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Opinión

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Uruapan

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Marisol Ochoa | Columna invitada

Marisol Ochoa

Duele mucho ver morir a personas echadas para adelante y más en circunstancias tan cobardes. El asesinato del presidente municipal Carlos Manzo, es triste y lamentable. Un hombre valiente que nunca sucumbió al miedo y alzó la voz sobre la situación de crimen y violencia que se vivía en Uruapan. Al presidente municipal no le temblaba la mano ni la voz, cuando había que señalar a los grupos criminales y tampoco guardaba silencio cuando las demandas de seguridad no eran atendidas. Si, desde la localidad, el presidente municipal luchaba por los suyos, entendía la gravedad de la criminalidad y a su vez, se ocupaba por construir capacidades en sus policías locales con lo que pudiera y con el presupuesto que tuviera. 

Carlos Manzo fue un hombre valiente, así como Grecia Quiroz, ahora su viuda, lo recuerda en su homenaje póstumo en la plaza principal de Uruapan. Un hombre que nunca se dejó doblegar por las amenazas de los delincuentes, y tampoco renunció a dar la batalla contra el crimen en todas sus formas. No, su discurso era firme donde en su localidad habría tolerancia cero a la violencia. Carlos Manzo pidió en varias ocasiones apoyo a las fuerzas del orden, al estado y a la federación. En múltiples ocasiones exigía que pusieran atención en Uruapan, donde los grupos delictivos estaban doblegando el territorio y afectando directamente a los pobladores. Pero los llamados de apoyo no llegaban a la localidad.

El asesinato del presidente municipal de Uruapan evidencia problemas de fondo en materia de seguridad, que no pueden ser ignorados por parte del estado y la federación. Es importante señalar la debilidad de la coordinación de las localidades y la falta de atención por parte del estado. Por otra parte, el trabajo de coordinación con la federación, el estado y los municipios requiere urgentemente una reorientación hacia la selección de municipios de atención prioritaria. No se puede negar, que Uruapan era uno de ellos, lo cuál nos habla de la debilidad estructural, de capacidades y coordinación en materia de seguridad.

Por otra parte, el asesinato del presidente municipal en un evento público -celebración del día de muertos-, rodeado de gente, familias enteras y niños, evidencia la vulnerabilidad y fragilidad de los agentes políticos a nivel local, y de la ciudadanía en general, donde -independientemente de las razones que hayan motivado este terrible acto - la delincuencia en todas sus formas, puede cooptar y vulnerar la seguridad de los ciudadanos cuando le apetece. Independientemente de los resultados de la investigación por parte de las autoridades para dar con los culpables, una cosa es segura, hoy un hombre que denunció incansablemente la presencia de criminales en su localidad, que se preocupaba por proteger a su gente, a los sectores económicos de su localidad, y que no tenía miedo en mandar mensajes directos a los grupos delincuenciales, donde no se cansaba de repetir que no habría tregua ni tolerancia, que pedía apoyo a las autoridades del estado y de la federación, no puede ni debe morir en vano.

La muerte de Carlos Manzo es lamentable y terrible, pero su carácter y arrojo nos deben de servir de ejemplo para unirnos y exigir lo que por derecho nos corresponde, vivir en paz y tranquilidad. Carlos Manzo no debe convertirse en una muerte más, ni en un discurso político y mucho menos en un pretexto para cualquier actividad de oportunidad política. No, la muerte del presidente de Uruapan es un llamado a cerrar filas y sumar esfuerzos para construir una sociedad más unida, exigente y responsable en defender y proteger su entorno. Así, solo en conjunto, como comunidad desde las localidades, de forma responsable, crítica y pública, las exigencias a la autoridad deben de hacerse, y estas deben ser capaces de no solo dar respuestas, sino de encargarse de prevenir que las cosas sucedan, si no, todo intento por justificar un trabajo de coordinación e inteligencia en la estrategia de seguridad será puesto en duda, con un costo alto, el perder la confianza de la sociedad.

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