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Así se gestan los ídolos
El libro de Leila Guerriero es la crónica y el perfil de un hombre normal que sobre el escenario se convierte en fuego vivo.
El periodismo, cuando funciona, desentierra historias que vale la pena contar de ese terreno yermo y seco que conocemos como la vida cotidiana. Y es que lo cotidiano es esquivo; aburrido, a menos que se le vea con ojo avizor y con un instinto por lo raro, lo que merece platicarse.
De ese instinto es Leila Guerriero (Buenos Aires, Argentina, 1967), cronista y experta en perfiles periodísticos. Un perfil es como una crónica, pero en vez de narrar sucesos se narran personalidades. Una cruza de ambos, crónica y perfil, es Una historia sencilla (Anagrama), el libro con el que Guerriero se da a conocer más allá de Latinoamérica.
En un día de lo más normal, Leila Guerriero leyó una notita en la sección de espectáculos del diario La Nación: Los atletas del folklore ya están listos . Una de esas notas que ocupan apenas unas 300 o 400 palabras en las que se contaba qué era lo que sucedía cada año por enero en Laborde, un pueblo de 5000 habitantes en La Pampa argentina. De esas historias que se olvidan tan pronto se leen, de ésas que la mayor parte de la gente ni siquiera lee completas.
Guerriero leyó y recortó el texto y lo metió al cajón de lo posible; ése que tienen los periodistas narrativos en el que guardan las historias que podrían ser.
Guerriero finalmente viajó a Laborde en el 2011 para enterarse de qué era lo que sucedía ahí. Como un Heródoto que va a contar lo que esa gente rara de más allá hace, como un antropólogo en la Luna, la periodista se topa con el Festival Nacional de Malambo; el más importante, el más tradicional del malambo.
EL HÉROE DE LA DANZA DESCONOCIDA
Bueno, ¿qué rayos es el malambo? La propia Guerriero no está muy segura y se auxilia de algunas definiciones sacadas de diccionarios de folklore. El malambo es la danza tradicional de los gauchos. Si cree que lo conoce, piense otra vez. No hay boleadoras ni cuchillos, aunque sí el zapateo kamikaze y esa hombría equina que uno asocia con Martín Fierro.
Los bailarines de malambo mueven las piernas a la misma velocidad que un corredor de 100 metros. Pero a diferencia de Usain Bolt, que lo hace sólo 10 segundos, los danzantes tienen que mantenerse a tope durante cuatro, cinco minutos: una locura. ¿Cómo son estos bailarines? Tienen una edad promedio de veintitrés años. No fuman, no beben, no trasnochan... Han leído devotamente el Martín Fierro, Don Segundo Sombra o Juan Moreira... La saga que conforman esos libros es su Harry Potter . Pero también son tipos normales que oyen rock, que tienen novias y ocupaciones como albañil, plomero o estudiante universitario.
Todo muy común, muy local, muy, inclusive, latinoamericano: en todos nuestros países hay bailes nacionales y festivales. Lo que hace que la historia que Guerriero nos quiere contar alcance niveles épicos es la gesta de un ídolo, en este caso de Rodolfo González Alcántara, un bailarín que la dejó a ella, una muy escéptica mirona, como si le hubiera caído un rayo.
Una historia sencilla es lo que anuncia, la historia muy derecha y directa de una persona que en el escenario se convierte en fuego vivo. Es encontrar, en lo común, lo único. Más nobleza no puede pedírsele al periodismo.
Una historia sencilla
- autor: Leila Guerriero
- editorial: Anagrama
- páginas: 146
- precio: $150
concepcion.moreno@eleconomista.mx