ruinas de los muros, pero encontramos una entrada y, sorpresa, pisamos sobre suelo pavimentado, si bien roto y con hoyos. Hay lo que parecen sillas, bancas, un pizarrón y, tan pronto como alzamos la vista, nos encontramos con recortes de periódico. Al abrir un cajón del escritorio nos encontramos con una lista de asistencia.
Sin duda nos encontramos en un salón de clase abandonado. ¿Abandonado? No tanto así. Los diarios indican que había actividad humana apenas unas tres semanas antes. Entonces nos acordamos de que estamos en el periodo vacacional, la época de lluvias, cuando las hierbas crecen rápido, inclusive en un espacio techado donde el agua se cuela por los agujeros del techo, las paredes y las puertas. Hay desechos de animales en el suelo, y así, para terminar nuestra labor detectivesca, es claro que estamos en un salón de clase, es un espacio compartido por distintos animales. Los alumnos salen, los animales entran.
Un caso extremo, desde luego, pero cierto en todo detalle, como puedo atestiguar personalmente. Cuando voy al bosque de cacería, me he acostumbrado a dar con salones de clase abandonados. Esos espacios educativos son cada vez más comunes en muchos lugares del continente africano, especialmente en lugares depredados por la guerra, e inclusive en países que no están en guerra contra alguna amenaza externa ni en guerra civil, pero se encuentran víctimas de ideologías doctrinarias.
Del alma yoruba a?la campiña inglesa
Vayamos a escenarios más humanizados, que afortunadamente aún existen, instituciones que superan el promedio de lo que llamaríamos la norma de cualquier espacio educativo. Me refiero a escuelas que cuentan con las instalaciones como bibliotecas y laboratorios, donde es posible que los alumnos puedan experimentar e innovar. Pienso en escuelas en Osun, en la parte occidental de Nigeria, que han desarrollado sus propias computadoras fabricadas a mano y las ha hecho accesibles gracias un precio subsidiado.
Una de estas laptops está cargada con el programa educativo estatal y también con información extracurricular, información centrada en África y la cultura africana. Es adecuadamente llamada opon imo, que se traduce como la tableta del conocimento .
Opon imo tiene un famoso antecesor, la opon ifa, o la tabla de la adivinación. Quienes conocen la sociedad yoruba saben que ifa es el corazón de su cultura, la fuente del conocimiento y el inicio de la sabiduría. Un simple gesto a una cultura ancestral, la ifa es una disciplina por cuenta propia, una que requiere años de aprendizaje y rigurosa disciplina. Aparte de ser un almacén de información, la opon imo es un inteligente guiño que liga al estudiante con su propia cultura mientras introduce en su experiencia lo último de ciencia y tecnología y sus vastas, ilimitadas posibilidades para el desarrollo humano y social.
Debo detener mi promoción a ese imaginativo, producto de ese estado. Lo menciono simplemente para observar lo que es posible inclusive en circunstancias sociales difíciles y con recursos muy limitados.
Nuestro tercer escenario, en un contraste enorme con el primero, es lo que se llama el transplante etonionado , por la famosa escuela inglesa Eton. En ese espacio, uno se siente transportado a espacios exóticos, muy remotos a cualquier espacio africano. Corbata, abrigo, blazers escolares hechos de lana usados bajo el sol tropical, una mini ONU de profesores expatriados británicos, indios, franceses, alemanes, etcétera , el campo deportivo es casi olímpico, equipado a ese nivel. El campo de cricket sí, hay cricket tiene un marcador electrónico.
Los jardines están manicurados: un paseo por la escuela podría fácilmente ser un paseo por la campiña británica. La alberca es enorme, aireada y con cloro. Y esperen, ¿qué es eso que se ve a la distancia sino una caballería? Caballos, sí. Las artes ecuestres no han sido olvidadas y, si nos esperamos lo suficiente, quizá veamos a un estudiante vestido inmaculadamente con la ropa del jinete.
Esto existe en mi ciudad, Abeokuta, donde aquel primer escenario también existe. Éste y otros iguales son escuelas privadas y son notoriamente para miembros de la clase política, que son responsables del desastre que comencé describiendo. Algunos de estos modelos en contraste han crecido y se han convertido en centros de educación universitaria que ofrecen educación de alta calidad a los hijos de élite. Estos alumnos pasan las vacaciones con sus padres en los países de los cuales su educación es una imitación, cuyos gustos culturales han aprendido a replicar.
Una nota al pie sobre la conciencia de la clase dirigente: el dueño de uno de estos transplantes etonianos es responsable directo del que es seguramente el más rápido deterioro en la estructura educativa que ha visto nuestra nación. Justo antes de dejar el gobierno, sin embargo, se otorgó a sí mismo la licencia para convertir su escuela en universidad y después impidió el registro a otras escuelas privadas para hacer lo mismo.
Educar en la obediencia absoluta
Hay todavía otro modelo, uno que ha incidido directa o indirectamente en la brecha actual de educación en el continente, y está trágicamente destinado a replicar el caso primero con el que comenzamos. Este último modelo es la madrassa. En algunos casos está situado en el núcleo de aquella ambigua política pública conocida como la educación nómada.
La madrassa es una institución islámica de nivel primario en la que el conocimiento se adquiere por repetición. Los alumnos memorizan y se gradúan si se aprenden completo el Corán. Se les educa por el ejemplo de la vida del profeta Mahoma, sus avatares, sus virtudes, disciplina y deberes del Islam, su manera y las obligaciones de sus seguidores. Se estudian los hadiths, o sea la colección de los dichos del profeta como los transmiten e interpretan los clérigos musulmanes, algunos de los cuales forman la base de la ley islámica. Aprenden a reconocer lo que es halal es decir, lo que es bueno y por lo tanto permitido y animado por los clérigos practicante y lo que es haram, lo que está prohibido.
Viven practicando las obligaciones centrales la Hajj para poder merecer la gracia de Alá después de la muerte. Enraizado en ellos está el ritual de rezar cinco veces al día, de guardar acudo en el Ramadán y seguir el principio de zakat, es decir, donar un porcentaje de su riqueza en caridad.
El momento más glorioso, inolvidable, para los estudiantes de la madrassa, lleno de color y festividades, es cuando toda la comunidad se reúne a escuchar al jovencito recitar el Corán de principio a fin. Es una ocasión que es al mismo tiempo solemne, festiva y profundamente espiritual. Ésta es la cara que nosotros, desde afuera, hemos aprendido a entender como una estructura más de la práctica religiosa.
Los jóvenes alumnos de la madrassa aprenden pronto una cosa: obediencia absoluta a la más mínima instrucción de su maestro. A cambio, aprende a sentirse seguro, protegido.
A las horas debidas, en un gran número de madrassas, aunque no de manera uniforme, los alumnos son obligados a salir del salón y pedir caridad. Debe traer lo obtenido al profesor. Hay un fuerte vínculo entre profesor y alumno que es difícil de entender desde afuera. Durante esos años vulnerables, el estudiante no concibe ninguna realidad existencial más que aquella que el mullah le mete en la cabeza. No piensen la manera socrática de enseñanza, mucho menos una variante del seminario o ningún ejercicio de debate, no en la madrassa. Es, sobre todo, un vehículo de adoctrinamiento, uno que puede transformar su materia para el bien o para el mal.
De niño crecí junto a una de esas escuelas. Recuerdo sentir envidia de esos niños; sus cantos tenían algo de atractivo y de hipnótico, sus voces levantándose en la tarde. Escuchándolos de manera tan repetida se volvió adictivo y a veces los imitaba, aunque sin entender lo que cantaban.
Ahora, entendamos que la madrassa es un lugar diferente en la práctica que la escuela coránica. Por ejemplo, yo crecí en una escuela cristiana, en compañía de condiscípulos musulmanes. En las tardes o en los fines de semana asistían a la escuela coránica a estudiar el Corán, de tal suerte que estaban expuestos a otras materias y principios educativos.
La madrassa es completamente diferente. Sea o no su propósito, los alumnos de la madrassa emergen como esclavos mentales. Su entendimiento del aprendizaje se mantiene estrecho, totalmente encerrado en un contexto. La mayoría de los egresados de ese ambiente son como lo han reconocido ministros de educación inclusive en naciones islámicas los que se convierten en soldados de a pie (y proselitistas militares) y alimentan a una de más devastadoras pestes que afligen a varias partes del mundo.
Es esa estructura educativa si debemos aplicar el término educación sólo por convención , sí, es en ese ambiente en el que la actual avalancha de fundamentalismo islámico ha sido implantada, de tal suerte que es casi imposible para el mundo de erradicar.
Encerrados en el más obstinado sentido del deber de la propagación de su fe, los egresados de esas escuelas no tienen dudas, ningún sentido de la restricción, ni reconocen ni hacen concesión alguna a la existencia de otros. Hay uno y un solo camino; el resto es haram. Se adapta únicamente con el propósito del atrincheramiento y el de divulgar la palabra, lo que sea que eso signifique. Siempre que se encuentra un obstáculo, toda manera de neutralizarlo debe usarse sin importar el costo, no importa el desperdicio de vidas humanas. Es una orden divina.
Qué contradicción: la más primitiva expresión de la fe hoy se demuestra apta para manipular lo más avanzado de la tecnología, como Internet. La red se ha convertido en una madrassa virtual de siglo XXI, dejando a los sociólogos sin respuesta a por qué tantos reclutas criados en los sistemas liberales de tantas sociedades distintas están levantando la bandera del llamado ISIS, fácilmente el más peligroso de los movimientos yihadistas. Sólo en años recientes, quizá meses, los gobiernos han logrado darse cuenta de que Internet ha sido un facilitador para semejante regresión. Así son las ironías del progreso.
Llamado a la desgracia
El nombre de Boko Haram se ha convertido en llamado a la desgracia, no sólo en Nigeria sino en todo el globo. Su solo nombre es de gran significancia pues es la corrupción de la frase The Book is haram : todos los libros excepto uno, el Corán. Y el libro mismo es sólo una figura retórica, pues es sólo parte de algo mucho más grande conocimiento, cultura, herencia, prácticas sociales, las ciencias y la tecnología , cualquier quehacer de la mente humana, fuera de su corrupto testamento religioso.
Así, cuando Boko Haram decidió comenzar su cruzada en la nación nigeriana, sus objetivos principales fueron las escuelas, desde las superiores hasta las primarias. La orden era: cierren las escuelas. Que los padres no manden a sus hijos a la escuela. Los maestros ya no deben enseñar. Boko Haram y sus seguidores atacaron universidades. Esto incluyó colegios de agricultura, los cuales, uno pensaría, podrían ser una excepción pues están dedicados a una simple y universal necesidad: producir comida. Fue en una de esas escuelas de agricultura, la de Kaduna, que Nigeria vivió su primer bautismo de fuego, cuando los insurgentes sacaron uno por uno, llamándolos por sus nombres, a los estudiantes de su dormitorio.
Sí, fueron metódicos. Hicieron su tarea, seguramente con la ayuda de alguien de adentro. Los invasores, de manera calmada, casi ritual, degollaron a los estudiantes no musulmanes a medida que los encontraban, entonando su catecismo de absolución. Dispararon y mataron a golpes a otros. Pero no eran sólo las escuelas superiores las que constituían la mayor ofensa a los ojos de estos carniceros religiosos. Las primeras agresiones iban dirigidas a las primarias. Los invasores llegaban de noche, cuando no había alumnos ni profesores, y quemaban los edificios.
Ése fue el principio, hace cinco o seis años. Eran incidentes aislados, esporádicos. Cuando los asesinos reunieron fuerzas y se volvieron más atrevidos, la simple acción del aprendizaje se convirtió en algo merecedor de un castigo ejemplar. Estudiantes y maestros eran emboscados, maniatados y degollados. Todo esto en la parte noreste de Nigeria y también en Al-Shabbab, en Somalia.
Las iglesias y otros espacios de oración no islámicos siempre han sido, innecesario mencionarlo, objetivos principales de esos fanáticos. Las iglesias, para esta raza, representan el más odiado rival en el tema del Libro.
Después, algunas mezquitas también se volvieron víctimas, pues la historia del Islam es la de la rivalidad por la custodia del poder espiritual, incluyendo meros rituales, como la orden del rezo.
Sin embargo, han sido las escuelas las que han soportado los ataques más salvajes. El aprendizaje confiere la intolerancia al poder absoluto que el místico libro concede. Cualquier suspicacia sobre el contenido de ese depósito de poder puede provocar que los educandos entiendan que ese poder requiere el control de la mente. El fanático vive de la sumisión tanto como el pulmón vive del oxígeno.
Pero todo comienza con el libro. Después su extensión como el laboratorio. El taller. El seminario. Y cuando esas estructuras se acaban, cuando ya no hay más escuelas por quemar, cuando es cada vez más difícil alejar al maestro de la comunidad y las víctimas conocidas han sido cambiadas de lugar por su seguridad; cuando, tanto para el maestro como para el pupilo la mera supervivencia se ha convertido en conocimiento suficiente, sólo entonces la matanza indiscriminada comienza, pues los seres humanos no son solamente los creadores, sino también proyecciones del libro.
La lógica era inexorable. Inclusive aquellos que se dedican a la agricultura, o al comercio, o son simples asalariados, toda persona que no ha sido esclavizada es un objeto contaminado, adecuado para la purificación a fuego y sangre.
Entonces las masas vendrán de ninguna parte, no cuestionarán nada, sin interés entre la separación de los creyentes de los no creyentes. Una de las estrategias favoritas era reunir a los habitantes de una villa o de un pueblo en la plaza central, ostensiblemente para predicar y convertir. De nuevo, eso era sólo el comienzo. Después simplemente los reunían para hacer una matanza hombres, mujeres, niños, algunas veces se perdonaba la vida de las mujeres para servir como mercancía y objetos sexuales .
Pero todo comenzaba siempre con el libro. Con el espacio de aprendizaje. Con el libro como el objetivo primero que debía ser erradicado, esclavizado, violado, de ser posible. Sí, siempre comenzaba con el libro. Así fue en Afganistán con Al Qaeda. Y con Al-Shabbab... del mismo modo con ISIS, sus imitadores y competidores.
Boko Haram e ISIS,?¿Qué hay en un nombre?
Pero estos nombres, ¿qué significan? Boko Haram, ya lo hemos explicado, se refiere al libro y a todas formas de aprendizaje, que están prohibidas. ¿Pero ISIS qué es? En el mundo árabe se le conoce como Daesh. En la palabra Daesh, según he investigado, no hay parte alguna que signifique Estado . ¿Es accidental? ¿Es deliberado?
Pregunto porque, me parece frecuentemente, que el mundo no conoce a su enemigo. Los pensadores, los comentaristas, los líderes de opinión, los gobernantes podrían quizá ir tan lejos como afirmar que el mundo está sitiado, que los valores de una gran parte de la población están amenazados. ¿Pero por quién? ¿Y qué tan poderoso es ese agente del mal? ¿Qué tan profundamente conocemos todos nosotros, qué debemos hacer para protegernos, para detener esta amenaza, para matarla cuando todavía está en camino?
Propongo estas preguntas porque una voz de alarma se ha alzado en diferentes países, y pregunta de esta forma: ¿por qué a tantos jóvenes les atrae este movimiento? ¿Por qué están tan íntimamente convencidos que inclusive emprenden viajes largos y peligrosos a zonas devastadas en las que sus impulsos de salvación se convierten en una carrera de degradación humana? ¿Qué, para llevarlos a donde los quiero llevar, qué hay en un nombre?
Comencé con una incursión en algunos modelos educativos típicos bajo los que muchos jóvenes obtienen una mala formación mental. Muchos de esos reclutas viene de la madrassa, a la que no necesariamente asistieron de manera presencial, sino que tuvieron contacto con ella por los medios, sobre todo a través de Internet. Están listos y preparados inclusive antes de que se den cuenta.
Algunos son inmigrantes de primera o segunda generación que viven dentro de nuevas sociedades cuyos valores apenas toleran. Consideran a dichas sociedades permisivas, decadentes, hasta blasfemas. Creen que sus almas están en riesgo y se aíslan todavía más de su sociedad nueva. A través del adoctrinamiento se alistan para destruir esa sociedad.
Todo esto es sabido. Lo que digo es que, algunas veces, la sociedad facilita este proceso. Y déjenme enfatizar esto: no me refiero a cada uno de los perfiles del catálogo del converso, pero sí de una notable porción. Y regresamos a la pregunta: ¿qué hay en un nombre? ¿Por qué, por ejemplo, el nombre de Boko Haram?
No es el nombre que nuestros irredentistas religiosos escogieron para sí mismos. Muhammed Yusuf y sus demás seguidores habían escogido el grandilocuente nombre de Jamaatu Ahlis Sunna Liddaawati wal-Jihad, que significa Pueblo comprometido con la propagación de la enseñanzas del Profeta y la Yihad .
Inclusive si los nigerianos se encontraban mal preparados para lidiar con semejante amenaza brutal y repentina, entendieron y se protegieron con el poder psicológico de la negación: niégale al enemigo aquello que parece valorar más. Y así, la gente se negó a darles siquiera una versión corta del nombre que tanto ansiaban. Nunca los llamaron Pueblo Comprometido , Los Yihadistas del Profeta , Guerreros Sagrados o lo que sea. No: Boko Haram es lo que son, unos ignorantes e iconoclastas. Boko Haram es lo que sus acciones demuestran.
El lenguaje también sirve para hacer la guerra. ¿Cuándo hay un Estado? ¿Cuando un psicópata se apropia de un pedazo de tierra? ¿El mero pensamiento lo convierte en Estado? ¿Un Estado se promulga cuando empiezas a emitir tu propia moneda, así como ha hecho Daesh?
En la arena del lenguaje
Podemos beneficiosamente tomar ejemplo de la golpeada gente de Nigeria: Nunca le concedas a un enemigo lo que quiere, ni siquiera en la arena del lenguaje . ¡ISIS no es un Estado! Ni tampoco es islámico. De manera tardía, muchos líderes globales ahora aceptan lo que hemos declarado desde el principio.
Aquí va la implicación psicológica unida a esas aparentemente concesiones triviales. La juventud, lo sabemos, es una época de rebeldía. Es en esa época que los individuos en madurez experimentan el muchas veces instintivo rechazo al statu quo.
La ironía, no obstante, es que se trata de un mero preludio al apego social, pues el apego a algo más provee de una excelente plataforma para el repudio de lo rechazado. Puedes, entonces, observar todo contraste como una alternativa de importancia crítica. El apego a un nuevo valor le da poder al que rechaza, pues le permite a él o ella pensar que esa otra cosa es más significativa, más valiosa, una alternativa que cuestiona de raíz e invalida lo que se está descartando.
Eso se aplica a todos los credos, a todas las ideologías. En su momento se le aplicó al marxismo, un credo que permitió a una juventud inquieta despreciar la sociedad con una compresión acrítica, alimentada por la visión utópica de una sociedad sin clases y la definición de la sociedad capitalista/liberal/laissez-faire como el abismo del pensamiento torpe, la decadencia y la condenación.
Las más educadas mentes analíticas cayeron hechizadas por ese credo utópico, se dedicaron a su advenimiento y se dedicaron a la misión de establecer es cielo en la Tierra. Muchos de ellos se transportaron físicamente a países que mostraban un vistazo, aunque fuera lejano, de ese paraíso, desde donde observaban con lástima y superioridad a resto de no iluminados del mundo.
Esas expresiones paraíso , iluminados no son escogidas al azar. El fervor emocional del marxismo es idéntico al que vivimos hoy.
La única diferencia parece ser la calidad mental, en promedio, de quienes cayeron bajo el hechizo del marxismo fundamentalista, perturbadoramente similar a lo que hoy inspira a los adherentes a la aberrante ideología religiosa. Ambos entienden una misma expresión, sin embargo: poder. La superioridad que viene con ser uno de los elegidos. Inclusive el fin de las clases sociales para crear una nueva y mejorada clase de humanidad: ¡los cognoscenti!
Con esa mente en rebelión, con la preparación de la madrassa, el reclutamiento es más fácil. Los sueños utópicos justifican cualquier tipo de horror; el horror es racionalizado bajo la ley de la inevitabilidad. La confirmación de Estado a un enclave de terror simplemente porque ha decidió llamarse así a sí mismo, la materialización de un deseo concedido sin oposición.
Una juventud no satisfecha es dirigida, físicamente, una ciudadanía alternativa que le significa un repudio del presente, un presente descartado como un trapo sucio a cambio de la bandera de un guerrero. Se es ciudadano de un nuevo orden manifiesto en la Tierra, un orden que se corresponde con una falta de obstáculos, al menos dentro de su propio concepto. Un Estado en el que los más bajos instintos y me refiero a la mentalidad de la pandilla callejera se pueden satisfacer, ahora como ciudadanos, guerreros de Alá.
Así que cuando la juventud hambrienta de poder escucha a los medios globales la conquista de otro trozo de tierra para el así llamado Estado Islámico , o la eliminación de otro trabajador ejecutado por el Estado Islámico , debemos ponernos en el lugar de esa juventud, y lo que esa mente ve y entiende es: mi Estado ha promulgado sus leyes, sus derechos como Estado de, como cualquier otro, ejecutar a su enemigo. Esa mente está absolutamente lejana de la versión alternativa: un montón de psicópatas ha asesinado a un hombre inocente; no, su lectura se ha convertido en: mi nación ha actuado legítimamente, ejecutó a un traidor, un infiltrado, un tipo culpable de algo, por lo tanto mi Estado se ha protegido a sí mismo y ha impuesto su soberanía en la faz del planeta.
Eso es lo que mis conciudadanos le negaron a Boko Haram: ustedes no son un Estado ni un califato. Ustedes son enemigos del conocimiento cuyo primer crimen es la destrucción de todo que significa creatividad y aprendizaje simbolizado por el libro, de ahí el nombre: Boko Haram. El libro es el mal, sea maldito, sea anatema. Llámense a sí mismos lo que quieran, le dijeron los nigerianos, ustedes son Boko Haram.
Debemos considerarlos Enemigos de la Humanidad
No estoy diciendo nada original cuando llamo la atención al hecho de que esta guerra no se ganará con bombardeos o hazañas militares solamente, ni siquiera por la más precisa tecnología que golpee al monstruo de varias cabezas que, tan pronto como pierde una, le crece otra. La mente es el primer blanco pero, francamente, no he visto seriedad, que se le atienda de manera constructiva e imaginativa.
Dado que el primer objeto del odio de estos irredentistas es el libro, sigo siendo partidario de bombardear por aire los territorios del enemigo con libros, incluido el Corán, editado, comentado; un bombardeo con todas las imágenes benignas que el mundo ha conocido, para desafiar sus dioses asesinos.
Hay, desde luego, cien maneras de hacerlo. No son mutuamente excluyentes. El arma del ridículo, el desinflamieto de su dios de aire, caricaturas rociadas sobre sus cuarteles dibujándolos como narcisistas malignos en tratos con la muerte. Tomar como absurdos esas posturas que asumen antes de ponerse a destruir a los verdaderos mártires de la historia...
Todas estas son armas legítimas, tanto para desmoralizar al enemigo como para darle poder a sus víctimas, como sabemos en Somalia, Mali, y el noreste de Nigeria.
En suma, la pregunta que realmente debería enfrentar la Humanidad es esta: ¿Es la mera supervivencia conocimiento suficiente para nuestros jóvenes? ¿Para la generación a la que le dimos vida?
Tal vez deberíamos olvidarnos de las humanidades, las ciencias, la tecnología y las artes, olvidarnos de las antiguas bibliotecas de Tombuctú y simplemente abrir academias que enseñen exclusivamente la supervivencia de nuestro ser individual. Por insistir en el conocimiento somos declarados enemigos de Dios, perfectos para ser decapitados en el altar de esos adoradores de la muerte.
Es hora, propongo, de que respondamos más allá de la denuncia de sus crímenes contra la humanidad y de forma valiente declaremos a los perpetradores, colectivamente y sin ambigüedad, enemigos de la humanidad, sin ninguna diferencia de las pestes que arrasan comunidades enteras.
La implicación es que nos comprometamos internamente, holísticamente, con la tarea difícil de terminar con esta amenaza. Cuando el aprendizaje se esconde en la profundidad del bosque para cohabitar con las bestias es hora, sin duda, de reconsiderar nuestro compromiso.
La humanidad se define por las estatuas de Buddha alegremente pulverizadas por esos neobárbaros llamados el Talibán; está definida por la herencia milenaria de la antigua ciudad de Nimrod; está inscrita en los manuscritos de Mali, la ciudad africana del aprendizaje. La humanidad subsiste levantando monumentos que honran a sus creadores, medra en las estatuas de bronce del reino de Benin y los clásicos bustos de los yoruba.
Todos atestiguan del crecimiento de una raza que ascendió y conquistó los cielos y hoy se prepara para llegar a otros planetas. Se mantienen como una parte crítica de nuestro ambiente educativo. Sin ellos estamos mutilados, incompletos. Debemos erradicar todas las ideologías que sólo se satisfacen en el cuerpo cortado de toda la Humanidad.