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Arte e Ideas

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A escena y en la memoria

Los que fuimos sus alumnos, amigos o espectadores, nos convertimos en seguidores, en hijos adoptivos, novias encantadas, adoradores de Ludwik Margules.

Para despertar del trance, acabar con la cólera de este mundo imperfecto y pretender que se podían ahogar en el olvido las escenas defectuosas, decidió sacar una licencia de buceo. No para nadar en el fondo de los mares. Para meterse a un taque de más de 20 metros de profundidad y sentarse en el fondo. Nada más.

-¿Sabes de la maravilla que resulta estar rodeado de agua? Se disuelve el conflicto: no hay que hablar, escuchar o cargarse a uno mismo. Nada te impide respirar. Tienes el oxígeno medido, preciso y necesario en tu tanque. Y te puede durar horas…

Estábamos en un restaurante. Llevaba varios minutos dándole vuelta a la carta y preguntándose a sí mismo qué debía comer. Al final, no sin antes decir que estaba ya casi convencido de dejar la carne roja y alimentarse sanamente, pidió un jugoso y enorme osobuco y se concentró en comérselo con evidente gozo.

Dejó por la paz el teatro hasta que se llevaron el plato. Pero después confesó -era parte de su leyenda como director de teatro- que durante una puesta en escena solía estar enojado. O, por lo menos, parecía. Faltaba casi una década para que en una entrevista se pusiera blandito y actualizara: Eso fue en los viejos tiempos, le dijo al reportero. Cuando estoy enojado es conmigo mismo. Soy perfeccionista y los defectos me ponen muy nervioso .

Los que fuimos sus alumnos, amigos o espectadores, nos convertimos en seguidores, en hijos adoptivos, novias encantadas, gemelos espirituales, entenados teóricos, fanáticos de alma y corazón, adoradores de Ludwik Margules.

Considerado uno de los directores más brillantes de la historia teatral mexicana, Margules nació en Polonia un 15 de diciembre como el de hoy pero de 1933.Estudió en la Facultad de Periodismo de la Universidad de Varsovia y llegó a México en 1957. Lo que más recuerdo de Polonia es la guerra -dijo en una entrevista para Artes de México- y la universidad después de la guerra. También recuerdo a amigos y familiares y el gran teatro que hay. Es uno de los mejores teatros que se hacen en el mundo, por el nivel y por la maestría con que aborda el arte escénico. Es una tradición de por lo menos dos siglos. Todavía hay partes no reconstruidas. Desde luego que hay parajes en esa ciudad que evoco con frecuencia, donde he vivido, donde viven mis amigos .

Llegó a México en barco. Porque ya no aguantaba, lo asfixiaba el sistema político. Llegamos mi padre, mi madre, mi hermano y yo. Sobreviví a todos. Luego me casé, pero murió mi esposa. ¿Qué más puedo decir? .

Podría haber dicho lo que después contó en su libro de memorias: que al llegar a México fue prefecto en una escuela, empleado en una fábrica de tabiques, asistente de fotografía y estudiante de cine, hasta que se decidió en definitiva por el teatro. Un destino inevitable. Porque ya en México estudió en la Facultad de Filosofía y Letras, en la Escuela de Arte Dramático de la UNAM, en la Escuela de Arte Teatral de Bellas Artes, y en la Academia de Seki Sano. Fue asistente de dirección de muchos (Fernando Wagner, Álvaro Custodio, Rafael López Miarnau) y quedó hechizado por la sutil y densa trama del lenguaje escénico. (La suerte estaba echada, como hubiera dicho Jean Paul Sartre, uno de sus autores preferidos).

Margules dirigió más de 40 puestas en escena. En casi todas transformó vidas enteras, quizá por culpa de su genio trágico, su espíritu creativo y aquella severidad que aterraba primero y se deshacía dulce cómo azúcar después de cerrado el telón.

Puestas en escena como La trágica historia del Doctor Fausto, Ricardo III, El tío Vania de Chéjov; De la vida de las marionetas de Ingmar Bergman y Cuarteto, de Heiner Müller, basada en la novela Las relaciones peligrosas de Choderlos de Laclos. Montajes que crearon escuela en el teatro y la docencia en México.

Todo ello por no hablar de los recuerdos, las enseñanzas y los motivos de vida que su vida representó para muchos. Ludwik se fue de este mundo -y nos dejó algo solos y sin su licor de papa-, en el 2006.

La última vez que lo vi estaba más delgado, caminaba más lento y con bastón y se quejaba de que le habían extirpado su pipa. Pero hoy es su cumpleaños y todo fuera como eso, todavía seguía diciendo: El teatro es una maldición que yo cultivo .

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